El teatro de la guerra en Ucrania

Por Carlos Rodriguez San Martín
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rebelión grupo Wagner, Rusia
Foto: EFE/EPA/Arkady Budnitsky

Los Wagner -la fuerza militar privatizada que apoya con un ejército de mercenarios al Kremlin- se habría dado la vuelta. Las agencias occidentales derraman tinta en un escenario enrarecido por un supuesto golpe de Estado al Kremlin.

Una de las primeras lecciones que se aprenden en las escuelas de periodismo es que en una guerra la información ocupa papel principal. Si a esto añadimos la red social que se ha tejido en la noosfera que nos hace sentir a todos en uno, en un bloque conglomerado de información, claro, tiene sus propósitos. No creo enteramente lo que se informa de la guerra en Ucrania. De que los rusos estén perdiendo la guerra, puede tener un efecto direccionado a partir de la red en cobertura de los medios occidentales que se nutren desde la revolución cultural; más propiamente denominado “imperialismo cultural” del que hablamos tantas veces aquí, para comprender el fenómeno de la comunicación de masas en una guerra.

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El fin de semana el bombardeo apuntó sobre Moscú. Se dijo entre el viernes y sábado -el domingo los rusos salieron a las calles en camisetas cortas y bermudas todo normal iniciando el verano europeo- que el grupo mercenario Wagner, muy temible, por cierto, se había sublevado por la falta de apoyo del Ministerio de Defensa ruso y decidió darse la vuelta y contraatacar a sus patrocinadores. El Kremlin no se pronunció y el bombardeo informativo no cesó en medio de la revuelta de que Wagner preparaba un golpe de Estado sobre Moscú.

Wagner –que durante todos estos años no solo actúa a merced de las necesidades de confrontación en el frente ruso- controla gran parte de la inteligencia militar en zonas de conflicto en los que se juegan intereses a gran escala, se hubiera sublevado puede ser normal en época de conflictos armados. Lo poco razonable es que estando a 100 kilómetros de Ucrania -en una base militar privatizada- hubieran decidido volver a Moscú para sembrar el terror.

El propósito de semejante ruido orienta una mirada atrás.

En Yalta (1945) Churchill, Stalin y Roosevelt decidieron reconfigurar de plano gran parte de los territorios tomados por Hitler. Se puede especular que Churchill no disparó un solo tiro y que los norteamericanos se la jugaron en Perl Harbor, lo que no está en duda fue la capacidad del Ejército rojo para derrotar a Hitler. Sea como fuere fue así y así se llegó a un acuerdo.

 Lo de Ucrania se parece a Yalta

Nada está fuera del mapa de la red en una época, además, conmovedoramente interconectada. Zelenski es judío de origen (qué hace gobernando Ucrania). La pregunta que subyace: ¿viviendo acosado por los servicios de inteligencia de la siniestra KGB, no estaría muerto? Hay intereses en juego y en el teatro de la guerra los movimientos distraccionistas son la cláusula principal.

En el mundo, mientras escribo, hay al menos 10 focos de tensión militar. Hay guerras de baja intensidad en Afganistán, Bangladesh, Pakistán, el Sahel Central, Mozambique, Somalia, Sudán, Siria y Yemen son algunos de los países y regiones que son a la vez “puntos críticos” climáticos y puntos de disputa geopolítica afectados por conflictos o acogen a un gran número de personas desplazadas por la fuerza. Qué está pasando en el planeta, qué movimientos hay en juego. Será que Ucrania ha sido desagregada en poder de corporaciones trasnacionales que mantienen asuntos cerrados en términos de acuerdos como en la Conferencia en Yalta.

Es muy fácil pasarse por alto elementos de la historia sobre los que descansan, por ejemplo, la reconstrucción de Europa devastada por la guerra; la crisis económica, la inflación, la quiebra de grandes conglomerados financieros y otros asuntos de poder que configuran el nuevo orden. Entre los motivos de la invasión a Ucrania el presidente Putin justificó que, además, se habían convertido en una especie de concesionaria de los intereses de las grandes corporaciones transnacionales que operan con impunidad alrededor de grupos neonazis. Esa historia tampoco es reciente. El presidente Zelenski, ha demostrado un apego insospechado a los intereses de las potencias occidentales, sigue vivo y aletea cada vez con más exactitud asediado, parece una tramoya.

Cuando la campaña contra Rusia dirigió todas las tintas contra el Kremlin se sumó la liga de naciones conformada por los mandatarios europeos que visitaron Kiev para sumarse a la causa. Muchos jefes de Estado europeos o la mayoría de ellos se reunió con el alarmado Zelenski. Todos se fueron a Ucrania. Biden llegó en tren desde Polonia y así el concierto se completó con artistas globalistas de Hollywood y grupos de rock para amenizar el espectáculo (dividido Pink Floyd con David Gilmour al medio), eran asuntos plásticos de gran atención planetaria.

Los elefantes de la información promovieron la presencia de Zelenski en la entrega del Oscar, y aunque a última hora salió de agenda, la esposa uso las pantallas para denunciar la masacre propiciada por el Kremlin sobre la población civil. Será que eso tanto le importa a ella.

Los actores de la guerra actúan tras un guion convencional adecuado al momento. Y casi siempre, como en todo, hay perdedores y ganadores.

 

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