La difícil tarea de transportar una vacuna que debe estar a 80 grados Celsius bajo cero
Desarrollar una vacuna eficaz contra el coronavirus es el primer paso. Luego viene la cuestión de cómo enviar cientos de millones de dosis que necesitarán conservarse a temperaturas árticas.
Muchas cosas tendrán que concretarse para poder terminar con la pandemia del coronavirus. Las empresas farmacéuticas tendrán que desarrollar una vacuna segura y eficaz. Miles de millones de personas tendrán que aceptar vacunarse.
Pero también existen retos más ordinarios como, por ejemplo, el asunto de que las empresas deberán transportar ampolletas de vidrio diminutas a miles de kilómetros de distancia y conservarlas a temperaturas tan frías como las del Polo Sur en los inviernos más intensos.
Varias de las primeras vacunas en desarrollo contra la COVID-19 deberán conservarse a una temperatura mínima de hasta 80 grados Celsius bajo cero desde el momento en que se envasen hasta que estén a punto de ser inyectadas en el brazo del paciente.
Eso no será fácil. Es posible que las vacunas se fabriquen en un continente y se envíen a otro. Tendrán que pasar de un centro de distribución a otro antes de llegar a los hospitales y a otros lugares donde las apliquen.
Pese a que las autoridades de salud estadounidenses todavía no aprueban ninguna vacuna, ya se están haciendo preparativos para una campaña de vacunación masiva. Se espera que en la coordinación y la distribución en Estados Unidos participen el ejército y un contratista federal. Pero varias empresas se están movilizando para encontrar la manera de mantener cientos de millones de dosis de una vacuna a temperaturas muy muy frías.
Los aeroplanos, los camiones de carga y los almacenes tendrán que estar equipados con congeladores. Las ampolletas de vidrio tendrán que resistir temperaturas heladas. Alguien tendrá que fabricar mucho más hielo seco.
“Apenas estamos comenzando a entender las complicaciones que conlleva la entrega”, dijo J. Stephen Morrison, vicepresidente sénior del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un organismo de investigación. “Y no hay vuelta de hoja. Las exigencias de temperatura son muy concretas y eso limitará el acceso y la entrega”.
El viernes 18 de septiembre, el presidente Donald Trump afirmó que para abril cientos de millones de dosis de una vacuna no identificada estarían a disposición de todos los estadounidenses. Ese plazo es más ambicioso de lo que sus propios asesores han manifestado. El 16 de septiembre, Robert Redfield, director de los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), le dijo a un comité del Senado que la vacuna no estará disponible al público en general sino hasta mediados del próximo año.
De las tres vacunas que han llegado a la fase tres, dos -una fabricada por Moderna y los Institutos Nacionales de Salud, y la otra, por Pfizer y BioNTech- tienen que mantenerse en un estado casi constante de congelamiento extremo. (Están elaboradas con materiales genéticos que se desintegran al descongelarse). Otra candidata importante, que está siendo desarrollada por AstraZeneca y la Universidad de Oxford, debe conservarse fría, pero no congelada.
El mes pasado, McKesson, un destacado distribuidor de medicamentos, obtuvo un contrato federal importante para ayudar a distribuir la vacuna contra la COVID-19. Sin embargo, la mayor parte del trabajo recaerá sobre empresas que no pertenecen a las industrias médica ni farmacéutica. Las principales empresas de paquetería estadounidenses, incluidas UPS y FedEx, ya cuentan con redes de congeladores que emplean para enviar alimentos perecederos y suministros médicos. Estas compañías tienen experiencia en el envío de vacunas contra otras enfermedades, como la influenza estacional.
No obstante, es probable que los esfuerzos de vacunación contra la COVID-19 superen los de las campañas anteriores.
UPS informó estar construyendo una llamada granja de congeladores en Louisville, Kentucky, el centro de distribución más grande de esa empresa, donde puede almacenar millones de dosis a temperaturas bajo cero.
