Cambio climático y financiamiento

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Esta semana se inauguró en Varsovia la 19ª Conferencia de las Partes (COP) de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. La reunión anual de los gobiernos y la sociedad civil, que se desarrollará hasta el 22 de noviembre, refleja una vez más las complejidades de un mundo que intenta hacer frente a una crisis ambiental a gran escala.

La reunión de Varsovia tiene lugar en un momento de fenómenos meteorológicos extremos. Filipinas soporta la peor tormenta de su historia, India fue sacudida por un fuerte ciclón, Australia sufrió una ola de incendios, Beijing registró picos en la contaminación del aire, hubo fuertes lluvias e inundaciones en varios países, y una espesa neblina afectó el sudeste asiático.

La concentración de gases de efecto invernadero está aumentando a niveles sin precedentes. En un año, la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera se incrementó en 2.2 partes por millón (ppm), hasta llegar a 393 ppm en 2012, lo que equivale a 141 por ciento por encima del nivel preindustrial de 278 ppm. Y podría alcanzar la marca récord de 400 ppm en 2015 o 2016, según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial, aunque en algunos lugares como Hawái este nivel ya se sobrepasó a principios de este año.

Las señales, tanto en los hechos como lo que anuncia la ciencia, dan temor. Pero todavía no se vislumbra la aplicación de las medidas necesarias para evitar un mayor calentamiento global (mitigación) y hacer frente a los efectos (adaptación).

En Varsovia resurgen las diferencias de enfoques. Los países en desarrollo aspiran a que ésta sea la “COP del financiamiento”. Están unidos en la búsqueda de que los países desarrollados cumplan su compromiso de movilizar 100,000 millones de dólares por año para 2020, lo que permitiría la adopción de imperiosas medidas climáticas, como los cambios tecnológicos, la sustitución de las fuentes de energía, el mejoramiento de la eficiencia energética, el rediseño de los edificios, el cambio de los combustibles utilizados en los vehículos y el detenimiento de la deforestación.

Para comenzar, los países desarrollados prometieron 10,000 millones de dólares al año para el periodo 2010-2012. Ese período ya terminó y no hay un compromiso concreto para la ampliación de los fondos de 2013 a 2020. Esto resulta desalentador, sobre todo porque los gobiernos de estos países han hecho hincapié en la falta de fondos y en que una gran parte del dinero está disponible en el sector privado. Pero ésta no es la manera en que suelen brindarse los recursos financieros en la relación Norte-Sur.

Por otra parte, los principales países desarrollados están más interesados en lograr que los países en desarrollo se comprometan a aplicar medidas de mitigación. La Unión Europea quiere que todos los países asuman en Varsovia un compromiso para reducir sus emisiones en 2014. Argumenta que los compromisos deben ser evaluados por otros países y, en lo posible, sus niveles deben ser revisados con miras a aumentarlos. Luego serán considerados como compromisos de un acuerdo a adoptarse durante la COP 21, que se celebrará en 2015 en París, y debe aplicarse a partir de 2020.

Varios países en desarrollo consideran que esta propuesta es prematura. Antes de comprometerse, pretenden negociar y aclarar las reglas, e insisten en que los países desarrollados y en desarrollo deben asumir compromisos diferentes, tal como surge del mandato de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Además, quieren asegurarse de que los recursos financieros y la transferencia de tecnología sean adecuados y que estén realmente disponibles.

Para los países en desarrollo, el acuerdo debería incluir las negociaciones de estos compromisos financieros y tecnológicos, además de las cuestiones de mitigación o reducción de las emisiones, junto con los temas de adaptación. No puede haber un acuerdo solo de mitigación.

Otro tema importante es el tipo de compromisos de mitigación de los países desarrollados y en desarrollo.

El acuerdo a firmarse en 2015 dice “aplicable a todos”, pero hay diferentes interpretaciones de esto. Varios países en desarrollo, haciendo referencia al principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, argumentan que el acuerdo se aplicaría a todos los países firmantes, pero no de una manera uniforme. Debe haber una diferencia cualitativa entre los compromisos de los países desarrollados, que fueron los principales causantes del cambio climático por sus emisiones históricas de gases de efecto invernadero, y los de los países en desarrollo, que aún están en un nivel económico más bajo y necesitan margen para desarrollarse. No obstante, los países desarrollados consideran que todos los países deberían tener los mismos niveles de obligatoriedad jurídica, así como de obligaciones en materia de reducción de emisiones. Cualquier diferencia se referiría principalmente a los plazos para su ejecución.

La adaptación es otro tema importante en la reunión de Varsovia. Los países en desarrollo quieren adoptar medidas para reducir el impacto del cambio climático construyendo sistemas de drenaje para amortiguar las inundaciones y diques para protegerse del aumento del nivel del mar, obteniendo variedades de cultivos más resistentes. Pero los fondos ya escasos para la adaptación se reducen cada vez más.

Vinculado a esto está el aspecto de cómo abordar “los daños y perjuicios” causados por el cambio climático. La COP 18, celebrada el año pasado en Doha, acordó seguir trabajando sobre este tema y desde entonces ya se han celebrado varias reuniones. Se encomendó a la COP de Varsovia que establezca “acuerdos institucionales”, como un mecanismo para daños y perjuicios. Un aspecto clave es el otorgamiento de fondos y la forma de proporcionarlos a los países que sufren los efectos del cambio climático.

Martin Khor, fundador de TWN y director ejecutivo de South Centre.