Lago Maracaibo: la petrolera venezolana lo está exterminando

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Desde hace 30 años Wilfredo López pesca en el Lago de Maracaibo, en Venezuela; pero ahora prácticamente ya no saca pescados, sino que extrae petróleo con sus propias manos. Es un hombre alto e imponente, de mirada profunda. Inspira respeto y demuestra liderazgo apenas habla.

Wilfredo huele a gasolina. Lleva casi un año ‘duchándose’ con ella, y no con agua, como todo el mundo. Su piel, morena oscura, gruesa y curtida por el sol, terminará resentida tarde o temprano. Pero no tiene otra opción. Tiene que lavarse los brazos con gasolina casi todos los días.

Wilfredo se encarga, junto a otras docenas de hombres y mujeres -reunidos en una cooperativa que él organiza- de los derrames petroleros que se registran con mayor intensidad desde hace un año en la zona. De hecho, lo que más le preocupa no es su salud, sino el agua del Lago de Maracaibo, pues asegura que de eso depende su futuro y el de sus hijos. Él es del estado Zulia, que se ubica en el occidente venezolano, muy cerca de la frontera con Colombia. Tiene un acento cantado, ojos rasgados, barba de dos días y manos gruesas. Cuando voltea a ver el lago, mueve su cabeza a modo de negación al ver las extensas manchas negras que esconden el azul profundo de sus aguas.

De los 800 kilómetros de costa del Lago de Maracaibo, 300 están contaminados, según Marcelo Monnot, investigador y profesor universitario, quien preside el Colegio de Ingenieros del estado Zulia, Cidez, desde hace tres años.

López tiene a sus espaldas el reservorio de agua salobre más importante de Latinoamérica, aunque puede ser que esa categoría ya la haya perdido. Está parado sobre una arena negra y pegajosa, que antes era suelta y beige. Su pequeña embarcación, varada en la orilla, era de color naranja con proa blanca y ahora esta parte es negra. Una capa de petróleo viscoso la cubre por completo. “Esto nunca había ocurrido aquí… demasiados derrames, y el Gobierno no hace nada”, dice Wilfredo.

Después de cada jornada de 12 horas de pesca él llega a su casa junto a su familia, con las manos, los brazos y otras partes de su cuerpo embadurnadas de crudo; la mitad del pescado que obtiene de su faena también está cubierta de crudo, por eso se limpia con jabón y agua, estopa y gasolina, la cual consigue en cualquier estación de servicio.

Wilfredo vive en la Costa Oriental del Lago, que la conforman siete municipios del estado Zulia, donde viven aproximadamente un millón de personas. En Ciudad Ojeda, donde estamos, al menos la mitad de sus pobladores, se dedica a alguna actividad relacionada a la pesca o a la de las empresas de hidrocarburos; de hecho, muchos de estos pueblos fueron construidos tras el ‘boom’ petrolero de mediados del siglo XX, la mayoría de su gente es mestiza. Todos ellos son testigos de un proceso de 100 años que está acabando con el Lago de Maracaibo, el más antiguo del mundo en su tipo y formación geológica.

La historia de este lago, atravesado de costado a costado por el puente Rafael Urdaneta de más de 12 kilómetros, y fuente de inspiración y orgullo de Venezuela, ha dejado de ser bonita. Desde hace un año la empresa estatal petrolera venezolana, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), derrama a diario 250 barriles de crudo sobre el Lago de Maracaibo, reseñados en informes del Cidez a los que VICE News tuvo acceso directo. Estadísticas que también maneja José Bodas, dirigente de la Federación Única Nacional de Trabajadores Petroleros de Venezuela, quien resalta que el deterioro de los oleoductos y tuberías que transportan crudo, gas y otros productos esparcen de 300 a 1000 barriles de hidrocarburos en aguas y tierras.

Los accidentes son reportados por trabajadores y los sindicatos, pues PDVSA no aporta información oficial a la prensa. VICE News intentó en varias ocasiones entrevistar a los Ministros de Petróleo, Eulogio del Pino (encargado de esta cartera hasta enero de 2017) y a Nelson Martínez (actual ministro), pero al comunicársele que buscábamos la postura frente a los derrames no hubo respuestas. También se visitó al Ministerio del Ambiente; de Energía y Minas; Agricultura y Cría; Interior y Justicia; y al Instituto para la Conservación del Lago de Maracaibo, Iclam, y ninguno de estos entes muestran proyectos firmes y permanentes que permitan el tratamiento de las aguas del Lago y combatir los daños causados por la industria petrolera.

