Diferencias y semejanzas entre Donald Trump y Xi Jinping
Donald Trump es del tipo de personas que ocasionalmente envían a prisión en la China regida por Xi Jinping: un multimillonario fanfarrón, alguien que cree que es más grande que el Partido y el proyecto nacional.
Ese tipo de colosos pueden desaparecer de forma repentina en la gran potencia asiática, sin que se sepa su paradero, durante un periodo de silenciosa reflexión con la ayuda de los encargados de hacer cumplir la disciplina del Partido Comunista de China (PCCh).
Tiempo después reaparecen dando gracias al PCCh por lo que ha hecho por ellos.
Este miércoles el mandatario chino recibirá a su homólogo estadounidense en Pekín, donde se reunirán como parte de una gira que Trump realiza por Asia y que además incluye a Japón, Corea del Sur, Vietnam y Filipinas.
El contraste entre los líderes de las dos superpotencias económicas del mundo es sorprendente.
Asimetrías
Mientras altos funcionarios del propio Partido Republicano de Trump se refieren a su Casa Blanca como un “centro de cuidado de personas mayores”, los lugartenientes del Partido Comunista de China alaban a Xi como un líder grande y sabio, “el salvador del socialismo”.
Trump ni siquiera puede contar con sus compañeros capitalistas estadounidenses. Los capitanes de las empresas del mundo tecnológico no están viajando con el equipo de Trump a Asia.
En lugar de ello, Mark Zuckerberg, de Facebook; Tim Cook, de Apple; y Satya Nadella, de Microsoft; estuvieron juntos la semana pasada en Pekín con el presidente Xi para hacerse una fotografía de la junta de consejeros de una universidad china de élite.
La asimetría en el reconocimiento público es evidente incluso entre los propios presidentes.
El mandatario estadounidense ha dicho repetidamente cuánto respeta a Xi y lo ha descrito como un hombre poderoso y un buen amigo. Según Stephen Bannon, el exjefe de estrategia de la Casa Blanca, “no hay ningún líder a quien Trump admire más” que al presidente chino.
Pero en público Xi nunca ha dicho que Trump sea “grande” en ningún sentido, mucho menos un gran amigo.
Xi afirma haber leído a muchos grandes autores estadounidenses: de Walt Whitman a Mark Twain y Ernest Hemingway, pero no ha incluido a Trump en la lista.
El libro del magnate inmobiliario “El arte de la negociación” puede haber sido un éxito de ventas en Estados Unidos, pero una guía más confiable para entender la forma de gobernar de Xi es “El arte de la guerra” de Sun Tzu.
“No puedes ser creativo o emprendedor si tienes demasiada estructura. Yo prefiero venir a trabajar cada día y ver cómo se desarrolla”, recomienda Trump.
Pero el antiguo texto militar, cuya lectura es exigida para todos los estrategas chinos, advierte: “conoce a tu enemigo, conócete a ti mismo y tu victoria nunca estará en peligro. Conoce el terreno, conoce el clima y entonces tu victoria será total”.
Las diferencias entre Xi y Trump pueden trazarse incluso a lo largo de sus respectivas biografías.
Tras una infancia mimada como un “príncipe rojo”, hijo de un respetado revolucionario chino, Xi pasó siete años viviendo en una cueva antes de embarcarse en una escalada de cuatro décadas a lo largo de la jerarquía política de China.
El reciente congreso del Partido Comunista elevó a Xi al mismo nivel de Mao Zedong.
Para llegar a la cima del poderoso PCCh, que cuenta con unos 89 millones de afiliados, se requiere de una disciplina de acero y de una paciencia estratégica. Ninguna de estas cualidades es mencionada con frecuencia en los perfiles que se hacen de Donald Trump.
Estilos
No sorprende tampoco que entre Xi y Trump haya también diferencias de estilo. El mandatario chino rara vez inicia una frase con la palabra “yo”, envolviendo su liderazgo en cambio en la dignidad de la bandera nacional.
Él apunta a encarnar algo sagrado, el sueño del “gran rejuvenecimiento de la nación china”. Para ello debe aparecer en todo momento como sobrio, estable e invencible.
Esto llega al punto que se ha iniciado un culto a su personalidad, pero por iniciativa de otros. Escuelas, universidades, juntas directivas de empresas y oficinas públicas en toda China han comenzado ahora el estudio del “Pensamiento de Xi Jinping”.
En contraste, el culto a la personalidad de Trump empieza con él mismo y la palabra “yo” siempre está presente en sus discursos. Mientras él viaja por Asia, dejó tras de sí un Estados Unidos sumergido en lo que la prensa estatal china describe con gusto como “crisis y caos”.
Una extraña pareja
Pese a todos estos contrastes, el comunista profesional y el magnate inmobiliario tienen dos cosas en común. Ambos ejercen un enorme poder y ambos tienen una gran confianza en si mismos.
Xi y Trump se ven a si mismos como los salvadores de sus respectivos países, a los que ambos consideran como excepcionales en el mundo.
El “gran rejuvenecimiento de la nación china”, precedió al “hagamos grande a Estados Unidos de nuevo” de Trump.
Ambos prometen regresar a un pasado de gloria y esa propuesta es similar: redescubrir una era dorada de gran poder y supremacía, sin permitir que ningún interés externo se interponga en su camino.
Ahora que Trump y Xi se reúnen en un encuentro que las autoridades de Pekín describen como “visita de Estado plus”, la gran pregunta reside en si serán capaces de hallar una forma para que sus países sean grandes juntos o si entablarán un juego de suma cero, en el que las ambiciones de grandeza de uno exijan la disminución del otro.
Esta no es una pregunta que se responderá solo durante el encuentro de esta extraña pareja, sino una cuestión que puede decidirse a lo largo de nuestras vidas.