El que ríe al último ría mejor

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La película se perfila como la mejor producción del año. Una magistral actuación de Joaquin Phoenix en la que el drama se mezcla con la violencia y la emancipación social con la demencia.

Jocker es la película de Todd Philips que ha despertado tanto amor como odio en las audiencias, con un abrumador éxito en taquilla. A través de un guion impecable, a cargo de Scott Silver, y quizá la mejor actuación de este controversial personaje, a cargo de Joaquin Phoenix, ha dado al universo de las películas de superhéroes y villanos un vuelco extraordinario. Es entonces donde DC ya no necesita apostar a la parafernalia chatarra de su contrincante, Marvel, y puede inclinarse por un cine desafi ante, donde los personajes de cómic se muestren en carne y hueso, con problemas reales y argumentos más cercanos al orden mundial. Es cuando Joker rompe el esquema y se convierte quizá en una de las mejores películas del 2019.

Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) es un aspirante a comediante que sueña con hacer reír a multitudes en shows de televisión. Bordea los 40, vive con su madre en un modesto apartamento, dentro de un barrio de clase baja, y se dedica al entretenimiento en una agencia de payasos. El problema de Arthur es que no puede hacer reír a nadie, porque es el “hazme reír” de Ciudad Gótica. Su medio laboral y su entorno social son hostiles con él y parecen jugar todo el tiempo en su contra, a la espera de que cometa algún error.

El protagonista es el chivo expiatorio de todo lo que falla en el sistema. El condenado sobre el cual la sociedad descarga su frustración diaria para librar sus culpas.  Desde las pandillas de la ciudad, sus compañeros de trabajo, corredores de bolsa fi nanciera y hasta su propia madre, lo van convirtiendo consecutivamente en un criminal. Un monstruo que solo puede encontrar su verdadera vocación en la violencia.

Quién ríe al último ríe mejor, se convierte en la consigna de este personaje que encuentra su oportunidad de revertir su situación desgraciada, a través del uso de un arma. Crimen que realiza en el metro, en defensa propia, cuando tres ejecutivos lo acorralan y empiezan a agredirlo. Es en este instante cuando Guasón se convierte en la reivindicación del oprimido. El bárbaro que debe reafi rmarse frente al opresor a modo de supervivencia, porque los estorbos como él, se convierten en la broma social de los burgueses.

El “bárbaro”, término que los griegos habrían designado para referirse a todo aquel extranjero que no hablase su lengua, siglos más tarde en la conquista colonial y el imperialismo occidental de las grandes potencias, asumió el signifi cado peyorativo de hombre salvaje y carente de cultura. Indígenas y pueblos conquistados por monarquías adquirieron este status para ser dominados en el siglo XIX hasta bien entrado el XX, antes de las rebeliones anticolonialistas.

Así, lo bárbaro fue lo indomable que debe domesticarse a través de la religión, las armas o la sobre explotación. El rehén que los poderosos necesitaban para favorecer sus intereses comerciales.
El bárbaro ahora asume la característica del inadaptado social, en tiempos de Trump y de las leyes antimigratorias de Occidente. Aquel individuo, que por falta de oportunidades no puede formar parte de una sociedad elitista y excluyente. Alguien a quién por ser despojado de su cultura, de su derecho a la educación, asume la violencia como única salida, según el fi lólogo e historiador Tzvetan Todorov en “El miedo a los bárbaros”.Arthur Pfl eck creció sin derechos, con una madre psicótica y narcisista que permitió que sus novios lo abusaran de niño. Es así que su conducta es antisocial, inestable e incapaz de relacionarse afectivamente con los demás. Es por tanto un psicópata forense, que sólo encuentra un sentido en la necesidad de ser reconocido, pero por sus crímenes.

