Las banderas de la unidad

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La hemos oído hasta el cansancio. La lógica de afrontar la contienda electoral y hacer frente a la candidatura de Evo Morales pasaba -a la luz de la postura de partidos de oposición – por buscar la unidad. Abanderó la misma Unidad Nacional. Su candidato, no escatimó esfuerzo alguno en plantear la tesis de un solo bloque con el propósito de evitar la dispersión del voto emulando lo acontecido en el Beni. Se oía: unidos podemos derrotar a Evo, o cuando menos llegar a una segunda vuelta,  eso sí, y lo vimos enseguida, todos reclamaban la titularidad de la candidatura ufanándose de una mayor popularidad. En todo caso, no fue Samuel Doria Medina el único en abanderar la premisa de un solo bloque. Organizaciones de diversa índole e incluso agrupaciones políticas y ciudadanas que reunían a intelectuales de reconocida trayectoria, izaron las banderas del bloque único, en algunos casos, sobre la base de lineamientos de naturaleza programática que cuando menos tendían a la sostenibilidad de una posible alianza.

Lo más relevante, sin embargo,  pasó por la directriz que articuló la estrategia electoral de Unidad Nacional. En todo momento buscaron introducir en el colectivo la idea de que la unidad era el único camino para derrotar al Gobierno. La estrategia fue persistir en posicionar como un imperativo, el concepto de unidad y a partir de ahí, generar una presión social que obligue a todos los partidos y agrupaciones de oposición, a enfilarse en torno a una candidatura. UN buscaba, como es lógico suponer, el reconocimiento al liderazgo de su jefe nacional. No sólo eso. También insistieron en un plan mediático dirigido al elector, a fin que éste no tenga más de dos opciones, la oficialista y la opositora, como no, ¡fruto de la unidad!

Conocido por todos es lo que efectivamente le paso a la muletilla que tuvo en Samuel y en sus más cercanos colaboradores, a sus máximos exponentes. Y así les fue. El resultado a favor del binomio oficialista fue contundente. Lo alerté en su momento. Más allá del indiscutible peso electoral de Evo y Álvaro García Linera, hubo un electorado que repudió la falta de capacidad de la llamada oposición precisamente para ser consecuente con el discurso. Sí señor, con el discurso de la unidad, con el eslogan de que unidos podemos vencer.  Se clamó a los cuatro vientos por aquella y se hizo propia del discurso para mostrar seriedad, sentido de oportunidad, de ubicuidad y de supervivencia. Bueno, ya sabemos cómo terminó Juan del Granado (por cierto, soy uno de los convencidos de que no merecía ese final) y cómo está constituida la Asamblea Legislativa en la que cómodamente el MAS, tiene 2/3.

Resulta ahora que lo que fue unidad para el 12 de Octubre ya no cabe para marzo 2015. Si la unidad era válida para hacerle frente a Evo, para las elecciones municipales ya no lo es. Toda esa perorata de que es posible construir un mejor país y hacer frente al agravio a los derechos humanos, a la intervención del poder político en la justicia, a la persecución con fines políticos, bla, bla, bla, quedó ahí. El discurso de la unidad había servido para apalancar candidaturas y no para lo que se decía iba a servir. Y es que con la misma facilidad con la que se la anunciaba, se develó el manto que enseña que en política todo es posible, menos lo que uno piensa, ¡menos unidad!

Termino aquí: la visión de generar pequeños reinados en una óptica que no lee la realidad y que sigue anclada en posturas pasadas, es la antítesis a la vergonzosa manera en la que se trató a la ya citada muletilla. El MAS sigue en campaña, con gabinete político fortalecido. La oposición, diezmada y perdida entre intereses personales y grupales, contribuye con sus contradicciones. En definitiva, todo parece indicar que marzo cobrará factura a una oposición que no dio talla y que mintió a la hora de hablar de unidad.

 

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