Nadie ha querido hablar ni ver la riqueza cultural oculta que alberga el Beni. En lugar de descubrir los tesoros escondidos que año tras año son devorados por la tupida selva, aquí se preparan otra vez para enfrentar el caudal de las aguas como si eso fuera lo más importante. Los restos ocultos de las ´Culturas Hidráulicas de Mojos´.
Kenneth Lee podía pasarse todo el día contemplando, desde un avión alquilado, las llanuras del Beni. Pero no lo habría hecho solo. Necesitaba explicar lo que veían sus ojos, al menos alguien que le tome apunte, que crea en lo que estaba hablando. Ese alguien es el trinitario de origen italiano Ricardo Bottega. Los dos se entusiasmaban volando y le daban rienda suelta a su conocimiento e imaginación. Uno como geólogo, el otro como ingeniero hidráulico. No parecía real lo que los dos amigos estaban viviendo desde el aire.
Cada año las precipitaciones pluviales inundan gran parte del departamento del Beni y sobre todo Trinidad que construyó defensivos para protegerse de las aguas. “Es increíble la riqueza hidráulica sobre la que está asentada esta región”, dice Bottega recordando al maestro Kenneth Lee (1926 – 1999), el norteamericano que hace algunos años ya no está más con nosotros. Partió y su ausencia es al mismo tiempo que sentida, reconfortante por la narrativa que inculcó volando en una avioneta alquilada, casi siempre desprendiendo de su tiempo profesional para dedicarle en exclusiva a construir la versión desconocida de este departamento del que nos acordamos cada año en la época de crecida de las aguas de los ríos amazónicos que la bordean y, por sus desastres. El año redondo Beni no existe en el imaginario nacional, apenas para unos cuentos bohemios e investigadores que claman al cielo por que el legado de Lee llegue algún día a hacerse realidad. El norteamericano solía decir con paciencia, pero inquieto a la vez que “los bolivianos no valoran la riqueza de su territorio”.
El Beni es un departamento de Bolivia que queda al noroeste del país, durante la época de la conquista española se denominó las Reducciones de Mojos. A este lugar solo llegaban los jesuitas para amansar a los indígenas, evangelizarlos y así propiciar la entrada de los soldados conquistadores de la corona real española. Desde hace muchos años se viene hablando de una civilización muy grande que se desarrolló en estos parajes y de su avanzado nivel de tecnología ambiental tan sincronizado con la naturaleza que es un misterio por descubrir hasta ahora.
Los primeros descubrimientos arqueológicos de los restos de las culturas prehispánicas antiguas del Mojos precolombino los realizó Kenneth Lee allá por 1959 cuando sobrevolaba los llanos de Mojos (Beni) en un trabajo de consultoría de prospección petrolera que realizaba para la compañía Shell Oil, antes de conocer a Bottega. Kenneth se tomaba su tiempo fascinado contemplando y haciendo mediciones de la profundidad que desde lo alto no alcanzaba su entendimiento. El profesor norteamericano ganaba raudales de dinero pagado por la Shell, pero estaba tan apasionado en su diligente trabajo por descubrir los misterios de Mojos; lo mismo que en observar los promontorios de tierra que debido a la formación del suelo no podían ser naturales. El geólogo norteamericano estaba seguro que el Beni tiene grandes misterios no descubiertos al interés racional y, a veces, hasta primario y desinteresado de sus pobladores. Y eso le transmitía a su amigo Bottega. “Estos promontorios solo podían haber sido construidos por el hombre como obras civiles para algún fin del antiguo habitante mojeño, y por lo consiguiente, restos arqueológicos de alguna antigua cultura bastante desarrollada”, indagaba el norteamericano.
Kenneth Lee y Ricargo Bottega se enfrascaban en largas conversaciones para entender la ciencia que se escondía detrás de una cultura que estudiando poco a poco parecía más de marte que de este planeta. Ambos se dedicaron a explorar y resolver el misterio que envolvían estos restos tan grandes y tan complejos que para Kenneth Lee requerían una explicación. Él le había manifestado a Bottega que lo que alcanzaban a ver sus ojos era tan grandioso que podría dedicarle el resto de su vida para armar el rompecabezas y explicar algunas de las incógnitas que guardan estos restos arqueológicos milenarios.
