Me gusta el teatro. Belgrado está con propuestas buenísimas en sus múltiples escenarios. Una de ellas me impulsa a escribir sobre la vida. Como si no fuera que todo el tiempo este y ningún otro tema es lo que en realidad está en el centro de nuestro interés. La vida de cierto es como un rio. Fluye, no se para, tiene sus tiempos propios. Depende de cada uno cuanto se complica. Prefiero hacer la distinción entre lo que es la vida y de lo que somos o quiénes somos. La vida trae consigo leyes que uno no puede cambiar. Aquellos que definen el momento de nuestro nacimiento hasta el detalle de quiénes serán nuestros padres y qué se debe comer para seguir vivo. Esta rara conciencia en medio de todas estas leyes es lo único que me parece que nos define. Llegamos a tocar la vida, apenas a ratos, encarándola frente a frente. El resto es el pobre seguir de la vida; hacer lo que debemos hacer, cocinamos, comemos, conversamos. Gracias a esas tareas tenemos la ilusión de que todo marcha bien. Sin embargo, el tiempo comienza a apretar. Casi se puede sentir como un frio beso en la nuca…o la suave voz que irrumpe los pensamientos.
La tragedia comienza cuando la misma concepción de la vida es o se demuestra que es trágica. Esta por demás claro que todos los seres humanos deben morir. No hay otra opción. La muerte llega tarde o temprano y nunca escuché que alguien al mencionar la muerte grite: ¡¡¡Si que felicidad!!! Esta podría ser la definición de lo trágico de la vida: la inevitable verdad de la existencia de la muerte. De todas maneras nadie demuestra mucha preocupación, nos olvidamos que no estamos para vivir mucho tiempo en esta tierra pues pensamos poco sobre lo que nos está sucediendo.
Mientras escribo trato de pensar que este pequeño e insignificante texto, es solo un montón de letras. No es la vida misma. Aunque estoy segura de que es solo eso, un texto y no la vida misma, también estoy segura de que es un intento de ser honesta. Quiero decir, que vivimos en sociedades poco honestas y es algo que no desaparecerá de un momento a otro. Como si una telaraña hubiera envuelto la humanidad y nadie encuentra cura. Todos están inventando de todo menos la inyección para sanar la humanidad.
Tantas estupideces diarias para seguir viviendo. Tantos libros escritos sobre las sociedades. Prefiero aquellos que en la manera modernista describen las crónicas familiares que viven eterna la transición; lo absurdo de la evolución reflejada en la vida del hombre común, la pérdida de ilusiones, la manipulación sicológica entre padres e hijos; patologías familiares como el reflejo de otras muchas más graves patologías de la sociedad.
Y sigo hablando del hombre común. El acepta la falsa seguridad de la vida que no es otra cosa que la mecanización que lleva al olvido la capacidad de comunicarse en un nivel real y honesto. De modo que aparecen copias idénticas de vidas, multiplicadas al parecer por el mismo molde. Excepciones siempre existen por suerte. Muchos se niegan a admitir que viven una ilusión de la vida creyendo el mito y la fantasía sobre una vida que quisieran tener.
Los ritos pequeños de una vida diaria pueden crear la imagen falsa de que hay algo irreal y mágico en todo esto. Hasta se puede decir que todo lo que uno vive es solo resultado de su imaginación y que lo real esta escondido y existe en algún otro lado. En otro nivel. Parecería que el escenario de la vida está lleno de personajes que viven como si fueran tornillos de una máquina que funciona sin su consentimiento, permiso ni influencia. No hay opción de elección. Se trata de acomodarse dentro de la máquina deseando que aparezca un suceso que cambiará todo y traerá fuegos artificiales, festejo, canto y alegría eterna.
Ese fuego queda inalcanzable para la mayoría. Llevan aguas estancadas dentro de sí y tampoco pueden reconocer las aguas sucias ajenas. Hoy en día se aprenden las emociones a través de los mediocres y perversos programas de televisión. Fantasías estériles; copias de otras fantasías sin vida. Copias humanas. Que decepción al verse inmiscuido en la verdad que nos demuestra la falsedad de esas emociones.
Una vida entera escrita en un par de páginas si nos ponemos de acuerdo. O tal vez la historia se podría prolongar hasta unas doscientas páginas. Igual serán ritos repetidos y nada más. Café, almuerzo, conversaciones sin sentido, salidas nocturnas, festivales de esto y aquello. Nada cambia dijo alguien cantando. Creo en la fuerte intensidad de la vida cuando se chocan dos completamente diferentes contextos de vidas; encuentro de las diferencias inconciliables y sus intercambios explosivos.
El arte de disfrutar las diferencias nos puede conseguir el arte de vivir. No hay que temer de ser diferentes. La columna que nos sostiene rectos no se perderá. Todo lo contrario.