700 familias de El Alto viven entre la basura

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Foto: Álvaro Valero/Página Siete

 

Desde hace 22 años, la comunidad El Ingenio, ubicada en el distrito 13 de El Alto, vive entre los escombros del botadero que se expanden contaminando chacras y vidas. Desde hace una semana, 700 familias bloquean el paso de los carros recolectores al relleno sanitario y advierten con más medidas si no obtienen soluciones: “La tierra no produce, el ganado se muere, las wawas se enferman. La basura nos está matando”, dicen.

 

Desde el pasado lunes, el bloqueo al relleno sanitario impide que   ingresen las 600 toneladas de basura que se recogen cada día en la ciudad de  El Alto. Es la segunda protesta de los comunarios en un mes y la quinta en el último año. Exigen que la Alcaldía adjudique cuanto antes a una empresa la administración del botadero, cuya licitación se declaró desierta en dos oportunidades. Rechazan además  la opción de que la comuna asuma esa tarea.

 

Esa es una de las determinaciones asumidas en el último cabildo de El Ingenio. El pasado viernes, hasta las puertas del relleno sanitario llegaron cientos de hombres, mujeres y niños equipados con viandas y sombreros. Dos banderas -la tricolor y la wiphala- señalaban el lugar del encuentro: una planicie sembrada de paja brava; al fondo, imponente, el Illimani y alrededor, zanjas para impedir el ingreso  al botadero.

 

“La tierra no produce, el ganado se muere, las wawas se enferman”, dice Nieves Quispe sentada en el suelo y rodeada de mujeres, jóvenes como ella. Tiene 27 años, tres hijos y un pedido que es el mismo de su comunidad toda: “Queremos que  la basura se vaya y que nos  indemnicen  por los daños de tantos años”.

 

El cementerio, el botadero

 

Creado en 2008, el Distrito 13 de El Alto comprende tres comunidades rurales: Alto Milluni, Bajo Milluni y El Ingenio. En esta última viven 700 familias dedicadas a la agricultura. No tienen servicio de agua potable ni de alcantarillado; tampoco posta médica ni escuela.

 

“Ya no se puede… las papas salen chiquitas y negras, podridas. Esta tierra ya no sirve desde que han metido el basurero”. Don  Hernando Escóbar nació en la comunidad hace 61 años y sus recuerdos felices  se remontan a su niñez, cuando pasteaba el ganado. “Antes cada familia tenía vacas, ovejas, chanchitos; ahora los animales no engordan,  se enferman y se  mueren”, dice.

 

En los años 70, la comunidad era conocida por el cementerio que aún hoy es visitado por deudos. En los 90  se instaló el relleno sanitario junto  al camposanto. “Muchos hemos tenido que ceder terrenos que hasta ahora no nos pagan; la Alcaldía nos debe y encima nos contamina”, explica Hilarión Choque, secretario organizacional de El Ingenio.

 

Un portón con rejas señala el  ingreso al cementerio de la zona norte: las tumbas en el suelo -cientos- se diseminan por  una pendiente camufladas por la paja brava y los escombros. Hay   algunas flores resecas, frascos rotos y restos de cruces de madera. El olor pestilente y el vuelo  alto de alkamaris anuncian que sólo una malla de metal separa el camposanto del enorme basural.

 

En el relleno sanitario hay movimiento constante de obreros y vehículos que transitan por senderos señalizados -Desechos hospitalarios, Residuos industriales-. Plataformas de tierra esconden la basura, pero no disimulan el mal olor que  parece impregnarlo todo. Hay chanchos, muchos perros.

 

“Cuando hace calor el mal olor no  se puede aguantar, es grave; además, vienen las moscas”, relata Juana Quispe. En su tienda frente al cementerio vende flores que, pese a sus esfuerzos, se marchitan rápidamente. “Será por esta agua mala”, deduce y muestra las corrientes de líquido lexiviado,  oscuro y pestilente, que emanan del botadero.

 

La vida entre la  basura

No hay transporte público que llegue hasta El Ingenio. Los habitantes de la comunidad deben caminar 45 minutos hasta el barrio más cercano: Ingenio Las Lomas. Los niños trotan cada día al menos una hora para llegar al colegio Litoral, el más próximo.

En el trayecto hay diseminadas casas, algunas de ladrillo y hasta tres pisos, y en todas resalta la  basura “reciclada” del relleno y amontonada en los patios. La norma 757 de Medio Ambiente establece que no debe haber construcciones habitadas a menos de 1.000 metros  de un relleno de desechos. La norma aquí no se cumple.

 

“Los niños y los viejitos son los que más se enferman; les da infecciones del estómago y  sarna en la piel. No tenemos ni posta médica”, lamenta Felipa Quispe, de 47 años. Cuenta que tuvo siete hijos de los que sobreviven cinco. “Los otros dos se han muerto chiquitos por la diarrea”.

