La arquitectura más atractiva del planeta está en la Antártida

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Foto: National Science Foundation

¿Quién dijo que una base de investigación polar tenía que ser fea? Los diseñadores están repensando la construcción en el entorno más hostil del mundo.

 

Los representantes de la comunidad científica y del gobierno de Brasil irán este mes a la Antártida a inaugurar su nueva base de investigación Comandante Ferraz, la cual viene a remplazar las instalaciones que se perdieron en un incendio de 2012. Los dos edificios de poca altura, diseñados por Estudio 41, un despacho brasileño de arquitectura, tienen laboratorios, asistencia operativa y alojamientos, y podrían confundirse con un museo de arte o un hotel boutique.

“Brasil es un país tropical, así que no estábamos habituados a estas condiciones”, señaló Emerson Vidigal, director de esa empresa.

“Estas condiciones”: temperaturas que descienden a 51 grados Celsius bajo cero y vientos que alcanzan los 160 kilómetros por hora.

A lo largo del siglo XX, la arquitectura en la Antártida fue un asunto práctico y, en gran parte, improvisado, que tenía por objeto resguardar del clima y mantener vivos a los ocupantes. En 1959, el Tratado Antártico destinó ese continente a la investigación. Desde entonces, los científicos han llegado en cantidades cada vez más grandes, con necesidades cada vez más complejas. La construcción en la Antártida, que por mucho tiempo perteneció al ámbito de los ingenieros, ahora está atrayendo a arquitectos diseñadores que quieren trasladar la estética -al igual que la eficiencia, la durabilidad y el aprovechamiento de energía- a la zona más fría del planeta. “Como arquitectos, nos interesa la comodidad de la gente, así que nos propusimos crear un tipo de ambiente propicio para el bienestar”, comentó Vidigal.

Cuando los exploradores británicos construyeron ahí una de las primeras estructuras permanentes en 1902, la aislaron con fieltro y la revistieron con madera. La cabaña era “tan fría y entraba tanto viento en comparación con el barco que, durante el primer año, nunca se habitó”, recordó Ernest Shackleton, uno de los miembros de la tripulación de esa expedición. Cuando la acumulación de nieve obstruía el paso por la puerta, el equipo utilizaba una ventana para entrar y salir.

Ese espíritu de improvisación continuó durante décadas. En 1956, la organización británica Royal Society fundó la base Halley, pero, para 1961, sus instalaciones habían quedado enterradas bajo la nieve y cerraron en 1968. La base Halley II que la remplazó fue reforzada con soportes de acero, pero su vida útil fue todavía más corta, de 1967 a 1973. Halley III duró once años, Halley IV duró nueve y Halley V, casi quince, y cada trabajo de reconstrucción fue una tarea costosa y complicada.

Cuando surgió la necesidad de construir una nueva base Halley en 2005, la Prospección Antártica Británica, la cual gestiona la ocupación del espacio del Reino Unido en la Antártida, adoptó un enfoque novedoso y colaboró con el Real Instituto de Arquitectos Británicos para patrocinar un concurso de diseño. La empresa ganadora, Hugh Broughton Architects, diseñó la base Halley VI para que durara al menos 20 años.

Además de ser visualmente atractiva, Halley VI ofrece un ambiente más cómodo para vivir y trabajar. Está montada sobre pilotes hidráulicos, lo que permite que los operadores la eleven para sacarla de la nieve acumulada. Además, si es necesario mover toda la estación -que está asentada sobre una plataforma de hielo-, esto puede hacerse gracias a unos esquíes que hay en la base de esos pilotes. “Con anterioridad, estos proyectos solo pretendían ofrecer un resguardo del clima”, comentó Broughton. “Se les decía a los ingenieros: ‘Este es el clima, esta es la velocidad del viento, estas son las limitaciones’. Pero ahora estos proyectos pretenden usar la arquitectura como medio para mejorar tanto el bienestar como la eficiencia de la operación”.

Otros países ya se han sumado. En 2018, España abrió una nueva base de investigación y contrató a la empresa de Broughton para diseñarla. Al igual que Halley VI, tiene una silueta marcada y sus edificios modulares están revestidos con paneles rojos de plástico reforzados con fibra.

Estos edificios no solo tienen que soportar algunas de las condiciones climáticas más extremas del mundo, sino que los materiales de construcción tienen que enviarse y armarse en las escasas doce semanas del verano. La mayoría de los proyectos se construyen paulatinamente en el transcurso de varios años.

Cuando el Centro Nacional de Investigación Antártica y Oceánica de India decidió construir una nueva base de investigación, la empresa de arquitectura que eligió -bof architekten, de Alemania- ideó una manera para que la construcción fuera más eficiente. En vez de enviar a la Antártida contenedores de transporte llenos de materiales de construcción y luego regresarlos vacíos, los arquitectos integraron los contenedores de envío al diseño. “No es una de esas situaciones en las que despiertas y dices: ‘Quiero construir una base de investigación en la Antártida’, pero los arquitectos hicieron aportaciones importantes a estos proyectos”, comentó Bert Buecking, socio de bof architekten.

Para Estados Unidos, la arquitectura en la Antártida es algo urgente. La estación más grande de Estados Unidos, McMurdo, se inauguró en 1956 como una base naval improvisada, creció de acuerdo con las circunstancias durante décadas y ahora hay que modernizarla.

“Con el fin de prepararse para el trabajo de campo, los científicos reciben capacitación en un edificio, recogen el equipo para el campo en otro, reciben una motonieve en otro edificio y le ponen combustible en otro sitio”, dijo Ben Roth, gerente de proyectos de Antarctic Infrastructure Modernization for Science, el programa de la Fundación Nacional para la Ciencia (NSF, por su sigla en inglés) que modernizará la estación McMurdo durante la próxima década.

Roth calificó a los edificios existentes como “acaparadores de energía”, y otros funcionarios de Estados Unidos creen que eso genera problemas adicionales para la investigación científica en la estación. “Cuanto más gastamos para mantener en funcionamiento el edificio, menos recursos tenemos para mandar a los investigadores al área”, afirmó Alexandra Isern, directora del Departamento de Ciencias de la Antártida en la NSF.

En 2012, la NSF contrató a OZ Architecture, una empresa con sede en Denver, para desarrollar un diseño conceptual preliminar para una nueva estación McMurdo. Un equipo independiente de arquitectos y constructores está trabajando en el desarrollo de esos diseños. El complejo resultante ofrecerá “instalaciones cómodas”, señaló Roth, las cuales incluirán centros de acondicionamiento físico, salas de estar y alojamientos optimizados.

Broughton observó con interés “la forma tan radical en que ha cambiado el enfoque de estos proyectos en tan poco tiempo”. Como dijo Buecking, “cuando el Reino Unido construyó la base Halley VI, muchos países se dieron cuenta de la importancia de hacer algo especial, y no hacer algo así nada más”.