La intervención militar en Siria que se inicia en la madrugada del martes 23, es un regreso a los tiempos de George W. Bush con su doctrina de la acción preventiva y unilateral que se utilizó para invadir a Irak en 2003 y derrocar a Saddam Hussein. En el uso de información falsa y justificaciones arbitrarias para llevar adelante un plan establecido, la situación de Siria se acerca a la de Irak cuando es invadido.
Este comienzo en Siria consistió en un bombardeo a través de incursiones aéreas y lanzamiento de misiles a localidades bajo control terrorista llevado a cabo por Estados Unidos y un grupo reducido de países árabes. Estados Unidos justifica el bombardeo porque posee información de que los grupos terroristas estacionados en Siria y que el Ejército Árabe Sirio no ha podido liquidar, harán atentados en Estados Unidos y sus aliados. La latitud de esta información que no se puede evaluar si es falsa o verdadera, es enorme y permisiva.
Bajo esta premisa se puede emprender cualquier acción. Como no se hizo en consulta con el Consejo de Seguridad para respetar el Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas, el bombardeo es un ataque directo al multilateralismo. Estados Unidos al aplicar la acción preventiva sin aprobación del Consejo de Seguridad, con información propia y compartimentada en un grupo reducido de aliados, viola directamente la Carta de la ONU al penetrar el espacio aéreo de Siria.
Estamos en presencia de un nuevo golpe al multilateralismo que establece un precedente negativo, similar al de la invasión a Irak en 2003, si bien en otra escala, de dimensiones políticas igualmente complejas.
La Casa Blanca ha declarado que será una intervención prolongada hasta que se erradique el peligro terrorista que proviene de varios grupos organizados, entre ellos el Ejército Islámico o DAESH en el acrónimo árabe y aunque no se declare abiertamente, el secreto a voces es que es una operación militar prolongada abre otra oportunidad para desbancar finalmente al gobierno que encabeza el presidente Bashar al-Assad.
Los miembros árabes de la coalición que participaron en los bombardeos como Arabia Saudí, Qatar, Jordania, Bahrein, y los Emiratos Árabes, han sido los países que han liderado el plan de derrocar a Assad y que más financiamiento han aportado para este propósito, precisamente para inyectar mercenarios de todo tipo incluyendo terroristas en Siria. Sería otra paradoja más, en un conflicto que las ha tenido por centenares, que este esfuerzo de guerra prolongada contra el terrorismo en Siria, se convirtiera en el fortalecimiento del actual gobierno en Siria.
Por el volumen gigantesco de la inversión para cumplir con este objetivo, por el daño humanitario provocado y por la necesidad de limpiar imagen, la última salvación del desastre total para Estados Unidos y la coalición en la operación cambio de régimen en Siria, es que Bashar al-Assad finalmente deje el poder en esta coyuntura.
En las últimas tres décadas a partir de Kosovo, incluyendo la invasión a Irak en 2003 y ahora con este bombardeo, Estados Unidos está marcando precedentes peligrosos porque se demuestra que, con estas intervenciones no existe un instrumento multilateral empoderado y eficaz, mermando así las posibilidades de tejer un orden mundial a partir de la comunidad de naciones, concretamente Naciones Unidas.
Es la democracia global la afectada, porque el ejemplo de un poderío omnipresente y hegemónico no contribuye a generar confianza en el sistema internacional. Esta nueva violación a la Carta, reduce aún más las escasas posibilidades de fortalecer el multilateralismo y elevar las capacidades de los países para abordar los desafíos de la globalización en un clima de equilibrios y sin condicionamientos.
El que en forma masiva los países que participan en esta Asamblea General no hayan invocado el respeto a la Carta de Naciones Unidas y condenado el proceder unilateral de Estados Unidos y un grupo muy reducido de aliados, no significa que se esté avalando el hecho. Sin embargo refleja una vez más la fragilidad del sistema que engloba Naciones Unidas y es un gran retroceso respecto al rechazo masivo de las naciones a la invasión a Irak en 2003.
Además del reclamo airado de los principales aliados de Siria como Rusia e Irán, y de una tibia y cautelosa China, ha habido excepciones significativas en la región. La presidenta del Brasil Dilma Rousseff, al condenar el bombardeo en la Asamblea General de la ONU, ha demostrado convicción por los ideales de la paz y los equilibrios en el mundo que forman el principio rector de este organismo. Al estar disputando una reñida confrontación electoral por la reelección, ha demostrado doblemente una valentía inusual en los políticos contemporáneos.