Un museo submarino alimenta a los peces y ofrece crítica social

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Foto: SAMUEL ARANDA /The New York Times

En la tenue luz submarina, un hombre yace sobre una pira funeraria con los brazos extendidos. No se trata de una persona real, sino de una estatua creada por Jason deCaires Taylor, un escultor británico cuyas obras conforman el primer museo submarino de Europa en Lanzarote.

Esta figura también busca expresar la renovación de la vida, pues la pira se convierte en un nuevo hábitat para los peces y otras criaturas marinas.

Las estatuas de Taylor -hay unas 300- muestran otras cuestiones de vida o muerte, entre ellas un bote lleno de refugiados que hace referencia a la crisis migratoria de Europa. También trata temas sociales menos críticos, como la obsesión con las selfis.

El uso del arte como arrecife artificial también tiene la intención de crear conciencia sobre la destrucción de arrecifes oceánicos en todo el mundo. Utiliza concreto, varas de fibra de vidrio y otros materiales para que las instalaciones sean resistentes tanto a la corrosión como al pH neutral.

“Normalmente, las esculturas se consideran estáticas y monumentales, pero estas siempre están viviendo en el momento”, comentó Taylor durante una entrevista reciente en su estudio al lado de la playa. “En cuanto más textura tienen las piezas, más se transforman” bajo el agua.

Destaca una pieza que luce como si el presidente Donald Trump jugara en un subibaja. Sin embargo, la figura de concreto en realidad está sentada sobre una válvula petrolera. El empresario ha estado “tratando al mundo como si estuviera en un parque de juegos infantiles”, afirmó Taylor.

Aclaró que el parecido con Trump fue accidental, pues los modelos para las estatuas son residentes o visitantes de la isla del archipiélago canario.

Otra de las instalaciones es una valla de 30 metros de largo con una reja que al parecer no tiene sentido, ya que un buzo puede nadar con facilidad sobre ella.

Aunque Taylor comenzó el proyecto de Lanzarote antes de que Trump prometiera construir un muro en la frontera con México, comentó que Trump “parece girar en torno al proteccionismo y las divisiones, el tipo de ideas cuyo absurdo quería que se mostrara mediante este muro”.

Añadió que “nuestra actitud es construir fronteras y reclamar la propiedad del mundo y sus recursos naturales, cuando el mundo natural y tridimensional en realidad no funciona de esa manera”.

Tomó más de dos años terminar todas las obras y sumergirlas 14 metros, en la arena del lecho marino. El Museo Atlántico abrió oficialmente el 10 de enero; gusanos de pluma y esponjas ya están comenzando a cubrir las estatuas. Algunos detalles, como los botones de la ropa, están diseñados para desaparecer después de un mes.

Quienes quieran ingresar y puedan bucear pagan una entrada de 12 euros y son acompañados por guías certificados por el museo, el cual está a unos 300 metros de la costa. Las personas que practican snorkel también pueden tener acceso, pero la visibilidad es limitada ya que las estatuas están muy lejos de la superficie.

Este museo es parte de un proyecto cultural que data de la década de 1960 y está inspirado, sobre todo, en César Manrique, un artista que convirtió esta isla volcánica en su lienzo. Con frecuencia, diseñó casas, estatuas, restaurantes y centros culturales en piedra volcánica esculpida.

Manrique comenzó a transformar Lanzarote durante la última década de la dictadura franquista, cuando el régimen usó el turismo para desarrollar la economía española y terminar su aislamiento internacional. Sin embargo, Manrique era un ambientalista acérrimo que se oponía a los proyectos de turismo masivo, como los complejos turísticos.

Muchas de sus obras estuvieron inspiradas en lugareños, como Eloíno Perdomo Placeres, quien cultivó más de 2000 variedades de cactus alrededor de su casa y donó semillas para ayudar a que Manrique construyera su propio jardín de cactus.

Perdomo, de 86 años, cultiva cactus como pasatiempo, en una ciudad que alguna vez dependió económicamente de la cochinilla. Un insecto que crece sobre el cactus, produce carmín, un pigmento rojo que se usa como tinte para alimentos, bebidas y cosméticos.

“El turismo ha traído vitalidad a una isla que, aparte de la cochinilla, en realidad no solía tener nada, salvo desierto y pobreza”, explicó Perdomo.

En 1992, Manrique murió a causa de un accidente automovilístico en una de las carreteras para las que luchó con éxito que se prohibieran los espectaculares publicitarios que podrían arruinar el paisaje de Lanzarote.

Ben Hutchinson, un instructor de buceo británico que se mudó a Lanzarote hace nueve años, contó que ha recibido varias solicitudes de personas que quieren bucear en el museo submarino. Sin embargo, nos advirtió que todavía faltaba ver si el museo podía alcanzar sus objetivos tanto turísticos como de conservación.

“Estoy aquí por el turismo, como casi todos los que trabajan en Lanzarote, pero tampoco tiene sentido pretender que la llegada de más personas no afectará la vida marina habitual”, señaló.