Aunque los accidentes petroleros datan desde que la industria comenzó, diversos actores tanto políticos como sociales entrevistados por VICE News durante un recorrido de varios días por el Lago de Maracaibo, denuncian que ahora no se atienden de manera efectiva pese a la gravedad del asunto. Tampoco se hace el debido mantenimiento a las tuberías y sólo se aplican paliativos, lo que deja un terrible panorama: un pueblo devastado sin pesca, una flora y fauna destruida, más de 500 familias arruinadas porque no tienen que pescar, y un Estado que a pesar de ofrecer un discurso cien por ciento nacionalista, está exterminando su más preciado recurso natural: el Lago de Maracibo.

El Zulia huele a petróleo, a agua entre salada y dulce, a mandoca y patacón. Hay vientos fuertes y un sol inclemente. Al norte está Sinamaica, al sur el Catatumbo y entre costado y costado Maracaibo, la Sierra de Perijá y la Costa Oriental. Según se llega a esta provincia ubicada a 40 minutos de Caracas en un vuelo comercial, se advierte lo siguiente: el Zulia no es una sola región, son varias en sí misma. Pero, el Lago de Maracaibo, representa la relación entre cada una de ellas. Todos los municipios del estado, 21 en total, tienen una parte de esta bahía, la más grande de América Latina con una superficie de 13.820 km2.

Especialmente en la Costa, las casas lucen sucias, las paredes y los suelos dejan ver salpicaduras de petróleo, y la gente padece de enfermedades respiratorias, como Marina García, una mujer blanca de cabello castaño oscuro y actitud apesadumbrada. “Esto es horrible, yo tengo gran parte de mi vida aquí, y esta es la primera vez que se ve de tanta magnitud”. Se refiere a los derrames que están a simple vista, por eso toma un respiro y enfatiza: “no sólo yo que sufro de asma me veo afectada, mucha gente, con alergias en la piel y problemas respiratorios… mirá, esto es inhumano… esto es horrible (sic)”, repite como quién desea que se le crea.

Según los ecologistas Richard Hernández, del Movimiento Ambiental de Perijá – con 12 años trabajando sin fines de lucro para proteger a la Sierra – y Marcelo Caridad, de la Fundación de Ambientalistas Manatara de Venezuela – que lleva 25 años promoviendo la defensa del ecosistema, y ha capacitado hasta la fecha a 5.000 personas con el fin de conservar la ecología en el país, especialmente en el Zulia -, la estatal PDVSA dispone de agentes químicos que degradan el petróleo vertido sobre el Lago, el mayor efecto es la desaparición del crudo de la superficie rápidamente, pero éste no se elimina sino que se asienta en el suelo marino destruyendo la fauna y la flora, y poniendo en riesgo la cuenca hidrográfica.

En el 2016, el Cidez y diputados de la Asamblea Nacional, anunciaron que denunciarían ante la Fiscalía venezolana a PDVSA por los derrames, y el uso de estos químicos. Sin embargo, hasta ahora no hay sanciones.

Una de las consecuencias directas de los derrames es que los pescadores ya no pueden pescar: las estadísticas dadas por Marcelo Caridad alertan que de 1.500 kilogramos de pescado diarios que se capturaban -al menos desde el 2005 hasta el 2015- ahora sólo adquieren 50 kilos, y eso, con suerte.

En toda la Costa oriental, especialmente en los pueblos de Cabimas, Ciudad Ojeda y Tía Juana no sólo las riberas del Lago están inundadas de petróleo, también lo están las casas, los automóviles y hasta los perros que hacen vida cerca de la orilla.

En declaraciones para VICE News, voceros del Colegio de Ingenieros estiman que los derrames de petróleo, las aguas servidas, los desechos sólidos y tóxicos han contaminado al Lago de Maracaibo en un 40 por ciento. La causa de estos derrames, señala el gremio, se debe a la falta de mantenimiento y a que no se han cambiado las tuberías desde hace décadas, pero la situación al parecer ha empeorado en el último año.

Venezuela es el país con las mayores reservas de crudo probadas en el mundo, así lo indicó en el 2013, el ex ministro de Energía, Rafael Ramírez, pues posee una certificación de 316 mil millones de barriles petroleros, colocando a la nación caribeña por encima de Arabia Saudí. El 75 por ciento de estos hidrocarburos es de tipo extrapesado, y se ubica en la Faja del Orinoco (otra región al sur de la nación), apenas explorada. En cambio, el 25 por ciento del crudo ligero está en Zulia, donde se realiza la mayor actividad desde sus inicios, exportando 2.6 millones de barriles por día, el 41 por ciento a Estados Unidos, el resto lo distribuyen, entre otros países, a China, India y miembros de PetroCaribe.