De esta manera, los intrépidos excursionistas munidos de brújulas y un gran y particular entusiasmo emprendieron cientos de miles de kilómetros en búsqueda de la nueva civilización. “No solo en avión, algunas veces por tierra, a pie, en carretón, a caballo, buey, mula y otras veces en canoas por agua”, precisa Bottega. Cuantificaron 20 mil lomas artificiales, más de 5 mil kilómetros lineales de terraplenes, más de 500 kilómetros lineales de canales y 20 mil kilómetros cuadrados de campos de cultivos antiguos visibles desde el aire ya que el resto se encuentra cubierto por los bosques. Estos últimos, en su mayoría de origen antrópico debido a que la cobertura vegetal de la selva utiliza como puntas de lanza las obras civiles arqueológicas dejadas por este imperio paititiano para regenerarse y proliferarse a través de la pampa. “Pero tal vez lo más importante que se puede rescatar -explica Ricardo Bottega sentado en el comedor de su casa al borde de una mesa rodeada de los ricos manjares que hacen aún más paradisiaco y misterioso este territorio- desde el punto de vista agrícola, es que todo lo que existió pertenecía a un gran sistema hidroagrícola y que sus principales pilares sobre los que se basaba este imperio eran el agua de inundación estacional anual y el vector de transferencia de nutrientes del agua al suelo que consista en una planta acuática denominada Tarope (Eicchornia crassipes)”.
Vaya palabras que usa este hombre que se levanta inquieto para enseñar al visitante los archivos fotográficos que desde los años 60´ conserva intactos como reliquia y con gran recelo. “Estos factores, como la inundación estacional y la planta acuática, eran los que determinaban el éxito o el fracaso de cada año productivo convirtiéndose en un ciclo sostenible y sustentable por miles de años y, al parecer, no les falló hasta el año 1200 después de Cristo cuando cayó esta prometedora cultura a la que Kenneth Lee denominó ´Culturas Hidráulicas de Mojos´”, reafirma el anfitrión.
“Así como Kenneth Lee descubrió nuestro pasado oculto en las inmensas pampas de nuestro querido Beni (Mojos), queremos mostrar al boliviano y al extranjero lo grande que son las obras hidráulicas civiles que no son visibles a simple vista desde el suelo por el tamaño de las mismas ya que se puede estar parado sobre una de ellas y no se las puede apreciar”. La inmensidad que a veces no consiguen ver tus ojos.
Cómo suscitar la atención de este denominativo común que se llama indiferencia de quienes tienen en sus manos el control del Estado. “Por este motivo es que queremos mostrar los restos arqueológicos en imágenes fotográficas desde el aire a todo color y de primera calidad, para poder apreciar en toda su magnitud desde el aire. Así la comunidad científica internacional se interesará por investigar el pasado guardado en estas tierras y aprender de las tecnologías ambientales que nos dejaron en sus restos y, tal vez podamos aplicarla a nuestros tiempos para solucionar muchos de nuestros problemas de contaminación de suelos agrícolas y hacer sostenible los sistemas productivos actuales y transformar las tierras inertes en tierras productivas”, sostiene Bottega.
Hay mucho por explicar. Me despido con la promesa de que los esfuerzos de Kenneth Lee y los de Ricardo Bottega encontrarán algún día en un ángel el interés de descifrar estos enormes misterios que se han postergado por el ritmo casi loco que se apodera de quienes tienen en sus manos transmitir conocimiento y cultura con las que es imposible que un país desarrolle sus potencialidades.
Coincidimos que aquí en nombre de la antigua cultura de Mojos, hay mucho por hacer.
Apreciado lector, te invitamos a suscribirte a la Revista dat0s digital para continuar disfrutando del contenido exclusivo que tenemos para ofrecer.
Este reportaje fue publicado en la edición 233 de septiembre de 2020 de la revista dat0s | Fotos: Ricardo Bottega.