El bosque Chiquitano

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Es el mayor afectado por los incendios. Tiene una extensión de alrededor 40 millones de hectáreas y junto a la zona del Pantanal y el Gran Chaco, alberga alrededor del 36% de la extensión del departamento de Santa Cruz.

El celular suena por segunda vez en menos de 10 minutos. Adolfo Lino repite la conversación que sostiene con un brigadista voluntario, de esos que en estos días han sumado miles en la misma zona de los incendios. Estamos en la calle Santa María en el centro poblado de Santa Cruz de la Sierra. En el tercer piso de este departamento hay vituallas repartidas por el piso. “El fuego se ha avivado”, dice con una voz firme pero apesadumbrada como suenan las voces de miles de ciudadanos cruceños que desde el 6 de agosto viven una inocultable confusión.  Nadie se había preguntado qué emergencia viviría Santa Cruz y cómo la enfrentaría, de producirse una tragedia de estas dimensiones.

Hasta ese día de agosto seco y frio con temperaturas invernales y vientos fríos soplando los aires con una intensidad inusual, se seguía preparando Santa Cruz a un despegue inusual de desarrollo que ha hecho crecer esta ciudad a un ritmo casi alucinante. Entonces nadie aquí hablaba del bosque. Las discusiones se confundían entre café y café en discusiones interminables sobre el crecimiento de la ciudad. Todos vivían felices: modernos puertos sobre la Hidrovía Paraná – Paraguay, conferencias dictadas por expertos para matizar su imparable desarrollo. El etanol era apenas una suave brisa en comparación con el fuego; el desarrollo agroindustrial se media en el rostro de orgullo de los cruceños esperando señales de partida. Todo estaba listo, hasta que la naturaleza se volcó con un ardid de fuerza y furia no previsible.

Adolfo Lino en cambio la venía venir. Había preparado hace un par de años un documental con la enorme riqueza del Bosque Seco Chiquitano (BSCH); leyendo como ningún otro una tragedia que nadie presagiaba o se negaba a ver.

Tras colgar el celular Adolfo Lino, que es ingeniero ambientalista de profesión, sale abriéndose espacio entre los bultos de ayuda humanitaria que han llegado a sus oficinas. Joanna, otra profesional que trabaja en el mismo equipo de voluntarios, se muerde los labios y contiene las lágrimas, manipulando una laptop.

Santa Cruz es otra. Apenas bajo del avión en el aeropuerto de Viru Viru se huele ha quemado y el cielo parece ocultar las lluvias que anhelan todos para ayudar a mitigar la intensidad del fuego que avanza en primera línea con vientos fuertes, impiadoso y consume todo.

De un día a otro, Santa Cruz se enfrenta a una emergencia que ha tirado por los suelos el desarrollismo del que hablaban todos.

La cultura por el biodiesel para hacer andar su parque automotor con más velocidad es una discusión que ahora no tiene sentido; los miles de hectáreas de soja que rosearían con champagne nuevas exportaciones para ubicar a Bolivia en el ranking de los 10 mayores productores mundiales de alimentos y cereales; la infraestructura para construir un puerto moderno que ayude al cruceño a sentirse más boliviano que ninguno. Todo este escenario ha sido borrado como por encanto. Las ciudades modernas que avanzan sin vestigios de una pausa ecológica sobre el Urubo o el Norte Integrado; la Nueva Santa Cruz, las ciudades inteligentes, las lagunas artificiales, los World Trade Center que se construyen en el imaginario en señal de progreso, han sumergido su mirada bajo tierra como el avestruz para ocultar su cabeza. Santa Cruz se ha levantado de un sueño para hundirse en una pesadilla.

Adolfo Lino suelta unos datos. Asegura que los incendios forestales que hasta ese día (viernes 30 de agosto) ya habían arrasado más de un millón de hectáreas del BSCH, han generado mucha desinformación e incertidumbre. Por eso, decidió incorporar sus máquinas de fotografía y video que usa en su tarea ambientalista, para precisar información confiable. Tuvo que improvisar cursos de Periodismo Activista. “Hora, fecha y lugar en las cámaras antes de transmitir cualquier contenido, para evitar más confusión en las redes”. Asegura que hay mucha desinformación en el mundo de lo que está pasando en Santa Cruz.

Mientras Joanna revisa imágenes dice que está cansada. “No hemos dejado de trabajar, dejamos todo, nuestro trabajo, todo”, dice siempre mordiéndose los labios. En el Periodismo Activista que practican han sentido mucha impotencia y frustración.

“La pesadilla recién está comenzando”, dice Adolfo, dejando caer su celular sobre el escritorio. “El fuego ha alcanzado Concepción, San Xavier, San Matías y otros lugares”, asegura, tras escuchar la información que recibe al otro lado de la línea.  El BSCH, el mayor afectado por los incendios tiene una extensión de alrededor 40 millones de hectáreas y junto a la zona del Pantanal y el Gran Chaco, alberga alrededor del 36% de la extensión del departamento de Santa Cruz. En esa inmensidad de territorio se encuentran los parques nacionales Noel Kempff, San Matías, Kaa Iya, y Otuquis -declarados así por su riqueza en biodiversidad- dos parques departamentales: Silvestre Ríos Blanco y Negro y Santa Cruz la Vieja; y otros tantos de tuición municipal. “Está quedando todo esto como un cementerio”, dice Adolfo Lino, con los ojos muy abiertos tratando de encontrar respuesta ante este desastre.

Asegura que el área del BSCH no comprende la selva Amazónica como dicen las noticias que se propagan como el fuego. “Estamos perdiendo una batalla contra las columnas de fuego que han devorado cultivos y ganado y están amenazando destruir nuestros parques naturales y la riqueza de nuestra biodiversidad”, sostiene.

Las llamadas a su celular no cesan. “El fuego ha tomado otras zonas”, le informan. El equipo de Adolfo Lino pretende dar claridad a las “fake news”.

La ayuda no llega. Los activistas están nerviosos y extenuados. Las condiciones no son las adecuadas para medir la catástrofe biológica incalculable. La falta de mando no contribuye a detener la especulación. Su oficina semi acondicionada tiene un singular parecido con todas las demás que se han sumado a trabajar horas de impotencia mal dormidas. Es un momento para repensar el progreso con el que hasta ahora se alimentaba Santa Cruz, con sus grandes megaproyectos llave en mano.

 

 

Por: Carlos Rodriguez San Martín

Fotografías: Adolfo Lino