La batalla por el control de datos apenas comienza
Steve Baccus, un granjero estadounidense, presidente de la Kansas Farm Bureau, hizo un viaje a Washington en abril de 2014 como parte de lo que llamó “un esfuerzo educativo” para informar a los representantes sobre la cosecha de datos y “sus implicaciones para nuestros agricultores y ganaderos”.
La cosecha en cuestión es la recolección por parte de grandes compañías de semillas, Monsanto en particular, de enormes cantidades de información mediante el uso de sensores instalados en los tractores y otras máquinas agrícolas. Las empresas dicen que estos sensores ayudan a aumentar los rendimientos de los cultivos mediante la medición y evaluación de las condiciones del suelo y la siembra, entre otras variables. Esa información, enviada por Internet automáticamente desde el tractor a la empresa, a veces sin conocimiento del granjero, les permitiría a las empresas preparar semillas optimizadas para el suelo de cada finca, así como la historia de enfermedades y plagas en la zona.
Monsanto llama a esto una “Green Data Revolution”, término que mezcla la “revolución verde” del siglo XX, basada en el uso intensivo de fertilizantes y pesticidas junto a semillas adaptadas genéticamente para resistirlos, con la “data revolution”, término que denomina a las técnicas de predicción basadas en el análisis de enormes cantidades de datos. Para comandar esta revolución, Monsanto compró las empresas Precision Planting, fabricante de maquinaria agrícola, y Climate Corporation, una firma de análisis de bases de datos.
Por su parte, DuPont Pioneer, el otro gigante de la biotecnología, se ha asociado con el fabricante de maquinaria agrícola John Deere para proporcionar “servicios de decisión” que utilizan datos proporcionados por los agricultores para elaborar “recetas electrónicas” que envían al tractor en el campo, equipado con sistemas GPS de rastreo satelital, la proporción de semillas y fertilizantes que debe utilizar en la siembra del terreno donde se encuentra.
La perspectiva de compartir detalles íntimos de sus operaciones con las empresas ha generado preocupación entre algunos agricultores, ya que las empresas podrían aprovechar la información para sus propios fines o venderla a otras entidades, como los operadores en los mercados de commodities. Mediante la recopilación de información directamente de los tractores en el momento de la siembra, las empresas podrían hacer estimaciones sobre la cosecha varias semanas antes (y con mejor precisión) que el propio gobierno de Estados Unidos. Esta información puede ser usada para especular con los precios futuros de productos básicos, generando fluctuaciones de precios que pueden dañar a los propios agricultores que proporcionan los datos pero no controlan su uso.
En respuesta a estas inquietudes, Lynn Jenkins, representante por Kansas, informó a sus representados que la opinión predominante en Washington es que “la información y la utilización de los datos es el camino del futuro”. Reconoció que la privacidad es un problema y les escribió a los granjeros que “al igual que nuestro gobierno federal se preocupa por la privacidad en el manejo de la información de la NSA (National Security Agency) debemos mantener una adecuada protección de la privacidad de los individuos ante las corporaciones”.
Una portavoz de DuPont dijo que la empresa respeta las leyes sobre privacidad, pero instó a los agricultores a “siempre leer y comprender los términos y condiciones de cualquier servicio que suscriban, ya que cada empresa tiene sus propias políticas y disposiciones”.
Estas declaraciones no son muy tranquilizadoras, a la luz de las sistemáticas y bien documentadas violaciones de la privacidad por parte de la National Security Agency (NSA). La presidenta brasileña Dilma Rouseff, cuya computadora personal estaba entre las espiadas, dijo ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que “ha llegado el momento de crear las condiciones para evitar que el ciberespacio sea utilizado como arma de guerra, espionaje y sabotaje”.
Pero mientras algunos quieren controlar el poder de empresas y gobiernos sobre los datos, otros quieren “desencadenarlo”. En una columna que escribió para el Wall Street Journal, el primer ministro británico, David Cameron, elogió la “data revolution” que permitiría “profesionalizar los servicios de aduanas y habilitar a los agricultores (del Tercer Mundo) a acceder a información sobre los precios por el teléfono móvil y utilizar fotografías satelitales para mapear parcelas de tierras y facilitar la creación de derechos de propiedad”.
Los gobiernos que acaban de negociar en las Naciones Unidas los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible quitaron de la larga lista de ciento setenta metas todas las menciones a esta “revolución de datos” que abundaban en los borradores. Sin embargo, a pesar de esta renuencia de los países miembros, el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, ha hecho saber a través de su asesora sobre la agenda Post 2015, Amina J. Mohammed, que es “inminente” el lanzamiento de un “grupo asesor independiente” sobre la “Revolución de Datos para el Desarrollo”.
La batalla por el control de los datos apenas si ha comenzado.