Cómo pasa el tiempo

Pedro Basaure Forgues y Redacción de datOs.
0
1173
Cultura aimara, lenguaje, intretación del tiempo
Foto: Fernando Arispe P. / Julio 2018

A propósito de  la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas, establecida hace 16 años, el 13 de septiembre de 2007,  a fin de que los Estados miembros de las Naciones Unidas se comprometan a afirmar los derechos humanos de los pueblos indígenas y reconocer su autodeterminación social, económica, cultual y política; recapitulamos el artículo “Cómo pasa el tiempo”  traducido por Pedro Basaure y publicado en la revista dat0s en 2018, donde una investigación linguística muestra la particular manera en que la cultura aimara interpreta el paso del tiempo a diferencia de muchas otras culturas ancestrales.

 

¿Para nuestros compatriotas de origen Aimara, el pasado, el presente y el futuro, transcurre de manera distinta que para el resto de los bolivianos?

Laura Spinney. “How Time Flies” (Cómo Vuela el Tiempo) [1]

Traducción de cortesía por Pedro Basaure Forgues

 Los cuestionamientos que encabezan nuestro artículo, en lugar de acicatear respuestas parecerían generan más bien confusión y nuevas interrogantes, puesto que en términos generales, cabría afirmar que el tiempo transcurre exactamente igual para todos los seres humanos sin que importen su nacionalidad, idioma, raza, origen, etc.; no obstante, recientes y serios estudios sobre este tema, parecen indicar que evidentemente, el pasado, el presente y el futuro, transcurren de una manera bien diferente para los bolivianos, (y para otras personas) de origen Aimara; en efecto, la periodista y escritora británica Laura Spinney, afirma en el artículo del título, escrito para una revista especializada, que “…para el pueblo Aymara que habita Los Andes, el pasado reside hacia adelante y el futuro hacia atrás”, afirmando además que los diferentes idiomas, reflejan y definen también, las concepciones humanas sobre el paso del tiempo.

En uno de los diálogos copiados por Laura Spinney en su trabajo de investigación, menciona la conversación con un anciano aimara en el prístino altiplano boliviano: “Con la mirada hacia la resplandeciente luz del Altiplano, considera con cuidado las preguntas que le hago acerca del tiempo. ¿Cuando habla de sus ancestros, se refiere a los Incas? -le pregunto. No, replica en un español rudimentario. Me refiero a mi tátara tátara abuelo. Con la mano derecha hace un gesto de rotación por encima de él y luego la dirige hacia su propio cuerpo. Los Incas -añade- llegaron antes y con la misma mano, apunta aún más lejos, hacia las montañas, hacia el horizonte”.

La autora explica que en otro video que registra también una conversación con una mujer Aimara a la que se le pide que describa los orígenes de su cultura, comienza mencionando a sus propios padres, luego a sus abuelos y así sucesivamente a sus ancestros más lejanos, extendiendo el brazo más y más hacia el horizonte frente a ella. A continuación, comienza a hablar cómo esas generaciones precedentes, le fueron transmitiendo valores a ella y mientras lo hace, su brazo automáticamente retorna hacia su persona de forma gradual y concluye explicando con un golpecito en su hombro, cómo ella misma irá transmitiendo esos valores a sus hijos.

La autora inglesa menciona que el investigador y científico Rafael Núñez de la Universidad de California, interesado en conocer de qué forma desarrollamos ideas abstractas como el tiempo, a través de este tipo de investigaciones que le tomaron varios años, ha llegado a la conclusión entre otras evidencias, que el pueblo Aimara tiene un sentido del paso del tiempo que como un espejo, refleja su propia imagen; el pasado -afirma- se encuentra delante de ellos y el futuro lo ubican atrás.

Con su colaborador, el lingüista Eve Sweetser, publicarán a fin de año, un libro que posiblemente confirme lo afirmado anteriormente, es decir, que para otros pueblos como el aimara, el paso del tiempo continúa siendo algo de naturaleza ilusoria y que radica en sus idiomas.

Albert Einstein nos mostró que el paso del tiempo es engañoso y que todos los lenguajes se refieren a él con una metáfora: el espacio. Si por ejemplo, un anglo parlante afirma: “Hemos llegado al límite…”, él o ella está expresando inminencia en términos de cercanía, una propiedad del espacio físico. Quienquiera que escuche esa frase, entenderá lo mismo pese a que el término “límite” no es una identidad que exista en el mundo físico. Núñez expresa que además de lo afirmado, no existe una verdad última o final que pudiera descubrirse más allá de esa metáfora; en consecuencia, si estas situaciones no existen más que en nuestras cabezas, ¿… de dónde viene nuestro concepto del tiempo y por qué sentimos con tanta seguridad, una sensación que equivale a algo absolutamente concreto?

