El método matemático que puede aclarar las teorías conspirativas

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Es difícil mantener una conspiración en la sombra. Tarde o temprano, aseguran los científicos, uno de los conspiradores hablará.

Un estudio examinó cuánto pueden durar ocultos los complots antes de que alguien los descubra -ya sea de forma deliberada o inconscientemente- y salga a la luz pública.

El doctor David Grimes, de la Universidad de Oxford, concibió una ecuación matemática para expresar esto y la aplicó a cuatro conspiraciones famosas.

Su trabajo aparece en la revista Plos One.

La fórmula de este físico se basa en tres factores: la cantidad de conspiradores, el tiempo que ha pasado desde la conspiración y la probabilidad intrínseca de que un complot fracase.

Él aplicó su ecuación a cuatro famosas teorías conspirativas: el hombre nunca llegó a la Luna, el cambio climático es un fraude, las vacunas causan autismo y las compañías farmacéuticas han reprimido una cura para el cáncer.

El análisis de Grimes sugiere que si estas cuatro teorías fueran ciertas, lo más probable es que ya se hubieran comprobado.

Por ejemplo, el que el alunizaje fue un “engaño” se habría sabido en 3,7 años; que el cambio climático es una mentira, se tendría que haber destapado entre los 3,7 años y los 26,8 años desde que se empezó a especular sobre el tema.

La conspiración de la vacuna se resolvería en 3,2 años a 34,8 años; y el supuesto complot de las farmacéuticas en 3,2 años.

“Los métodos matemáticos que utilizamos en este trabajo fueron ampliamente similares a las matemáticas que utilicé antes para mi investigación académica sobre la física de la radiación”, explicó Grimes.

Construyendo la ecuación

Para dar con esta ecuación, Grimes empezó con la distribución de Poisson, una herramienta estadística común que mide la probabilidad de un evento particular que ocurre en un tiempo determinado.

Utilizando un manojo de supuestos, combinados con deducción matemática, Grimes produjo una fórmula general, aunque incompleta.

Al experto le faltaba un buen estimado para la probabilidad intrínseca de una conspiración fallida.

Para determinar esto, analizó los datos de tres complots genuinos.

El primero fue el programa de vigilancia realizado por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (la NSA), conocido como PRISM.

Este programa involucró a al menos 36.000 personas y fue sacado a la luz pública por Edward Snowden unos seis años después.

El segundo fue el experimento Tuskegee, en el que la cura para la sífilis (penicilina) fue ocultada deliberadamente a pacientes afroamericanos.

Hasta 6.700 personas tuvieron que haber participado en este experimento y el doctor Peter Buxtun dio la alarma unos 25 años después.

El tercero fue el escándalo del FBI, revelado por el doctor Frederic Whitehurst, y en el que se supo que los análisis forenses de la agencia eran engañosos y poco científicos, resultando en el encarcelamiento y ejecución de gente inocente.

Grimes estima que, como mucho, unas 500 personas tuvieron que haber estado involucradas y que tomó unos seis años para que el escándalo explotara.

La ecuación que el experto representa “el mejor escenario” para los conspiradores, es decir, asume con optimismo que los conspiradores son buenos guardando un secreto y que las investigaciones externas no tienen lugar.

Juntando los puntos

Juntando los números de las tres conspiraciones conocidas, Grimes calculó que la probabilidad intrínseca para que una conspiración sea errada es de cuatro en un millón.

A pesar de que este número es bajo, la probabilidad de que se descubra es bastante grande en la medida que pase el tiempo y aumente el número de conspiradores.

La teoría de que el hombre nunca llegó a la Luna, por ejemplo, empezó en 1965 y, de ser cierta, habría involucrado a 411.000 empleados de la Nasa.

Con estos parámetros, la ecuación de Grimes sugiere que el engaño tuvo que haber salido a la luz pública a los 3,7 años.

Pero como esta teoría conspirativa tiene más de 50 años, la ecuación de Grimes predice que -de ser cierta- solo tuvo que haber contado con 251 conspiradores.

Quizás, entonces, es más lógico pensar que el alunizaje fue real.

El profesor Monty McGovern, matemático de la Universidad de Washington, dijo que los métodos del estudio le parecen “razonables y las probabilidades calculadas bastante plausibles”.

Grimes sabe que es “de difícil a imposible persuadir a aquellos con una convicción”.

Pero “espero que este trabajo sea útil para aquellos que están más en el medio y que se preguntan si los científicos pueden perpetuar o no un fraude”.

 

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