El Estado calcula que a este ritmo la producción alcanzaría para 90 años más.

Los especialistas del gremio de ingenieros, sindicatos y ONG calculan que PDVSA ha derramado sobre el Lago, al menos 15.000 barriles de petróleo en los últimos 9 meses. La empresa estatal, por su parte, ha reconocido que existen accidentes -que califican de comunes en la industria – pero no da cifras exactas, no obstante, se ha comprometido a diseñar estrategias que saneen el estuario, y han puesto en marcha planes para contención y recolección del crudo derramado.

A unos 20 minutos de dónde están Wilfredo López y Marina García, se encuentran Argenis Molleja y Moisés Raga quienes también se ven afectados por la contaminación del Lago de Maracaibo. Ambos son pobladores de la Costa Oriental; el primero defiende al proyecto socialista-chavista que heredó el presidente Nicolás Maduro, el otro, al contrario, lo rechaza.

Son las tres de la tarde y hace un calor infernal. Junto a los dos hombres hay otra veintena de trabajadores en medio de un terraplén con piscinas de petróleo a los lados. Moisés Raga es el vocero del Frente Nacional de Pescadores y Acuicultores del estado Zulia, alto y delgado, con la piel oscura y quemada por el sol. De unos 65 años. Viste una camiseta identificada con el Partido Socialista Unido de Venezuela, (Psuv) y unos jeans rotos al nivel de las rodillas. Está enfurecido porque hay un periodista en el lugar. No quiere dar declaraciones y con voz de mando pide que “se largue”. Si no se va, lo sacamos a tiros, dice. No lleva armas sólo una suerte de palo grueso que se supone lo ayuda en su andar.

A Raga no le gusta que indaguen en lo que se está haciendo en ese lugar que no es más que la recolección del crudo derramado, por un grupo de personas sin equipo adecuado. Pero, Argenis Molleja, un expescador y poblador de la zona, de unos 56 años, explica sin reservas, lo que desde su punto de vista acontece allí:

-Hay petróleo en toda la costa, esto lo podéis ver en todos los municipios. Como veis lo que tenemos son cuadrillas que llaman cooperativas, y a su vez contratadas por PDVSA para paliar un poco la situación de los derrames (sic). Contratan a mucha gente, unas 150 por aquí por ejemplo, con parihuelas, que son recipientes o pipotes de agua que ellos los pican por la mitad y les meten dos clavos que sirven como carretilla de aire para llevar el petróleo. Lo recogen con pala y lo tiran ahí -dice el hombre.

Argenis señala una especie de piscina sin agua, la tierra extraída la mantienen al lado, al verter el crudo la sellan con la misma arena para compactarla, como si se tratara de una mezcla de cemento, después proceden a enrollarla y la trasladan en camiones a depósitos, pero se desconoce dónde.

Esto ha ocurrido siempre, interrumpe Raga:

-Vos debéis saber que este problema tiene 100 años, y es apenas este Gobierno quien está resolviendo. 100 años de explotación, primero Creole, luego Lagoven y ahora PDVSA, metieron esas tuberías que eran para 20 años, o sea tienen 80 años vencidas. Hasta el sol de hoy, y es con este Gobierno que se están empezando a cambiar. Eso no hay forma exacta para retirar las tuberías, no es por falta de recursos, sólo que es difícil.

-Esta es una tierra de pescadores… ¿se han visto afectados por los derrames? -se le cuestiona.

– Sí, pero no es sólo por los derrames. Es por lo que expulsan allá en los ríos de Colombia, llegan hasta acá. Usan un fertilizante para sembrar y eso afecta la pesca porque produce un agua mala y daña el ecosistema.

Debido a los derrames los pescadores se quedan sin trabajo, por lo que las cooperativas de PDVSA son una opción para obtener algo de dinero que les alcance para vivir. Están distribuidas por toda la Costa, y los pescadores trabajan durante algunas horas del día y cobran 16.000 bolívares semanales (4 dólares en el mercado negro).

Lejos de la Costa, encontramos otras historias. En Sinamaica y Perijá, donde existen pueblos indígenas, no hay hospitales o escuelas suficientes que les garanticen una mejor calidad de vida, tal como lo estipula la Constitución del año 1999.