En todos los idiomas indo europeos, incluido el Inglés, como también en otros tan diversos como el Hebreo, el Polinesio, el Japonés o el Bantú, quienes los hablan, enfrentan el futuro considerando que el paso del tiempo fluye desde un punto situado frente a ellos; el presente fluye a través de su propia posición y el pasado se ubica detrás de ellos. El pueblo Aimara, pese a que también siente el paso del tiempo, el que habla se encuentra enfrentando al pasado y hacia atrás de él o ella, al futuro.

En el idioma Aimara, “nayra” el término para denotar pasado, significa literalmente ojo, vista o frente. La palabra para decir futuro “q’ipa”, se traduce como detrás o a espaldas de uno.

Ya en el Siglo XVI, los Jesuitas notaron esta particularidad y mucho más tarde en el año 1975, los liguistas y antropólogos Andrew Miracle y Juan de Dios Yapita Moya ambos de la Universidad de La Florida, volvieron a notarla cuando observaron que el término en idioma Aimara “q’ipüru”, combina las palabras “q’ipa” y “uru” (día) para formar el término que literalmente, significa “algún día detrás de uno”.

Ante las evidentes pruebas de que los idiomas hablados van a menudo acompañados de ciertos gestos y señas, el científico Rafael Núñez tratándose del Aimara, decidió proceder con cautela para aquellos casos cuando se utiliza las palabras “nayra” y “q’ipa”, preguntándose si al hacerlo, los aimara/parlantes, utilizan dichas palabras para referirse a sí mismos o si lo hacen para denotar otro tiempo. Si lo segundo, no estarían haciendo nada diferente de sus contemporáneos norteamericanos o europeos que casi siempre ubican el paso del tiempo, fluyendo a través de ellos con el futuro por delante y el pasado por detrás; sin embargo, si se trata de lo segundo, es decir si el paso del tiempo transcurre a través de ellos con el pasado por delante y el futuro por detrás, estamos ante la evidencia concreta de que sienten ese  paso de manera totalmente diferente y de que hay  un verdadero abismo entre ellos y nosotros.

El científico Rafael Núñez decidió entonces estudiar simultáneamente el Aimara hablado, acompañado de los gestos y señas que normalmente uno hace al expresar la metáfora que utiliza al hablar. Piense por ejemplo el amable lector, en la mueca que se hace con los ojos y levantando los hombros, al expresar la afirmación “no sé” o “lo ignoro”.

Respirando el delgado aire de los 4.000 metros de altura del Altiplano, Núñez entrevistó a 27 adultos que hablaban solamente aimara y a otros bilingües en aimara y español, con los que conversó largamente acerca de los buenos viejos tiempos y acerca de lo que depararía el futuro a sus comunidades. Reunió en total unas 20 horas de conversaciones grabadas en video para analizar posteriormente su sincronismo de palabra/gesto y descubrió que efectivamente el aimara, tiene dos marcos evidentes de referencia para indicar o aludir al tiempo.

Cuando se refieren a tiempos o periodos muy amplios, sus gestos indican que los conciben de la izquierda a la derecha, autoexcluyéndose; cuando lo hacen refiriéndose a periodos más cortos o cercanos, (digamos varias generaciones), se ubican en un punto cero y conciben el paso del tiempo del frente hacia atrás, pero esta vez incluyéndose en el proceso. Al referirse a sus abuelos, los gestos del anciano y de la mujer entrevistados por el científico, confirman efectivamente que se refieren al pasado como si éste estuviera ubicado al frente de ellos.

Núñez cree que la razón por la que el aimara concibe las cosas de esa manera, podría estar conectado con la importancia que le concede al concepto de visión. Cada lenguaje tiene un sistema propio de marcaciones que obliga a quien lo habla, a prestar atención a ciertos aspectos de la información que se está transmitiendo al interlocutor. El Francés enfatiza el género de un objeto, (sa voiture; son livre); el Inglés enfatiza el sujeto, (his car; her book), en cambio el Aimara remarca si el que habla vio, presenció o no la acción a medida que transcurría, “…ayer mi madre cocinó patatas…pero yo no la vi hacerlo”. En idioma aimara, si se excluyen estas marcaciones, el orador podría ser considerado mentiroso o fanfarrón.

Hacen ya treinta años, Miracle y Yapita destacaron algunas casi incrédulas respuestas del aimara en ciertos textos escritos: “Colón descubrió América – ¿Quién lo dice, estuvo actualmente allí?” En un idioma que presta tanta dependencia a los testimonios oculares, no es sorprendente que los oradores, metafóricamente se enfrenten a lo que ya ha sucedido: el pasado.

