Michelle Bachelet promete un Chile más justo

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Michelle Bachelet, la nueva presidenta de Chile, pronunció desde un balcón del Palacio de La Moneda, frente a cientos de seguidores, el primer discurso de su segundo mandato. No dijo nada que no hubiese dicho antes decenas de veces. Pero esa previsibilidad propia de las democracias maduras era su mejor carta de presentación. La sociedad chilena ha dejado de ilusionarse con las grandes palabras. Solo espera que se cumpla lo prometido. Y prueba de ello es que, antes de asumir la presidencia, Bachelet se ha visto obligada a prescindir de cuatro miembros de su equipo. Los estudiantes, los movimientos sociales y la prensa han puesto muy alto el listón de las exigencias democráticas.

Esta pediatra de 62 años, separada y con tres hijos, había prometido muchas veces que su objetivo prioritario era combatir la desigualdad. Y en su discurso insistió en que “el único gran adversario de Chile” se llama desigualdad. Recordó que es hija de la educación pública y volvió a resaltar la importancia de una gran reforma que garantice la educación gratis y de calidad. Afirmó que Chile no es sólo “un listado de indicadores o estadísticas”, en alusión al crecimiento sostenido durante cuatro de un 5,5% que dejó al margen de las mejoras a millones de personas. Aseguró que al salir de La Moneda espera dejar un país mucho más justo. Dijo que el tiempo disponible es escaso aunque piensa aprovecharlo al máximo. Pero advirtió: “Porque tenemos urgencia, no podemos apresurarnos”.

La jornada comenzó con la ceremonia solemne del traspaso de poderes. El protocolo en Chile fija que la ceremonia de traspaso entre jefes de Estado sea rígida, sin discursos ni declaración de intenciones. Pero la alegría se coló en medio de la grave pompa republicana. La historia parecía hacer justicia al mandatario derrocado Salvador Allende (1970-1973), a su fiel general Alberto Bachelet, muerto después de ser torturado por los pinochetistas en 1974, y a todos los que lucharon por la llegada de la democracia en 1990. A Bachelet no se le borró la sonrisa en 45 minutos.

Era la segunda vez en 24 años que una formación le entregaba el poder a sus opositores. La anterior se produjo en 2010 cuando Bachelet le entregó la banda presidencial a Sebastián Piñera. Y en ambas ocasiones ha sido notable la madurez democrática chilena.

La toma de posesión se celebró en el Congreso de Valparaíso, a 120 kilómetros de Santiago, donde el régimen de Augusto Pinochet trasladó el Poder Legislativo. Por primera vez en dos siglos una mujer asumió la presidencia del Senado. Era La socialista Isabel Allende, de 69 años, quien se emocionó al recordar a su padre: “Sé que él estaría orgulloso de ver a su hija en esta testera [mesa presidencial]”. Y por primera vez, una mujer volvía a ser presidenta, después de haberlo sido entre 2006 y 2010.

Fue Allende la encargada de preguntar de forma solemne a Bachelet: “Señora presidenta electa, ¿jura o promete desempeñar fielmente el cargo de presidente de la República…? Y la nueva presidenta de un país donde el 67% de la población se considera católica, donde el aborto continúa penalizado y donde no está permitido el matrimonio entre personas del mismo sexo, eligió prometer en vez de jurar.

Acudieron a la cita el mandatario ecuatoriano, Rafael Correa, el uruguayo, José Mujica, la argentina, Cristina Fernández, la brasileña, Dilma Rousseff, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, y Felipe de Borbón, entre muchos otros dignatarios. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, renunció al viaje a última hora sin explicar públicamente la razón. Le representó su ministro de Exteriores, Elías Jaua, quien declaró que Maduro había sufrido un intento de derrocamiento en los últimos días. La crisis política venezolana ha generado la principal fisura entre los partidos que integran la Nueva Mayoría de Bachelet. Los democristianos condenan la actuación de Maduro contra las protestas mientras el Partido Comunista lo respalda.

El expresidente Sebastián Piñera se retiró de la ceremonia conduciendo su propio coche. Deja La Moneda con un 50% de respaldo frente al 84% con que se fue Bachelet en 2010. Pero no esconde sus intenciones de regresar a la presidencia. Para despedirse de la guardia de La Moneda Piñera eligió un elocuente “hasta pronto”.

Pocas horas antes de dejar el Ejecutivo firmó un decreto que posibilitó a los funcionarios de su Gobierno eliminar correos electrónicos personales de los servidores públicos. La Fiscalía de Santiago, que está cursando investigaciones en ocho ministerios, ordenó a los funcionarios de estas carteras que “no borren ni eliminen” los archivos. La Administración de Bachelet también reaccionó con molestia: “Es una pésima señal en materia de transparencia y constituye un incumplimiento del propio compromiso del presidente de que iba a entregar toda la información a las nuevas autoridades”, afirmó el portavoz del Gobierno, el ministro Álvaro Elizalde. Ésa fue la nota disonante en una jornada marcada por un traspaso de poderes ejemplar.