La costosa adicción de Latinoamérica a las materias primas

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Chile es uno de los pocos países que ha logrado romper esa dependencia y tornarla en una ventaja

¿Por qué Chile regularmente se ubica en los primeros lugares de los ránkings económicos de Latinoamérica? La respuesta a esta pregunta está en una combinación de factores, pero hay algunos que son más obvios que otros: el buen manejo de los recursos naturales es uno de ellos.

Si bien una mayoría de países latinoamericanos han sido dotados con abundantes riquezas naturales -cobre en Chile, petróleo en Venezuela, plata en México y Perú – muy pocos han sabido sacar provecho de esa relación sin crear una dependencia.

Históricamente, Latinoamérica ha basado su crecimiento económico casi exclusivamente en la explotación de los recursos naturales, y eso ha provocado que en la actualidad muchos países de la región se encuentren con economías poco diversificadas y excesivamente dependientes de sus materias primas.

Nada menos que el 93% de la población de América Latina y el 97% de la actividad económica de la región reside en países que son exportadores netos de ‘commodities’, según el Banco Mundial.

La dependencia de la región en sus materias primas ha caído del 86% en los años setenta a poco más del 50% en los últimos años. Pero en contraste, los países del sudeste asiático redujeron esa relación del 94% al 30% en el mismo periodo.

En 2010, por ejemplo, casi una cuarta parte de los ingresos fiscales de los países de la región derivaban de las materias primas, en contraste con el 9% de los países desarrollados. Esto pone a la región a merced de las volatilidades de los mercados globales.

Pero esta “maldición” puede romperse sin conjuros ni pócimas, y un ejemplo claro es el caso de Chile que ha sabido capitalizar sus recursos y resguardarse de los vaivenes de la economía internacional.

Como el mayor exportador de cobre en el mundo, el país sureño basa dos tercios de su economía en este preciado metal. Un manejo adecuado de este recurso le ha permitido diversificar sus exportaciones, mantener un equilibrio en sus cuentas públicas y evitar endeudamiento externo.

Los excedentes en época de bonanzas ahorrados en un Fondo de Estabilización Económica y Social – que derivó del fondo de estabilización del cobre-, han ayudado a Chile a hacer frente sin muchos traumas a los shocks externos como el de 2008, y a su vez invertir en programas de reducción de la pobreza y fomento de la educación.

Este tipo de medidas, opinan los expertos, son necesarias y pueden ser fácilmente exportables a otros países de la región que se beneficien de sus recursos naturales de forma responsable y con perspectiva de futuro.

“Si en los próximos años los países de la región no logran diversificar sus economías y que las empresas innoven más, aparte de crecer por debajo de sus posibilidades, dependerán de la volatilidad de los mercados externos”, afirma Jamele Rigolini, economista del Banco Mundial.

Brasil busca la luz

Otro de los países que está tratando de superar esta dependencia generalizada de los recursos naturales es Brasil. Con su vasto territorio, un desarrollo agrícola que compite con las principales economías del mundo, y sus interminables recursos naturales y minerales, el gigante sudamericano sería un candidato típico a ser adepto de sus materias primas.

Pero consciente de este riesgo, Brasil está tratando de fomentar otros sectores para diversificar su economía. Muestra de ello es que, a parte de su pujante sector financiero, ha desarrollado con éxito la industria aeronáutica, automotriz o tecnológica. La empresa brasileña de aviones Embraer, por ejemplo, figura entre los cinco mayores fabricantes de aviones del mundo.

En esta lucha de la región por romper con la “maldición” de los recursos naturales y sacarles el máximo partido sin olvidar desarrollar otros sectores que diversifiquen las economías, también se encuentra Argentina, que recientemente lanzó una misión satelital.

En el Caribe, Jamaica está sumando esfuerzos para, a través de “Digital Jam”, convertirse en un hub tecnológico al servicio de la nueva economía digital, en un intento de emular al Silicon Valley californiano.

En la medida en que se apliquen buenas políticas públicas, la abundancia de recursos naturales, no necesita convertirse en una malsana dependencia de los mismos, según afirman los expertos.

La clave, entonces, reside en dos palabras: diversificación e innovación.

 

Robert Valls es productor online del Banco Mundial