No hay duda de que el terremoto que va a significar las revelaciones que recién se están conociendo sobre las implicaciones de Lava Jato en el Perú van a producir un cambio severo en la topografía política nacional, aunque todavía es prematuro para precisar los epicentros del fenómeno, las víctimas y principales perjudicados, así como los que podrían beneficiarse de todo lo que todavía está por suceder.
El problema es que aún no se conocen con precisión los testimonios de los ejecutivos de Odebrecht y de las otras constructoras brasileras sobre todos los sobornados.
El expresidente Alejandro Toledo está, sin la menor duda, liquidado para la política peruana por la revelación de que Odebrecht lo sobornó con US$ 20 millones para la licitación de la Interocéanica Sur, lo cual lo ponen en la vitrina de lo más sucio de la corrupción política en un país como el Perú, que tiene una antigua tradición de asalto al erario.
Pero Toledo ya estaba políticamente liquidado mucho antes de que se conociera lo de los US$ 20 millones que se embolsicó indebidamente, lo cual se constató en la última elección.
Hablando de expresidentes, ¿Alan García y Ollanta Humala pueden sufrir lo mismo? Eso dependería, obviamente, de las revelaciones que lleguen de Brasil o de lo que le haya dicho Jorge Barata a la fiscalía peruana.
Pero Humala y García tampoco están en buena situación política.
La debacle electoral de ambos en 2016, uno con su candidatura presidencial y el otro con su lista de postulantes al parlamento, lo evidencian. Y los gobiernos de ambos podrían verse zarandeados por las revelaciones de Lava Jato. De hecho, lo ocurrido con los viceministros del segundo gobierno aprista son señales de que las cosas no vienen bien para el Apra.
Asimismo, las gestiones municipales de Luis Castañeda por obras realizadas, pero también de Susana Villarán -por financiamiento electoral-, pueden verse manchadas.
Incluso, no se puede descartar que hasta el presidente Pedro Pablo Kuczynski pueda quedar debilitado por las revelaciones brasileras debido a su participación en los gabinetes de Toledo, lo que podría usar la oposición para ponerlo contra las cuerdas.
Finalmente, tampoco se pueden conocer los efectos finales del terremoto por venir porque, a veces, es difícil prever cómo reaccionará la ciudadanía ante las revelaciones que recién están empezando a aparecer. Del fujimorismo, por ejemplo, se conoció toda la podredumbre de corrupción al inicio del siglo, pero el movimiento, mal que bien, sigue ahí.