AL: la necesidad de desengancharse de las materias primas
América latina vivió una década dorada económica (2003-2013) gracias a la bonanza de las materias primas. Y esas materias primas son las que con su bajada provocan la actual coyuntura de ralentización (2013-16). De cara al futuro los países latinoamericanos no deben esperar a nuevas subidas de los commodities para crecer sino que están obligados a llevar a cabo ajustes y profundas reformas.
La bonanza de las materias primas empujó el crecimiento de las economías y posibilitó que los gobiernos expandieran el gasto público, sobre todo en áreas sociales. Lo cual implicó que más de 70 millones de latinoamericanos dejaran de ser pobres y 50 millones se unieron a la clase media en la última década.
Si en los 1990, el 50% de la población regional era pobre y el 20% de la clase media, ahora este porcentaje se ha transformado: los pobres representan el 25%, mientras que la clase media es del 34%.
La droga de las materias primas
Pero a la vez, las materias primas acabaron siendo para la región una droga de la que era difícil desengancharse.
La importancia de las materias primas en la economía de América Latina creció en los años de bonanza:en 2004 el peso de las materias primas en las exportaciones totales estaba en el 49,4 por ciento y en 2013 llegó al 53,9 por ciento.
La caída del precio de los commodities ha desnudado la realidad de la extrema dependencia latinoamericana con respecto a la exportación de las materias primas: Los energéticos se contrajeron un 43,6 por ciento y el resto en torno al 15,2 por ciento.
“Habría que virar hacia un modelo en donde se priorice un aumento en la productividad de los factores” en donde “el desarrollo de infraestructura y el capital humano tomen relevancia”, señala Carlos Herrera, economista en jefe de BBVA Bancomer.
El boom de las materias primeras fue una especie de adormidera para los gobiernos latinoamericanos que dejaron de hacer reformas estructurales. Si las duras y traumáticas reformas de los años 80 y los 90 pusieron las bases para el crecimiento posterior de la década dorada, la ausencia de reformas estructurales en los tres últimos lustros provoca que la región tenga de nuevo muchas tareas pendientes.
El economista jefe del Banco Mundial, Augusto de la Torre, señala en este aspecto que “la región podría haber hecho mucho más reformas, pero eso no significa que no se haya aprovechado el ‘boom’.. En primer lugar, se aprovechó el período 2003-2008, para mejorar los modelos de política macroeconómica. La región en su conjunto es menos vulnerable a los ´shocks´ macroeconómicos y financieros”.
Sobre todo, el déficit en reformas en América latina estuvo en inversión en capital humano y físico para ganar en productividad y en competitividad. Y esa es la tarea que ahora aparece como impostergable.
Los nuevos tiempos van a traer primero el ajuste y luego las reformas estructurales y el cambio de modelo económico. Un modelo que apueste por la inversión en infaestructura y el capital humano (educación) en búsqueda de una mayor competitividad y productividad.
Sebastián Edwards, ex economista en jefe para América Latina del Banco Mundial, lo resume así: “Una educación de calidad acarrea más productividad y, por ende, un mayor crecimiento en la economía”.
La apuesta por la competitividad y la productividad
Los nuevos tiempos, de crisis, ralentización y desaceleración suponen un reto para la región que debe encontrar nuevos caminos para salir del peligro del estancamiento.
Una de las formas de salir de esa trampa es apostar por aumentar la productividad.
Así, el economista jefe del BID, José Juan Ruiz, señala que si en los siguientes 10 años los países latinoamericanos implementan reformas que eleven su productividad, cada nación aumentaría en casi 2 puntos su crecimiento anual.
“La tasa de crecimiento se aceleraría 1,8 puntos, y en vez de crecer al 3% anual, volveríamos a crecer durante los próximos diez años al 4,8%”, comenta Ruiz quien señala que la mejora de la productividad produciría un “bono adicional” de crecimiento de 0,8 puntos, lo que situaría la tasa anual total de la región en el 5,6 por ciento.
Para el representante del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), los principales factores que sitúan la productividad en niveles “bajos” son el “altísimo grado de informalidad”, la fragmentación de las economías y la falta de acuerdos interregionales.
Para subsanar el déficit de productividad, Ruiz señala la necesidad de apostar por una educación de “calidad” e inversiones en infraestructura ya que “en la actualidad América Latina invierte en infraestructura 2,5 puntos de su PIB,frente a los seis que destinan los países asiáticos”.
El ciclo virtuoso de 2003-2013 se basó en los buenos precios de las exportaciones pero con el menor crecimiento proyectado para China esta coyuntura y ese viento de cola puede desaparecer.
La poca productividad es, además, indicio de otros males que aquejan a las economías latinoamericanas.
Como apunta Alicia Bárcena de la CEPAL: “Para crecer es vital una política industrial, desarrollar una manufactura de alta tecnología y generar empleos más productivos. La baja productividad es uno de los factores que impiden un desarrollo mayor, lo digo porque las economías en la región Asia-Pacífico son muy competitivas, con ello han encontrado nichos de mercado potentes. La baja productividad tiene su correlación con trabajadores de baja preparación”.
Por lo tanto, la falta de productividad se antoja como un desafío urgente para la región y la herramienta no solo para salir del actual estancamiento sino para poner la bases de un nuevo modelo de crecimiento y desarrollo.
En ese sentido, Augusto de la Torre, del Banco Mundial, apunta que “con el retroceso del viento de cola mundial, la región tendrá que depender de sus propios dispositivos para impulsar el crecimiento. Estos dispositivos tienen un solo nombre: productividad. Con escasos ahorros nacionales y ralas entradas de capital externo, el crecimiento del ingreso se puede sostener solo mediante el aumento de la productividad”.