Así surgió el Síndrome de Estocolmo (II Parte)

Por Darío Silva (Perfil)
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Toma rehenes banco Suecia, Síndrome Estocolmo

La crisis de los rehenes en el Kreditbank de Estocolmo daría lugar al famoso Síndrome de Estocolmo, acuñado por Nils Bejerot, un psiquiatra sueco que asesoró a la policía durante todo el operativo analizando en directo el comportamiento de los atracadores y los rehenes.

El síndrome de Estocolmo se popularizó en todo el mundo y es definido como la actitud favorable o incluso atracción que personas secuestradas pueden desarrollar hacia quienes las retienen. La más pequeña de las bondades se magnifica cuando la ofrece tu atormentador, por lo que él o ella parece convertirse en tu protector.

“Cuando una persona normal es secuestrada por un delincuente que tiene el poder de matarla, en cuestión de horas, el rehén tiene una especie de regresión a emociones infantiles”, explicó el psiquiatra Frank Ochberg, quien definió el síndrome para el FBI y Scotland Yard en la década de 1970, “no puede comer, hablar, ir al baño sin permiso. Hacerlo es un riesgo, así que acepta que su captor es quien le da la vida, como lo hizo su madre”.

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“No es un diagnóstico psiquiátrico”, objetó Christoffer Rahm, psiquiatra e investigador del Karolinkska Institutet, autor de un artículo titulado: “Síndrome de Estocolmo: ¿diagnóstico psiquiátrico o mito urbano?”.

El término “puede describirse como un mecanismo de defensa que ayuda a la víctima a sobrevivir” en una situación de extrema presión. “Gracias a ese vínculo positivo, desarrolla una forma de aceptación de la situación, lo que a su vez reduce su estrés”, explicó Rahm.

Según Alex Haslam, profesor de psicología en la Universidad de Queensland, el Síndrome de Estocolmo ‘subvierte nuestra comprensión’ de con quién debemos vincularnos en la vida.

“No estamos destinados a identificarnos con grupos que nos maltratan y oprimen”, dice. “Sin embargo, la realidad es que esto sucede todo el tiempo, por ejemplo, en las relaciones tóxicas en el hogar y en el lugar de trabajo”.

A nivel psicológico, “desarrollar un vínculo emocional positivo con alguien amenazante” es una realidad habitual, por ejemplo, en las relaciones sentimentales abusivas, aduce el investigador Christoffer Rahm. “La reacción psicológica de la víctima le permite aliviar el peso de la vergüenza y la culpa que puede sentir”, concluye.

“Le tenemos más miedo a los policías que a estos dos muchachos”

Según Cecilia Åse, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Estocolmo, “el síndrome de Estocolmo es un concepto inventado” para ocultar la falta de protección del Estado.

Las declaraciones de Enmark y las otras mujeres durante el drama fueron interpretadas por las autoridades “en una dimensión muy sexualizada, como si hubieran caído bajo el hechizo de un síndrome” y hubieran perdido toda capacidad de razonar por sí mismos, dijo Åse.

Pero los rehenes del banco de Estocolmo “actuaron de manera increíblemente racional”, argumentó la profesora. “Llamaron a los periodistas, pelearon (con policías y políticos) para que los delincuentes los sacaran del banco”.

“Nosotros representábamos una amenaza real para los rehenes”, reconocería años más tarde el comisario Eric Rönnegård en un libro sobre las fallas policiales en ese caso. “Con tantos policías rodeando el banco, existía el riesgo de que uno de los rehenes pudiera recibir una bala”.

El segundo día de la toma de rehenes, el New York Times había informado que Ehnmark “fue más crítica con las autoridades que con los ladrones y acusó al Gobierno de ‘jugar con nuestras vidas'”.

“Le tenemos más miedo a los policías que a estos dos muchachos”, dijo ella. “Estamos discutiendo y, lo creas o no, la estamos pasando bastante bien aquí. ¿Por qué no pueden dejar que los chicos se vayan con nosotros en el auto?”

Señal de su resentimiento contra las autoridades, los antiguos rehenes optaron por guardar silencio absoluto durante el juicio a los secuestradores.

A lo largo de las últimas décadas hubo muchos ejemplos de este síndrome en un contexto criminal, como el caso de Mary McElroy, que fue secuestrada en 1933, en Missouri, por cuatro hombres con los que se encariñó tanto que, cuando los atraparon, suplicó que se les mostrara clemencia y los visitó en la cárcel para llevarles regalos.

Una década más tarde, en el campo de concentración nazi de Auschwitz, la prisionera judía Helena Citronova incluso tuvo una relación amorosa con uno de sus guardias de las SS de Hitler, Franz Wunsch.

En 1998, la austriaca Natascha Kampusch, que tenía diez años cuando fue secuestrada en marzo de 1998 y encerrada en un sótano durante más de ocho años, lloró desconsoladamente cuando le dijeron que su secuestrador, Wolfgang Priklopil, se había suicidado.

Priklopil había abusado de Natascha terriblemente, pero ella pasó los años siguientes en la casa en la que él la mantuvo secuestrada y se dice que ahora, a sus 35 años, conserva la fotografía de su captor en su bolso.