Wilfredo, Marina, Argenis y Moisés desconocen que a unas 2 horas de su pueblo, una niña perteneciente a la etnia Yukpa en la Sierra de Perijá está desnutrida. Tiene 5 años, ojos hundidos, panza hinchada, piernas y brazos raquíticos, no habla, no expresa. Ella podría correr la suerte de otros niños que fallecieron en los últimos meses por inanición. Coromoto Mune, una enfermera de la comunidad de Toromo en Perijá, informó que las muertes por desnutrición, tanto de niños como de adultos han ido en aumento. No cuentan con las cifras oficiales.

Mune, indica que la medicatura que construyó el Gobierno no tiene gasas ni alcohol, y que la escuela está cerrada. Beben agua de un manantial contaminado y reciben alimentos subsidiados una vez cada 3 meses. Ella rompió el miedo y habló. Pero la mayoría, y más de los pueblos indígenas tienen temor a declarar. De norte a sur, el Zulia luce desasistido, la contaminación del Lago es apenas una arista de los múltiples problemas que afronta esta región: escasez, inseguridad, falta de servicios, pobreza. Es un estado con riquezas naturales que ha dado mucho a esta nación caribeña desde hace mucho tiempo, pero sus habitantes han recibido poco. O nada.

¿Quién salva al Coquivacoa?

La cuenca del Lago de Maracaibo es una de las zonas petrolíferas más ricas del mundo, y en ella se localiza el Relámpago del Catatumbo. Concretamente en Ologá se registra este fenómeno natural que produce un millón 176.000 descargas eléctricas por año (297 tormentas eléctricas sólo de abril a noviembre), aportando el 10 por ciento del ozono al planeta Tierra, según la Asociación Estadounidense de Meteorología (AMS).

Los amerindios llamaban “Coquivacoa”al Lago de Maracaibo. Este cuenta con una antigüedad de unos 20 a 36 millones de años, siendo el segundo más remoto del mundo, aunque en las últimas 5 décadas se ha deteriorado como nunca antes, así lo acusa el ingeniero Marcelo Monnot quien se preocupa por las consecuencias, incluyendo el desequilibrio en la cadena de alimentación al destruirse los manglares. A su juicio, los accidentes son habituales desde que comenzó la industria petrolera, pero “antes había mantenimiento y se recuperaban las tuberías que se vencían. Ahora no, hace tiempo no se invierte como debe ser en el sistema de distribución de hidrocarburos y por eso ocurren los derrames”, puntualiza el ingeniero.

El olvido, y la falta de trabajo organizado y conjunto entre los distintos actores políticos y sociales, podría ser una de las principales causas de la desidia en la que se encuentra la estatal petrolera, PDVSA, al menos para Eveling Trejo de Rosales, Alcaldesa de Maracaibo, la capital zuliana, quien nunca ha sido llamada desde el poder ejecutivo para resolver algún problema de las comunidades, mucho menos para sanear el Lago, pese a que desde su ayuntamiento se impulsa el Proyecto de Ley de Saneamiento del Lago de Maracaibo y su cuenca hidrográfica, que ya ha sido discutido en el Parlamento, y se espera una segunda discusión.

Un derrame petrolero es considerado por la ley ambiental de Venezuela como un delito. Sin embargo, ante los accidentes de los últimos meses no hay ninguna sanción. Por lo que el ambientalista, Marcelo Caridad sentencia que el primer depredador es el Estado. Curiosamente, el 28 de febrero de 1997, el buque griego Nissos Amorgos encalló en el canal de navegación derramando 25.406 barriles de petróleo al Lago de Maracaibo. La empresa en el 2015 sí debió pagar -como corresponde según la Ley- más de mil millones de bolívares por daños ambientales.

Ante esta tragedia medioambiental cada quien tiene una propuesta para salvar al Lago. Para el ingeniero Monnot “se debe sancionar a todos aquellos que incurran en fallas”, y piensa que el Estado tiene que invertir en tuberías y buscar personal capacitado. Argenis Molleja y Moisés Raga, pese a sus diferencias políticas, discurren que tanto el Gobierno, como las empresas privadas y la gente tienen que trabajar en común, y es algo que Eveling Trejo respalda y eleva su voz hasta Miraflores para que se descentralice el poder.

El Zulia resulta una paradoja de Venezuela, una nación en crisis. Sus habitantes, empero, se mantienen en pie de lucha. Wilfredo continúa con su faena, bajo una temperatura de unos 45 grados centígrados, tal y como lo encontramos; quizá mañana o pasado tenga suerte y pesque algo limpio, pero quizá no y sólo le toque ducharse, una tarde más, con gasolina.