Mario Conde, expone “Opera Summa”

Por Redacción dat0s
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Mario conde, artista boliviano. foto Vassil Anastasov

En menos de 15 días la Galería Altamira ha dedicado exposición y libro en homenaje a la obra de este artista trascendental.

Mario Conde atraviesa la puerta de la Escuela de Bellas Artes e invita a tomar un café. Mario es imperceptible a primera vista. ´Delia llama al teléfono´, el libro jamás publicado por Cortázar, se parece un poco a él. Mario no se publica, pinta acuarela como un torrente imparcial, cósmico; la actitud desafiante que intriga en cada una de sus cuadros es, pienso yo, como se lo dije la noche de su exposición: “atmosférica”. Esa noche los asistentes paseaban sin creer, volvían una y otra vez como lo hice yo, repasando lo que querían ver a gritos.

mario conde, artista boliviano

Foto cedida por la Galería Altamira

A los sorbos de café, intento conversar con él para que me explique del porqué del torrente de esa fuerza catatónica que deja plasmada en su obra.

La primera llamada de atención es un cuadro titulado Alfhabeth en alusión (imagino) al estímulo que cobra en cada una de nuestras únicas vidas las letras del alfabeto digital que encuentran en los senos un claro oscuro desde cualquier ángulo: sensualidad e intrepitud. El rodeo no pasa a primera vista. Mario Conde no se permite describirse él mismo. Es un muso, un caparazón, un sanguinario de las pasiones desenfrenadas, un “under” como él mismo se describe en una entrevista que concedió a Daniela Espinoza para el libro que lleva su nombre; un homenaje eterno que se debe a las aves de paso que nos dejarán flotando en pleno vuelo a medida que el tiempo pasa; pasa con frivolidad, sin fijarse en cuidar a los que, como él, enseñan el trazo de un destino.

Mario conde, foto Vassil Anastasov

Foto: Vassil Anastasov

El Mundo de Mario Conde

El libro que lleva el nombre del artista ha sido posible por la audaz iniciativa de la Galería Altamira felizmente secundada; “gracias al compromiso con el arte y el apoyo financiero del Grupo Financiero Crédito (Banco de Crédito BCP, Credibolsa, Agencia de Bolsa, Credifondo SAFI, Crediseguro Seguros Personales y Generales). Y los auspicios de Fundación Solidaridad y Desarrollo Productivo Sostenible, Solydes; LEVON Bolivia, Fundación Latinoamericana para el Desarrollo (FLADES), y Maldonado Exploraciones SRL”. Ellos todos son depositarios de un valor intangible sin la que no existiría una época.

Una enaltecedora introducción que ha estado a cargo de Ariel Mustafa Rivera, el galerista impostergable que forja lo que se debe saber sobre nuestros artistas. Con pulcritud y prolijidad ha metido los dedos al teclado para labrar la talla de la obra de Conde, que por algo debe ser que lleva esa descripción que lo aclama como “el mejor artista vivo de Bolivia”.

mario conde, artista boliviano

Foto cedida por la Galería Altamira

Mario se inspira en los caracoles que salen de la concha para ver con cuidado y dar un paseo baboso en dimensiones desconocidas; prolifera en su pasión la decantación de una realidad sobrepuesta, natural, pero dimensionada en todos los ángulos sin merodeos.

Mario conversa de sus tiempos de alumno, luego de lo que quiso ser y no fue, casi como la mayoría de todos nosotros (y de los demás), ahí nació su vocación por el arte. Enseña hace más de 10 años en la Escuela de Bellas Artes; para un maestro como él este acto, un orgullo sacramental para los que captan este su invalorable aporte.

Nos consolamos uno al otro por las lecciones que aún faltan por aprender más de las que faltan por enseñar. En el arte siempre falta saber algo más. No son moldes ni cliches, son personas de carne y hueso que aprenden de este maestro (sus alumnos) tan natural y perfeccionista que a uno lo confunde; no sabes si eres tú o el que vive dentro. Ya guiado por una fotografía o en su propia realidad quirúrgica acuña con su puño y los dedos vibrantes que deben buscar acción, por sobre todas las cosas.

Mario conde, artista boliviano

Foto cedida por la Galería Altamira

Esta debería haber sido una entrevista. Hablé con Mario por espacio de más de una hora, pero debo reconocer que me zafé por mucho del género por el que nos sentamos a conversar para descubrir algo más de su vida. Coincidimos ambos que algo no anda bien en el país. El dromedario dormido no ofrece la ficción de soñar, la voluntad de aprender y de luchar por algo. Este quizá sea el motivo por el que acordamos tomarnos este café que se ha convertido en esta crónica que no lleva bandera, que se desacopla, felizmente para hacernos caer en cuenta que su legado hay que expandirlo por doquier.

 

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