Cuenta que lo peor que recuerda fue la inundación de lixiviados que el año pasado afectó a la comunidad. El  martes 12 de abril de 2016, el rebalse de una de las piscinas  del relleno sanitario impregnó todas las zonas aledañas con una espuma fétida que mataba las cosechas que alcanzaba.

Ante las protestas, la Alcaldía se reunió con  la comunidad y firmó un convenio que estableció, entre otros puntos, la realización de  una auditoría ambiental interna y externa,  la dotación  servicios básicos a El Ingenio y el traslado del botadero. Se prevén para ello cinco hectáreas en  Milluni Bajo.

 

Han pasado 14 meses desde la firma de aquel convenio y hay pocos avances. La Alcaldía de El Alto busca 4,3 millones de bolivianos para realizar ese estudio, informó la semana pasada el secretario edil de Atención Ciudadana y Gobernanza, Henry Contreras.

 

“La Constitución Política del Estado dice que este tema es también competencia de la Gobernación y del Ministerio (de Medio Ambiente y Agua). Ahora la Gobernación no cuenta con recursos y el Gobierno dice que no le compete”, sostuvo el edil.

 

De nuevo en protesta

 

Los comunarios  temen otra inundación de lexiviados ahora que la Compañía de Limpieza e Ingeniería Ambiental (Colina SRL) dejará de administrar el relleno sanitario alteño, después de 10 años. Exigen que se nombre a una empresa sucesora. “Queremos una planta de tratamiento de residuos, no un botadero”, exigió el secretario general de El Ingenio, Antonio Escóbar.

 

Él lleva el “chicote”, símbolo de su autoridad, y dirige el cabildo en el que, pasando familiarmente del aymara al castellano, los comunarios exponen sus quejas que no son pocas: “La Alcaldía se ha hecho la burla de nosotros, no nos atiende”, dice uno de los jilatas. “Esta basura no es de nosotros, que nos reconozcan por guardarla a costa de nuestra salud”, clama su esposa.

 

Durante horas, los movilizados esperaron el viernes a autoridades municipales para reiterarles las razones de su bloqueo. Al final de la jornada emitieron un voto resolutivo en el que exigen  el retiro de cuatro funcionarios ediles “que perjudicaron” la negociación; reclaman el estudio ambiental prometido en la zona  y exigen que se nombre una empresa que administre el botadero a la brevedad posible.

 

“Es una lucha de años. Ya basta”, exclama el jilata y el silencio del altiplano retumba.

 

“Ya no se puede… las papas salen chiquitas y negras, podridas. Esta tierra ya no sirve desde que han metido el basurero a El Ingenio”

 

Hernando Escóbar, comunario

 

“Los niños y los viejitos son los que más se enferman; les da infecciones y  sarna. En la comunidad no tenemos  posta médica, ni agua potable”.

 

Felipa Quispe, comunaria

 

 

El 1 de julio el relleno se queda sin empresa que lo administre

 

El próximo 1 de julio fenece el contrato  de 10 años de Compañía de Limpieza e Ingeniería Ambiental (Colina SRL) para la administración del relleno sanitario El Ingenio. La nueva licitación se ha declarado  desierta y se precisa otro proceso, según los protocolos municipales.

 

Los comunarios de El Ingenio exigen que se nombre a la nueva empresa administradora del relleno sanitario y rechazan que esta tarea recaiga provisionalmente en la Alcaldía de El Alto.

 

“Al ser responsable de la auditoría ambiental, la Alcaldía no puede ser juez y parte. Queremos que nombren una administradora porque aquí vivimos y la contaminación puede ser peor si no se hace el tratamiento”, expone   Hilarión Choque, secretario organizacional de El Ingenio.

 

Sólo dos empresas -Colina y Tersa- presentaron propuestas a la convocatoria de tratamiento de los residuos sólidos de la ciudad de El Alto. La comisión evaluadora   descalificó a ambas porque no cumplieron con todos los  requisitos y la licitación  “se declaró desierta”.

 

“Lo que queda ahora es lanzar una nueva convocatoria”, explicó el encargado de la Secretaría de Atención Ciudadana y Gobernanza, Henry Contreras. Queda la posibilidad de que mientras se designa a la nueva empresa la Alcaldía se haga cargo de la administración del relleno El Ingenio.

 

Los comunarios rechazan esta opción y por eso mantienen el bloqueo al botadero con zanjas y vigilias. Dentro, los trabajadores de Colina también están alertas. Piden a la Alcaldía que garantice su estabilidad laboral.

 

Desde hace una semana no ingresa ningún carro recolector de basura a El Ingenio. Entre tanto,  los desechos se amontonan en las esquinas de la urbe alteña pese al plan de contingencia que lleva adelante la comuna.

 

Los camiones de la  empresa de aseo Trebol recogen algunos de los promontorios de basura  y los depositan en  un sitio que no fue revelado. “Es un lugar alejado, donde no hay gente”,  indicó la secretaria general de los trabajadores, Carmen Segarra. Tampoco hay una lista oficial que dé cuenta de los sitios de acopio.