El futuro de Evo Morales pende de El Alto

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Gabino Paza masca hoja de coca, pero mastica indignación. Este joven de 29 años tiene aún la cara y las manos cubiertas de hollín. Dos horas antes se encontraba en el interior de la alcaldía de El Alto, la ciudad satélite de La Paz,cuando una turba atacó el edificio. Seis funcionarios, tres hombres y tres mujeres, murieron asfixiados. El origen de la protesta fue una marcha de padres de familia, pero Paza, como el centenar de personas que claman justicia ante el inmueble chamuscado y las autoridades locales, aseguran que los atacantes eran afines al anterior alcalde, Edgar Patana, preso por corrupción. Un hombre de la confianza de Evo Morales. El suceso del miércoles supone un golpe tremendo a la figura del presidente. La erosión de apoyo en su bastión, el lugar donde comenzó su carrera al poder, le puede dejar sin el sillón en la eternidad que tanto ansía.

Los bolivianos decidirán el domingo si permiten modificar de nuevo la Constitución para que Morales pueda presentarse en 2019 y, en caso de ganar, gobernar hasta 2025. La importancia del resultado en El Alto será capital para el futuro de Bolivia. Sus votos junto a los de La Paz, Santa Cruz y Cochabamba, las cuatros principales ciudades, representan el 60% del electorado del país. Hay un factor histórico también que nadie obvia. La ciudad satélite de la capital, a 4.000 metros de altura, ha marcado el devenir de la historia reciente del país. Ahí surgió, en 2003, la conocida como Guerra del Gas, las revueltas que acabaron con el Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, causaron más de 60 muertos y terminarían por ser la punta de lanza de Evo Morales, que alcanzaría el poder tres años después. Desde entonces, en El Alto, que en número de votos es superior a los departamentos de Pando, Beni y Tarija -juntos suman 605.000 por los casi 900.000 de El Alto-, el presidente ha cosechado victorias con el 75% de las papeletas. Es su feudo. O al menos lo fue. Las encuestas auguran una victoria pírrica del sí con el 40% de los votos; el no obtendría el 38% y el número de indecisos ascendería a un 22%:

A diferencia de lo que ocurría en las pasadas elecciones presidenciales, donde las anchas avenidas de la ciudad, muchas de ellas aún sin asfaltar, estaban teñidas del azul del oficialista Movimiento al Socialismo (MAS), el apoyo a Evo, aunque presente, hoy se siente menor. No es casualidad que, por primera vez, el cierre de campaña del oficialismo se haya celebrado en el sur de La Paz, tradicionalmente opositora, y no en El Alto, la ciudad que creció en los años ochenta con la llegada de los mineros y campesinos procedentes del altiplano

Morales no ha sabido reaccionar al aviso que recibió a mediados del año pasado. Después de haber arrasado unos meses antes en las presidenciales, con más del 70% del apoyo, el MAS perdía la alcaldía de El Alto. Soledad Chapetón, de 34 años entonces, opositora de origen aymara, se proclamaba nueva regidora. Otro líder opositor, el acalde de La Paz, Luis Revilla, exaliado de Morales, recuerda en su despacho que Chapetón venció con un discurso sencillo: “Ganó diciendo que El Alto puso los muertos para que Evo llegase al poder y 10 años después, la gente sigue igual de pobre, todo han sido promesas incumplidas”. Elías Villa, un vecino alteño que acudió a protestar frente a la alcaldía tras el suceso del miércoles, resume la indignación de muchos de sus vecinos: “Evo se ha llevado los grandes promesas a otras ciudades donde necesitaba los votos. Se ha vendido a los empresarios, pensaba que en El Alto le íbamos a apoyar con los ojos cerrados”.

Hay otro factor que recorre el país, ensombrece los logros sociales de Morales y se acentúa en El Alto: la corrupción. Los alteños rechazaron en las urnas la decisión del presidente, presionado por los poderosos dirigentes vecinales, de mantener como candidato en las últimas municipales al anterior alcalde Edgar Patana. Hoy, está preso por corrupción, el principal motivo de rechazo entre los posibles votantes del no: un 25% en las ciudades y un 23% en las áreas rurales. Allí Evo aún mantiene un apoyo incondicional, aunque no será tan definitivo como el de El Alto, el bastión que parece haberle empezado a dar la espalda.