Asimismo, el “bárbaro” de la película de Todd Philips es el monstruo social. El payaso que sintetiza todas las inconsistencias del servicio de asistencia en Ciudad Gótica. El enfermo mental que no puede calzar la elegancia y el reconocimiento de las clases privilegiadas. Como Arthur jamás fue respetado, no puede integrarse a nada, pues ni el sistema de salud sirve de apoyo para sus desórdenes mentales. Servicio que pronto es recortado también por el Gobierno de Ciudad Gótica.Arthur es la representación desgraciada de una mayoría de estadounidenses, latinoamericanos, asiáticos y europeos que son desatendidos por el Estado. Si bien, la ambientación de “Joker” es en los 80´, el drama de Ciudad Gótica, es actual. Esa mayoría de estadounidenses que se siente marginada son los payasos que salen a protestar a las calles por mejoras sociales, al inspirarse en el crimen de Arthur Fleck en el Metro. Cuando el candidato a alcalde, el millonario Thomas Wayne, los denigra, al llamarlos payasos y fracasados ante los medios de comunicación, reaccionan. Toda la población utiliza sus máscaras de clowns para asumir el rol del payaso vengador y se pronuncia contra el futuro gobernante en manifestaciones y revueltas. Sin estar al tanto de este movimiento, Arthur empieza a adquirir fuerza para convertirse en la broma aterradora de todo burgués, que deberá vengarse en un show de televisión.Pfl eck padece de epilepsia gelástica. Esta lesión se encuentra en la región del hipotálamo. Quien la tiene, es incapaz de controlar su risa y suele tener episodios bochornosos en cualquier momento. Pfl eck comienza siendo un individuo reprimido, con un lenguaje corporal rígido y condicionado. Pero a medida que va soltándose y liberándose a través del crimen, su cuerpo se vuelve más ágil y la danza es la expresión que lo lleva a consagrar su rol de artista del crimen. Pero hay una alerta en la cinta de Philips.

El bárbaro Arthur no es tan peligroso como el sistema de Ciudad Gótica. Tzvetan Todorov señala que la barbarie es el impulso de quienes detentan el poder, cuando niegan y desprecian la humanidad del otro. Civilización es en cambio, reconocer al otro e integrarlo a la cultura, aun cuando sea diferente.  Ciudad Gótica es una urbe donde la violencia, el caos y el enriquecimiento ilícito gobiernan a través de las instituciones mediáticas, políticas, económicas y familiares, sin dar su lugar a los ciudadanos. Los medios de comunicación mienten y sólo muestran militancia hacia gente como Wayne, padre de Bruce, el futuro Batman. Los talks shows como el de Murray se burlan de las personas desfavorecidas y dan relieve a celebridades y a empresarios del sector privado. La economía amordaza más a las masas, que apenas se ajustan a las duras exigencias de la canasta familiar. Penny Fleck utilizó a su hijo Arthur como un trampolín para escalar al mundo de las clases acomodadas, al intentar conquistar al millonario Thomas Wayne. Es ahí donde el origen de la violencia se asienta y propicia el nacimiento del Joker, pues el orden parece estar sólo del lado de los ganadores.
La ley del más fuerte se inclina en la balanza a favor de los ricos y pone en desventaja a una mayoría, empobrecida, por la ausencia de educación y escasa inversión en los servicios de salud. Es por tanto la élite de los inversionistas de Wayne, del programa de Murray, la barbarie que va despertando al monstruo de la ciudadanía, al negar la humanidad de Pfl eck y los que se sienten identifi cados con él. Los desplazados son una mayoría y se encarnan en la enfermedad mental de Pfl eck; los discapacitados sociales burlados por la ley.

El director, Todd Philips, trae una película oscura que evoca al Nueva York de los 80´, con trenes de metro grafi teados, calles y pasadizos poco salubres poblados de ratas y basura. Una sociedad bárbara que se proyecta en el maquillaje de un payaso marginal, tan parecido a aquellos que vi de niña en las fi estas de cumpleaños.
Afi liados del sindicato de payasos de la Illampu, que sólo podían sobrevivir a su pobreza a través del alcohol y de la delincuencia. No es casual que en plena crisis gubernamental en países de América Latina, Asia y parte de Europa, el Guasón sea el símbolo de las protestas a favor de un mundo más justo.

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