En dos anteriores ediciones de la revista escribimos sobre la filtración de datos reveladores del medio digital The Intercepted Brasil que apuntan al actual ministro de Justicia de Brasil, el juez Sergio Moro, acusado de manipular la investigación de caso Lava Jato. El sitio publicó conversaciones privadas entre Moro y el jefe fiscal de la operación para impedir que Lula sea candidato a la presidencia. The Intercepted Brasil es financiado por Glenn Greenwald que se refugió en Brasil después de publicar para diarios independientes los archivos secretos de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) y de la Agencia de Seguridad Nacional (NAS) facilitados por Snowden. Desde entonces Greenwald vive a salto de mata. Sus denuncias están bajo la mira tras haber sido amenazado con carcel por el presidente Bolsonaro.
Hoy los hackers se vuelven a poner a punto de mira. El mayor de ellos, el estadounidense Edward Snowden, ha publicado su primer libro que se ha convertido en un éxito de librería. Snowden, claro, tiene mucho que decir. Ha sido exempleado de las dos agencias que filtró a la prensa toneladas de información secreta y desveló los mecanismos de los que se valía (de hecho, de los que se vale) el Gobierno de EEUU para espiar a sus ciudadanos y a los del resto del planeta. El hacker más perseguido acaba de publicar el libro Permanent Record.
El libro en cuestión es la versión de un joven que ha puesto patas arriba la estructura de la Inteligencia estadounidense, que nos ha hecho ser conscientes de nuestra vulnerabilidad tecnológica -la privacidad es cosa del pasado- cuya publicación ha irritado mucho a los Estados Unidos. Pero quién es en realidad Edward Snowden.
La respuesta no parece intimidarlo. Una de las personas más buscadas por EEUU. No en vano, se le acusa de uno de los mayores delitos que existen en el país: alta traición. Precisamente el amor a EEUU y su caída del árbol -no todo es lo que parece, ni siquiera aunque el país entonces lo presidía una persona como Obama- le llevó a denunciar la existencia de una sofisticada red de vigilancia masiva (y peligrosa) del mundo. Tuvo que huir de EEUU y, desde agosto de 2013, vive un exilio forzoso en Rusia defendiendo las libertades civiles, la privacidad, los derechos humanos y la libertad en la web.
El libro deben leerlo aquellos que quieran saber de verdad el tipo de mundo en el que vivimos, hasta qué punto estamos siendo observados y rastreados al tiempo que creemos ir vestidos con las mejores prendas aunque, en realidad, caminemos desnudos. Permanent Record es un libro de memorias de alguien que -no suele ser lo más normal- tiene algo interesante que contar. No tanto como para costarle la vida pero sí como para cambiarle la vida.
Probablemente para siempre. Es recomendable que se abstengan de la lectura aquellos que son felices con su teléfono móvil y su ordenador sin plantearse dónde van a parar o quién puede ver lo que escribe, lo que envía, lo que graba, lo que fotografía.
La lectura de las memorias de Edward Snowden tiene consecuencias para la tranquilidad. Sirva de ejemplo un dilema que plantea en la página 308: “¿Preferirías que tus compañeros de trabajo se pasearan por tu casa solos durante una hora, o dejarles pasar diez minutos a solas con tu móvil desbloqueado?”. La respuesta es evidente y ojalá residieran ahí todas nuestras preocupaciones. Porque lo peor es… mucho peor: siempre hay alguien vigilando lo que hacemos, dónde estamos, qué decimos y cuánto tiempo exacto pasamos en un bar, un hotel o conduciendo. No paramos de dejar rastros de lo que hacemos. Y de ser analizados. El móvil es nuestro gran delator y los gobiernos, al menos el de EEUU, el Gran Hermano que nos vigila. A todos.
Que nadie espere un libro de autocrítica: Snowden no esconde en ningún momento que ha sido una Garganta Profunda, un delator que ha sacado lo más obsceno y oscuro de su país. Pero lo fascinante del perfil que dibuja de sí mismo es que asegura que se jugó la vida, su presente y su futuro por hacer un bien a su país. Incluso a la humanidad: el mundo ideado por George Orwell en 1984 es un mero dibujo animado comparado con la realidad. Snowden se erige en una suerte de héroe de la clase trabajadora, aunque en realidad es uno más en la larga tradición de “whistleblowers” o arrepentidos estadounidenses. Todo es tan inmaculado en el perfil que dibuja de sí mismo que lleva, cuando menos, a la sospecha.
El libro se pierde demasiado en la infancia del autor y en pasajes que no aportan demasiado al núcleo fundamental de la historia. Pasado ese peaje tan inútil como recurrente en unas memorias, Snowden relata sus pasos por entramados tan complejos como la CIA y la NSA, aunque se intuye que, incluso ahora, es más lo que calla que lo que dice. Se echa en falta, sobre todo, más profundidad en su exilio forzado en Rusia y más detalles sobre cuál fue el criterio que utilizó para filtrar determinada información, ni cuánto de lo que tenía realmente a mano y conocía sacó a la luz.
Pese a todo, el libro es devastador por la capacidad que tiene para ponernos en nuestro sitio: somos la sociedad mejor conectada de la historia, la que puede hacer casi todo desde un simple terminal y, al mismo tiempo, somos la más ignorante. El libro de Snowden es un aviso a navegantes: ni todo es lo que parece ni eres libre. Nada, absolutamente nada de lo que hacemos, decimos o consultamos se escapa al ojo gigante que todo lo ve. Pensamos que lo sabemos todo cuando en realidad nos limitamos a nutrir constantemente de conocimiento a un sistema que recopila información para utilizarla en el momento que considere conveniente. Por eso nadie duda hoy en preferir que un compañero de trabajo se pasee solo por nuestra casa una hora que dejarle pasar diez minutos a solas con nuestro móvil desbloqueado. Sonría al pajarito, porque le está viendo. Sin descanso.