El miedo de los colombianos que viven en Venezuela

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Desde el taller de Miguel*, un mecánico colombiano en Caracas, se pueden ver los inconfundibles cerros forrados con casas informales de Petare, uno de los mayores barrios populares de la capital venezolana.

“Si sacan a todos los colombianos de acá, esto queda solo”, dice, en referencia a la población de uno de los barrios más densamente poblados de Venezuela; conocido por ser el albergue de muchos de los colombianos que viven en este país.

Miguel teme convertirse en uno más de los miles de colombianos que son y han sido deportados de Venezuela en los últimos años, sobre todo, desde que el presidente Nicolás Maduro lanzó una política para “acabar con el paramilitarismo en Venezuela” que incluye el cierre parcial de la frontera y el estado de excepción en 13 municipios fronterizos.

La estrategia se denomina Operación de Liberación del Pueblo (OLP) y en ella se han allanado decenas de barrios populares que, según el gobierno, estaban controlados por bandas armadas.

Alrededor de 1.400 personas han sido deportados y unas 18.000 han dejado el país por voluntad propia según la ONU.

El mecánico, vestido con una desgastada gorra de Petróleos de Venezuela (PDVSA), le cuenta a BBC Mundo que llegó al país hace seis años, desplazado de la violencia colombiana en el Magdalena Medio, una zona de presencia paramilitar y guerrillera en el centro de Colombia.

“Desde que llegué no había necesitado la cédula venezolana hasta ahora, que empezaron a llevarse a todos los colombianos”, señala.

Su situación es la misma de muchos de sus compatriotas que están en Petare: lejos de su país natal hace 10, 20 o 30 años, ahora se enfrentan a una rigurosa política de deportación de indocumentados.

Tierra de colombianos, pero ¿cuántos?

La inmigración a Venezuela es un fenómeno de décadas que se vio favorecido por la bonanza petrolera del país, iniciada en los años 50, profundizada en los 70.

Con altas y bajas, el país petrolero se convirtió en un sitio de prosperidad para millones de europeos y latinoamericanos, entre estos últimos la mayoría siempre fueron colombianos.

El gobierno venezolano afirma que más de 5 millones de colombianos viven en Venezuela, aunque el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) de Colombia dice que son poco menos de un millón.

En Sucre, el municipio donde está Petare, el censo de 2011 contó solo 1.629 colombianos, según el gubernamental Instituto Nacional de Estadística.

Pero la alcaldía del municipio, gobernada por la oposición, estima que unos200.000 colombianos viven allí, lo que constituye un 25% de la población del barrio popular, según cifras entregadas a BBC Mundo.

Un hombre, dos cédulas

Gilberto Gonzáles repara muebles en unas de las extensiones del mercado popular Mesuca, en Petare.

Orgulloso, muestra que tiene las dos cédulas: la colombiana y la venezolana, que obtuvo en 2003 después de que el entonces presidente, Hugo Chávez, decretó un mecanismo que facilitó la naturalización de miles de colombianos.

También muestra orgulloso un afiche que tienen en su establecimiento de la selección Colombia.

En el Mundial de 2014, los goles del equipo colombiano se gritaron en Petare como si fuera un cerro de Bogotá o Medellín.

Hace unos meses, González recuerda, “la Guardia Nacional se llevó a 12 colombianos de acá”, de uno de estos locales que por las noches es un concurrido bar.

González dice que es afortunado, porque en 2013, cuando se le venció la cédula, la pudo renovar y extender, a diferencia de muchos compatriotas que no pudieron extender su residencia.

Política de deportaciones

Tanto los que fueron expulsados antes como quienes salieron después del cierre fronterizo han denunciado que no se respetó el debido proceso y se violaron sus derechos humanos.

Este año se han deportado de Venezuela casi 4.000 colombianos, según cifras de Migración Colombia, una cuarta parte en las últimas dos semanas.

En los años 2013 y 2014 deportaron a 2.614 y 1.772 colombianos, respectivamente, mientras que en 2011 y 2012 fueron 223 y 131.

La mayoría de los deportados son colombianos indocumentados, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur).

“Venezuela no tenía un sistema de recepción de extranjeros en los 80 y 90, cuando llegaron todos estos colombianos que huían de la violencia y buscaban una mejor situación económica”, le dijo a BBC Mundo Martin Gottwald, representante de Acnur en Colombia y Venezuela.

“La palabra ilegal o legal es relativa en el contexto venezolano. Hubo colombianos que recibieron documentación en 2004, pero se les venció en 2014 y otros que son padres de familia de niños venezolanos. La indocumentación no es automáticamente razón para deportar”, dijo el funcionario.

El problema de la cédula

Aunque el gobierno hace con frecuencia operativos para facilitar la renovación de cédulas, colombianos con los que habló BBC Mundo se quejan de lo difícil que es hacerlo.

Alicia, una colombiana en Petare, dice que por estos días se están cobrando hasta 50.000 bolívares -equivalente a seis salarios mínimos mensuales- para sacar una cédula sin tener que recurrir a las vías formales, que son mucho más baratas pero dispendiosas.

“Yo no puedo pagar eso y todas las idas a los sábados de cedulación han sido una pérdida de tiempo”, expresa, sobre uno de los programas gubernamentales de emisión de documentos.

No tener identificación implica otro inconveniente por estos días: Alicia no puede comprar productos básicos a precio regulado, que es mucho menor que el precio libre, porque desde hace un año la compra de esos bienes se hace por número de cédula.

La colombiana, además, perdió hace unos días su trabajo en una cafetería, porque sus jefes -según ella- prefirieron no arriesgarse a que los sancionen por contratar colombianos indocumentados.

Alicia habla con BBC Mundo en una de las empinadas calles de Petare, por la que de repente pasa una camioneta de la Guardia Nacional Bolivariana.

Ella la señala, hace un gesto de nerviosismo y, una vez el carro se va, dice: “No joda, cada que los veo me asusto”.

Eulogio, su esposo, un carpintero también colombiano pero con cédula venezolana, dice que la decisión de volver a Colombia es como estar entre la espada y la pared.

Se irían por la tranquilidad de su esposa y el futuro de sus hijos, dice. Pero sería, también, dejar toda una vida atrás.

Eulogio muestra una casa de ladrillos que está construida sobre otra de manera improvisada.

Y dice: “¿Sí ves esa casa? La construí yo mismo, y no te imaginas lo que me costó. ¿Cómo la voy a dejar ahora y volver a empezar en Colombia otra vez?”

 

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