La inversión de las inversiones

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Según la Real Academia Española, “inversión” quiere decir “el cambio, sustituyéndolo por su contrario, del orden o el sentido de las cosas”, pero también puede ser “el empleo, gasto o colocación de un caudal”. No hay tal ambigüedad en inglés, donde the inversion of investments no es un juego de palabras, sino una maniobra de grandes corporaciones para cambiar (inversion) la sede legal de sus capitales (investments) y así pagar menos impuestos en su país de origen.

En Estados Unidos, la maniobra se realiza mediante la adquisición por parte de una empresa de una firma pequeña en un país que cobre menos impuestos, para luego trasferir formalmente la sede global (y las ganancias declaradas) al exterior, pero sin mover las operaciones ni la gerencia.

El servicio de investigación del Congreso (Congressional Research Service – CRS) de Estados Unidos registra veintinueve casos de “inversión” en dos décadas, entre 1983 y 2004. Helen of Troy, propietaria de las marcas Dr Scholl’s, Revlon y Vicks, entre otras, pasó a domiciliarse en Bermudas en 1994. El fabricante de ropa interior Fruit of the Loom se mudó a las islas Caimán en 1998 y las empresas consultoras Accenture y PwC se mudaron a Dublín y Londres, respectivamente, en los primeros años del nuevo milenio.

La tendencia se aceleró a partir de 2004 y en una década los investigadores del Congreso identificaron cuarenta y siete “inversiones”. A mediados de 2014, The Wall Street Journal reportó un boom, con la emigración a Irlanda de la bananera Chiquita y Burger King dispuesta a convertirse en canadiense, para lo cual se fusionaría con la cadena de cafeterías Tim Hortons. Las acciones de varias empresas farmacéuticas y de salud comenzaron a subir de precio en la bolsa, en previsión de similares mudanzas ficticias, que les redundarían en jugosas ganancias. En contrapartida, el servicio de investigación del Congreso estimó en 2,000 millones de dólares al año los impuestos que se dejarían de cobrar.

En un intento por detener esta sangría, el Departamento del Tesoro (ministerio de economía) de Estados Unidos anunció a fines de setiembre una serie de reglas de aplicación inmediata para, por ejemplo, impedir que las ganancias formalmente acumuladas en la sede del exterior vuelvan al país. De esta manera los accionistas norteamericanos de una empresa no podrán beneficiarse de la “inversión” (en el sentido de cambio de sede) de sus inversiones.

El presidente Barack Obama dijo que es “antipatriótico” mudar al exterior la sede legal de las empresas. Martin Regalia, principal economista de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, le respondió que es necesario que esas ganancias retornen “para ayudar a crear empleo, ingresos y crecimiento económico aquí”.

La “exportación de impuestos” no es un fenómeno exclusivo de Estados Unidos. A principios de octubre, el diario argentino Página12 reveló que varias docenas de empresas habían cambiado de domicilio y se declaraban controladas por una empresa española. El artículo 22 del convenio impositivo entre ambos países disponía que los residentes del país europeo accionistas o socios de una empresa argentina no estaban sujetos al impuesto sobre los bienes personales por la tenencia de esas participaciones.

Además, la táctica era usar las Entidades de Tenencia de Valores Extranjeros (ETVE), un tipo de sociedades que poseía un tratamiento fiscal especial en España. Sus socios estaban eximidos de la imposición de los dividendos y participaciones en beneficio de empresas extranjeras y no debían pagar el impuesto a la renta por la distribución de esos beneficios. La lista de evasores incluye a Techint, Monsanto, Quilmes, Danone, Wal-Mart, Peugeot-Citroën y Bayer.

Argentina denunció el tratado bilateral con España en 2012 y, tras dos años de investigación por parte de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), cuarenta firmas aceptaron pagar cuatrocientos setenta millones de pesos (unos cincuenta y cinco millones de dólares al cambio oficial) de impuestos evadidos.

Mientras tanto, los evasores encontraron un inesperado defensor en Bono, el cantante del grupo de rock U2, conocido por sus campañas filantrópicas en favor de los pobres en África. Hablando de su Irlanda natal, Bono defendió la “competitividad impositiva” en entrevista con The Guardian, ya que “los países pequeños y sin recursos naturales tenemos que atraer gente”.

Pero en la suma, lo que Irlanda gana es muchísimo menos que lo que otros pierden y el resultado global es negativo. El organismo regulador de competencia de la Comisión Europea acaba de concluir, por ejemplo, que Apple se ha ahorrado 9,000 millones de dólares gracias a un acuerdo especial con el gobierno de Dublin por el cual el fabricante de teléfonos y computadores ni siquiera pagaba el magro quince por ciento de impuesto a las ganancias empresariales que cobra Irlanda (contra más de treinta por ciento en Estados Unidos).

Por coincidencia, el último disco de Bono está siendo distribuido gratuitamente por Apple a quinientos millones de usuarios de su servicio iTunes. En una curiosa inversión, en vez de vender su música a millones de consumidores, Bono pasó a tener un solo cliente. El álbum se llama “Canciones de Inocencia”.

Roberto Bissio es Director del Instituto del Tercer Mundo (ITeM).

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