Normal People (O la crisis amorosa del mundo contemporáneo)
“El amor se está por reinventar, ya se sabe” Arthur Rimbaud. Una Temporada en el Infierno
Existe, en la contemporaneidad, una batalla generacional marcada por los prejuicios con los que se tilda a un grupo de personas a partir de la década en que nacieron; casi dentro de una lógica segregativa, palabras como “millennial” “boomer” y “centennial”. A algunos se los acusa de conservadores o perpetuadores y a otros de egoístas, irresponsables y cínicos. La transición hacia la modernidad no ha sido sencilla. Así como el adaptarse a la adultez en un mundo que se mueve a tanta velocidad que es difícil aferrarse de cosas solidas.
Dentro de la compleja construcción de la palabra “amor”, parecen no haber muchos caminos de entendimiento; uno puede ser arrogante o poético y entregarse a las estructuras de la narrativa “romantica”, tradicional o no; puede debatir cuestiones psicológicas y filosóficas que lo componen. Según Baldiu, una amenaza. Para Byung-Chul Han, la agonía del Eros. De acuerdo a Bauman, un estado líquido. Y para Sally Rooney, escritora de la novela “Normal People” en la que se basa la exitosa serie de Hulu -que se estrenó a mediados del 2020- una necesidad de pertenencia amarrada con la libertad.
La serie basada en la novela de Rooney narra la historia de Connell y Marianne, pareja de jóvenes cuyas vidas chocan y se entrelazan por primera vez en la secundaria, en algún pequeño pueblo de Irlanda. El primero es una especie de estereotipo de melodrama adolescente; un tipo alto, apuesto, popular, y aun así tímido, sensible e introvertido. La segunda es una antipática de clase alta, que no se mezcla con sus compañeros de curso y que parece estar completamente inconsciente de su claro atractivo. Los dos empiezan un romance secreto, en el que Conell, sin tener claro por qué, prefiere no hacer pública su relación, y gira la cabeza para otro lado cada vez que su compañera es víctima del acoso escolar.
Marianne, traicionando su aparente seguridad y arrogancia, cede a esas condiciones, revelando su gran necesidad de estar con alguien. Estas son las bases para gran parte de las películas y series que apuntan a un público adolescente, condenadas a ser vistas como poco profundas o inteligentes. Sin embargo, Normal People cambia y gira estos arquetipos sobre su propio eje de manera magistral.
En los primeros capítulos, la serie es capaz de tocar temas de clase, depresión, codependecia y machismo. En parte se debe a sus sabias decisiones formales, ya que los aspectos técnicos no solo están para dotar de un carácter de sobriedad a la historia (con actuaciones espectaculares y diálogos naturales), sino que apoyan al tema desde su característica lenta y observadora; la abstracta situación de cómo narrar el amor desde su crisis moderna.
Rooney, que funge también como guionista, no solo se concentra en la conexión emocional e intelectual de ambos personajes, sino también en la sexual (un tema que cobra menos importancia a medida que la serie avanza), ya que ambos parecen caer en una especie de adicción en la que los sentimientos son un problema más que un complemento.
La inhabilidad de Connell de afianzar la relación y su clara confusión al no poder aseverar si esta actitud es un tema de inseguridad propia (de clase y status en la escuela) o si se trata de un compromiso con el concepto de “libertad” con el que lidiara durante toda la serie.
Marianne, es una expresión de la contradicción de co-dependencia, síntoma y palabra muy usada en el mundo contemporáneo; el personaje pinta una imagen de ella que puede desmoronarse frente a su compañero y amante, al venir de un hogar maltrecho y oscuro, lleno de abusos y sin cariño. Su necesidad por una relación afectiva es tan grande que puede resultar peligrosa.
Al final del segundo capítulo, llega a decir: “Podría recostarme aquí, y tu podrías hacer lo que quisieras conmigo, y yo te dejaría”. Lejos de ser una insinuación masoquista, el tono es de reproche y desconcierto, no precisamente contra Conell, sino contra ella misma.
La pareja como diría Bauman mantiene una relación liquida que no puede solidificarse.
Lo brillante de la serie no solo recae en la complejidad de los personajes durante su adolescencia, sino los evoluciona saltando en el tiempo, haciendo que Connell y Marianne se reencuentren una y otra vez a medida que van envejeciendo.
De adolescentes a adultos se introducen en una vida compleja -encuadrada por un Dublin en recuperación económica después de la crisis del 2008– que gira en torno a problemas como el suicidio, la depresión crónica, la insatisfacción sexual y la soledad, hasta el punto de la aparente desesperación. Sin embargo, lo único que es constante en la vida de ambos es la presencia del otro. Cada uno pasa por diferentes parejas, están juntos durante momentos breves para separarse e intentar continuar sin perder el contacto.
Logran cultivar una amistad que es envidiable y sólida. Sosiego que se termina cada vez que sus sentimientos se interponen y los acecha. Hace que huyan el uno del otro, incontables veces, solo para buscarse, encontrarse, y repetir el ciclo.
Sin embargo, en un mundo contemporáneo y más realista, la solución no es tan sencilla.