Crear un almacén completo capaz de mantener tal congelamiento profundo habría sido demasiado complejo y costoso. Así que en una bodega se han dispuesto filas de congeladores industriales verticales Stirling Ultracold, cada uno capaz de almacenar 48.000 ampolletas. Hasta ahora hay 70 congeladores pero la bodega tiene capacidad para varios cientos de ellos. Un centro similar de UPS está en marcha en Holanda.
“Nunca antes he visto algo como esto”, dijo Wes Wheeler, director de salud de UPS. “Nada ha sido tan global a esta escala”.
En FedEx, Richard W. Smith, hijo del fundador de la empresa, Fred W. Smith, es quien se encarga de los preparativos para el envío de las vacunas. Smith hijo, quien está al frente de las operaciones aéreas de la empresa en el continente americano, estuvo a cargo del sector de ciencias biológicas de las operaciones aéreas de FedEx durante la pandemia de la influenza H1N1 en 2009. Smith señaló que, en ese entonces, el gobierno de Estados Unidos le pidió a FedEx que se preparara para ayudar en el transporte de las vacunas, y la empresa duplicó la cantidad de congeladores que manejaba en todo el mundo.
“Por fortuna, la pandemia de H1N1 no llegó al nivel que pensábamos que podría alcanzar”, dijo. “Pero todo eso nos permitió fortalecer en gran medida nuestra infraestructura de cadena de frío”.
En los años posteriores, FedEx amplió su suministro de congeladores y trabajó en conjunto con la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos para que sus aviones obtuvieran permiso para transportar más hielo seco. (Cuando el hielo seco se derrite, emite dióxido de carbono, lo que hace que el aire en los aviones sea potencialmente inseguro para los pilotos y la tripulación).
Ahora FedEx está añadiendo congeladores capaces de mantener temperaturas tan bajas como 80 grados Celsius bajo cero en ciudades como Memphis, Indianápolis y París. También está instalando remolques refrigerados adicionales en Oakland, California, Dallas y Los Ángeles, que podrían usarse para vacunas que deben servirse refrigeradas, no congeladas.
“La demanda de esto es enorme”, dijo Smith. “Sabemos que va a ser un mercado muy importante”. Los analistas de Citi estuvieron de acuerdo y dijeron, en una nota reciente que sugiere que las acciones de FedEx eran una buena inversión, que es probable que el negocio de transporte de vacunas sea rentable.
Como si los retos no fueran lo suficientemente abrumadores, el mundo enfrenta una escasez inminente de hielo seco, lo cual es un efecto secundario inesperado de la pandemia.
El hielo seco, ese material que desprende humo frío y que apasiona a los pequeños científicos en edad escolar, está hecho de dióxido de carbono, el cual comúnmente se genera como un derivado de la producción de etanol.
Sin embargo, la producción de etanol sube y baja según fluctúa la demanda de gasolina. Esta primavera, debido a la puesta en vigor de los mandatos de permanecer en casa, la gente dejó de conducir tanto. Como resultado, se redujo la producción de etanol, al igual que el suministro de dióxido de carbono.
En abril, Richard Gottwald, director ejecutivo de la Asociación de Gas Comprimido, envió una carta al vicepresidente Mike Pence advirtiendo sobre “un riesgo significativo de escasez de dióxido de carbono”.
Cinco meses más tarde, “la industria del etanol aún no se ha recuperado”, dijo Gottwald en una entrevista. “Estamos viendo una escasez”. Y eso hace que sea difícil conseguir hielo seco.
Durante gran parte del verano, Marc Savenor, propietario de Acme Dry Ice en Cambridge, Massachusetts, que abastece a las empresas médicas, se ha quedado sin dióxido de carbono. El suministro era el más severo que había visto en sus 42 años en el negocio, lo que obligó a Savenor a racionar su hielo seco.
“Era como un McDonald’s sin hamburguesas”, dijo, y agregó que el dióxido de carbono parecía más abundante en las últimas semanas.