“Estos descubrimientos en el idioma Aimara, realmente constituyen grandes noticias”, afirma la lingüista Vyvyan Evans de la Universidad de Sussex en Inglaterra. “Es el primer ejemplo verdaderamente bien documentado del futuro y del pasado, estructurado en una forma diametralmente diferente de cómo lo hacen otros idiomas, incluido el Inglés” -añade.

Por su parte, las propias investigaciones de Evans, ya afirmaban que podría existir gente en este nuestro mundo, que ve el paso del tiempo de manera diferente. La única cosa en común que tienen todos los seres humanos en lo que se refiere a su experiencia temporal, son los mecanismos perceptuales de sus cerebros. Añade afirmando “…existen cambios en nuestro  entorno; existe movimiento en nuestro entorno; necesitamos estar en condiciones de manejar esa información y en consecuencia, el cerebro humano ha evolucionado para ser capaz de reconocer tres componentes esenciales del tiempo: duración, simultaneidad y repetición”.

La mayoría de los lenguajes, tienen medios para expresar esos tres fenómenos y pueden incluso combinarlos en metáforas determinadas por la cultura. El inglés por ejemplo, ofrece la posibilidad de “comprar” tiempo, [2] el idioma Aimara no la tiene; la disponibilidad de diferentes metáforas, orienta todo el lenguaje hacia sutiles y posiblemente únicas diferencias y puntos de vista  cuando nos referimos al paso del tiempo.

Cuanto más cercanos los lenguajes, más cercanas las metáforas; ello no sucede con el Aimara que permaneció bastante aislado durante mucho tiempo aunque de momento, es el único lenguaje en el cual se han demostrado divergencias dramáticas en este sentido. Es difícil en consecuencia, afirmar en qué medida su noción del tiempo podría influir en su paso a otras áreas del pensamiento como el inglés o el hebreo influyeron en su entorno. Puede que nada suceda, pero es posible también que una serie importante de cosas y eventos cambien, por ejemplo, acota la Lingüista Evans, “…probablemente no se den las mismas metáforas para el concepto de progreso…”

En su estudio de 1975, Miracle y Yapita se refieren a la “gran paciencia” del Aymara a quien no le afecta mayormente, esperar la llegada de un camión por medio día para llevarlo al mercado. La gente de las culturas anglo parlantes gustan de planificar y se sienten muy contrariados cuando intervienen las vicisitudes de la vida en sus planes; por el contrario, añade Marta Hardman, una antropóloga de la Universidad de Florida, ¿si eres capaz de otear el futuro, qué sentido tiene la planificación?

Hardman ha estudiado el Aymara durante más de 50 años y pese a que desde la primera vez que llegó al Perú en 1950, se sintió tratada como una persona completa, sin jerarquías de género y con gran respeto a sus ancestros, siente que a diferencia de la cultura aimara, es su propia cultura nativa la que no va al grano con las cosas. En inglés nos vemos acicateados a ignorar el pasado “…pretendemos que no existe, que no está ahí; sin embargo, lo llevamos a cuestas a medida que transcurre toda nuestra vida…”


[1] Artículo escrito por la periodista y escritora británica Laura Spinney, basado en su libro “Los Aymaras” (Armónicos de Conciencia-Su Sorprendente Visión del Tiempo – 2015). La señora Spinney es también autora de la famosa obra, “Pale Rider” publicada en abril de 2017 sobre la tragedia denominada “La Gran Gripe Española” que entre 1918 y 1920, le costó la vida a aproximadamente 80 a 100 millones de personas, la más grave tragedia humana de todos los tiempos.

[2] La autora seguramente se refiere a varias formas gramaticales que en Idioma Inglés se utilizan frecuentemente para referirse al futuro, como si fuera ya una cosa pasada o llevada a cabo, sin que efectivamente haya sucedido aún. Se consignan por ejemplo, alguna frases en ese idioma, que denotan lo afirmado precedentemente:

  • I’m meeting Jim at the airport. Jim and I have discussed this. (Me estoy encontrando con Jim en el aeropuerto. Ya lo discutimos).
  • I am leaving tomorrow. I’ve already bought my train ticket. (Me estoy yendo mañana. Ya compré mi pasaje de tren).
  • We’re having a staff meeting next Monday, all members of staff have been told about it. (Estamos teniendo una reunión de personal el próximo lunes. Todos ya fueron notificados).

 

Edición 212, revista dat0s BoliviaEste artículo fue publicado en la edición 212 de la revista dat0s, en julio de 2018.