El divino retorno de Dan Brown
En “La Divina Comedia”, monumental libro del escritor italiano Dante Alighieri (1265-1321) se lee: “Abandona toda esperanza, vosotros que aquí entréis”. Este versículo se oirá a menudo cuando la nueva novela de Dan Brown “El Código Perdido” llegue a las librerías en EEUU y Europa. Robert Langdon, el protagonista de la historia, está involucrado en crímenes y enigmas relacionados con la vida y la obra de Dante. Cambia el ambiente de museos e iglesias parisinas que registran la actividad de organizaciones cerradas como el Priorato de Sión y Opus Dei, escenario de “El Código Da Vinci”, mega suceso de Brown, con 80 millones de copias vendidas; entran en escena las angostas calles de Florencia, construcciones renacentistas, pasadizos secretos, obras de arte al aire libre y todos los innumerables símbolos cifrados en la acción de otra entidad secreta, el Consorcio, todavía activa en siete países que figuran en la presentación de la obra. Brown dice que utiliza un nombre falso para la entidad como una forma de protegerse. Garantiza, sin embargo, que las obras de arte, sitios históricos y los secretos desentrañados son reales – esto forma parte de su estilo, criticado por los estudiosos de todo el mundo, pero aclamado por un público que ha consumido 200 millones de libros de su autoría-. Se suman entre los detractores del autor incluso estudiosos de la Universidad de Harvard, en cuyos cuadros se encontraría justamente el héroe de ficción de pantalones y chaqueta inglesa, representado en la película por Tom Hanks.
Es justamente la chaqueta de la tradicional marca Harris Tweed, manchado de sangre, que aparece junto a Langdon en un hospital de Florencia. Él aparece amnésico con una larga incisión en el cráneo. Los médicos que acompañan su caso; ambos torturados a juzgar por la forma como se presentan, encontrarán junto a las pertenencias del paciente una grabadora en la que escuchan señales de alguien acorralado: el propio Langdon. En las primeras páginas del libro, cuya versión en inglés salió a la venta con cuatro millones de copias, se sospecha que el simbologista fue secuestrado durante una conferencia en los EEUU y estaría en la mira de una joven punk, montada en una potente moto BMW, vestida con un overol de cuero negro y con una pistola con silenciador. Antes de eso, en el prólogo, un hombre identificado como “Shadow” es perseguido por una pandilla enemiga que busca un objeto sagrado o una revelación importante. El fugitivo pide ayuda al poeta Virgilio, que en “La Divina Comedia” habría guiado a Dante a través de los nueve círculos del infierno, llegando a la conclusión de que este personaje era el propio poeta. Graso error: más tarde él se refiere a Miguel Ángel (1475-1564), que nació un siglo después de la muerte de Dante. Entremezcladas todas estas pistas, visiones de las tinieblas como se describe en “La Divina Comedia”.
Lanzado el misterio, abundan los rompecabezas de Brown. El suspenso sobre esta cuarta aventura de Robert Langdon, llega exactamente diez años después de “El Código Da Vinci”. Desde entonces, el autor entregó armadillas a los medios de comunicación con muchos enigmas. Primero, el anuncio del nombre del libro y su inspiración. Para eso, utilizó un site que recibía post de los fans mientras se formaba la palabra “El Código Perdido”. Se registraron tantas contribuciones que el site literalmente colapso. En marzo, al ofrecer extractos de la novela, el número de descargas alcanzó 500.000 en los EEUU. La editorial Mondadori, responsable de la edición italiana de la novela, publicado en YouTube un vídeo que alimentó aún más la curiosidad al mostrar el trabajo de 11 traductores que eran acompañados por guardias armados, prohibidos de revelar detalles de la historia.
El secreto de la novela podría ser sinónimo de “Infierno” por varias razones. Por ejemplo, los manuscritos de la novela fueron transportados a la editorial Doubleday, de Nueva York, en avión, evitando la fuga de información si hubieran sido enviados por e-mail. El tema surgió en una habitación secreta y la impresión estuvo a cargo de técnicos seleccionados que no tenían cámaras no celulares.
Si el escritor consigue usar el universo de Dante como lo hizo en el pasado con las obras de Da Vinci, el público seguramente devorara el libro. Pero está claro que el trabajo del poeta no será tan popular: pocas personas tienen el coraje para hacer frente a las complejas rimas del autor.