UPS y FedEx están tomando cartas en el asunto. FedEx cuenta con máquinas que pueden producir hielo seco en los almacenes, y UPS señaló que está considerando incorporarlas.
Las empresas también tendrán que proporcionarles a sus repartidores capacitación y equipo especial, como guantes para manejar la mercancía helada.
Pfizer ha diseñado una caja especial para transportar su esperada vacuna. Estas cajas, más o menos del tamaño de una hielera grande, podrán contener un par de cientos de ampolletas de vidrio, con diez a veinte dosis de la vacuna en cada una. Las cajas están equipadas con sensores de temperatura con GPS que le permitirán a Pfizer saber dónde se ubican las cajas y qué tan frías están. (Si se ponen demasiado templadas, los trabajadores pueden añadir hielo seco).
Todo esto nos lleva a otro problema: el vidrio casi siempre se fisura en temperaturas extremadamente frías.
A principios de este año, Corning, un fabricante de vidrio con 169 años de experiencia en el norte de Nueva York, se acercó a los funcionarios del Departamento de Salud y Servicios Humanos con una advertencia: no habría suficientes ampolletas resistentes al frío para manejar la vacuna congelada, señaló Brendan Mosher, director de tecnologías para la industria farmacéutica de esa empresa.
Corning expuso una solución. Podría fabricar millones de ampolletas con una nueva clase de vidrio de calidad farmacéutica que puede resistir temperaturas gélidas. En junio, el gobierno le otorgó a esta empresa un contrato de 204 millones de dólares para que incrementara la producción de estas ampolletas especiales. El nuevo vidrio no está hecho con boro, un ingrediente común del vidrio convencional que puede contaminar cualquier cosa que se encuentre dentro de las ampolletas.
Mosher comentó que Corning estaba usando los fondos federales para cuadruplicar la capacidad de su planta en Big Flats -en Nueva York-, acelerar la construcción de un horno para vidrio en Nueva Jersey y para apresurar la edificación de otra planta en Carolina del Norte. Corning contratará a 300 trabajadores y dice que va por buen camino para comenzar a producir cientos de millones de ampolletas de vidrio el próximo año.
Incluso si hay suficiente hielo seco, almacenes fríos y ampolletas resistentes, es poco probable que las farmacias comunes y corrientes estarán equipadas para almacenar grandes cantidades de vacunas que requieran un almacenamiento tan frío. Sin embargo, es posible que puedan disponer de las cajas tamaño hielera de Pfizer, y la vacuna de Moderna puede almacenarse a temperaturas menos gélidas durante los días previos a su aplicación.
En una exposición al equipo de trabajo para combatir el coronavirus de la Casa Blanca, el mes pasado, Kathleen Dooling, experta en enfermedades que trabaja en los CDC, señaló que los estrictos requisitos de temperatura “dificultarán mucho que las clínicas comunitarias y las farmacias locales almacenen y apliquen la vacuna”. Mencionó que esta tendría que suministrarse “en lugares centralizados que dispongan del equipo adecuado y puedan manejar altos volúmenes”. No se sabe dónde se ubicarán esos lugares ni quién administrará las vacunas.
Eso es solo en Estados Unidos. Cualquier vacuna que requiera un riguroso control de temperatura sería inalcanzable para gran parte de los países en vías de desarrollo. En un estudio reciente de DHL y McKinsey, se descubrió que una vacuna fría estaría al alcance de aproximadamente 2500 millones de personas en 25 países. Quedarían excluidas muchas regiones de África, Asia y Sudamérica, donde no abundan los congeladores capaces de mantener temperaturas extremadamente frías.
“La consecuencia es que se ve reforzada la impactante tendencia que favorece a los pocos países ricos y poderosos”, dijo Morrison, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
David Gelles escribe la columna Corner Office y es reportero de Negocios. Síguelo en LinkedIn y en Twitter @dgelles.