El investigador sueco es conocido por haber desarrollado una nueva disciplina: la paleogenética, que consiste en investigar la evolución humana a través del estudio del ADN de los homínidos que nos precedieron. Pääbo logró secuenciar por primera vez la información genética de los neardentales y los denisovanos, ambas especies extintas hace decenas de miles de años.
Durante años, todo lo que sabíamos de nuestros antepasados lo recogíamos del estudio de huesos, dientes y restos arqueológicos. Y, a pesar de que así aprendimos mucho, también requirió ejercitar ampliamente el arte de la deducción. Svante Pääbo, un científico nacido en Estocolmo en 1955, no quiso resignarse y se embarcó en la aventura de entender la genética de nuestros antepasados evolutivos; una aventura que ahora le ha merecido el premio Nobel de Medicina o Fisiología de 2022.
Después de más de una década de trabajo, Pääbo y su equipo lograron secuenciar el ADN de los neardentales en 2010. Fue como si la arqueología y la paleontología entera llevaran años mirando a través de gafas sucias y, de repente, se hubiera aclarado su visión. Gracias al increíble hallazgo del científico sueco, un pedazo de hueso ahora se convertía en un mapa genético repleto de información.
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A raíz del desarrollo de nuevas técnicas para encontrar el ADN de estos homínidos extintos, Pääbo pudo demostrar que los humanos de hoy en día compartimos entre un 1 y 2% de ADN neardental, es decir que los homo sapiens, de nuestra línea evolutiva, llegaron a mezclarse y reproducirse con nuestros antepasados más cercanos antes de que se extinguieran.
Pääbo y su equipo también pudieron colgarse una medalla bien especial: el descubrimiento de una nueva especie extinta de homínidos, los denisovanos, gracias a la secuenciación genómica de un solo dedo hallado en una cueva de Siberia.
“Al revelar las diferencias genéticas que nos distinguen a todos los humanos vivos de los homínidos extintos, sus descubrimientos sientan las bases para explorar lo que nos hace únicamente humanos”, explicó el comité del Instituto Karolinska al anunciar el premio para Pääbo.
Estas desemejanzas genéticas entre el Homo Sapiens y nuestros parientes más cercanos ahora extintos “eran desconocidos hasta que se identificaron a través del trabajo de Pääbo”, resaltó el Comité del Nobel.
Este flujo de genes tiene relevancia fisiológica, por ejemplo, en la manera en el que nuestro sistema inmunológico reacciona ante cuadros infecciosos.
Pääbo, de 67 años y oriundo de Estocolmo, “estaba abrumado, sin palabras, muy feliz, increíblemente emocionado”, detalló Thomas Perlmann, secretario del Comité Nobel de Medicina, quien se contactó con el biólogo para notificarle su distinción.
El científico realizó sus estudios premiados en Alemania en la Universidad de Munich y en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig.
Con más de 4.000 referencias, el sueco también es autor de uno de los 2.000 artículos científicos más citados desde 1970 entre los 55 millones que se han publicado, remarcó David Pendlebury, miembro de Clarivate, proveedor de análisis de datos científicos.
De esta manera continúa con un linaje familiar caracterizado por la obtención de premios Nobel. Su padre, Sune Bergström, también lo había conseguido en 1982 por sus descubrimientos sobre las prostaglandinas y sustancias relacionadas.
El de Medicina es el primero de los prestigiosos reconocimientos que se harán este año y que continuarán hasta el próximo lunes. Mañana se revelará al merecedor del de Física, en tanto que le seguirán los de Química, Literatura y de la Paz sucesivamente. El de Economía cerrará la ronda en el inicio de la semana siguiente.
Con EFE, Reuters y AP