Fernanda Arteaga, bailarina: Es utópico decir que vives del ballet en Bolivia

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Su voz es potente, no parece intimidarse fácilmente. Ha descubierto que la fuerza desprende un aura que mide en el público su relación con ella. Fernanda Arteaga es natural como un pájaro indomable y libre. Su pasión por el ballet comenzó en el vientre. Mira de frente y suelta en la calidez del aire frases que envuelven. No hay mucho tiempo que perder. Esta diezmada por la falta de una compañía de ballet profesional en Bolivia, pero surge una y otra vez como el ave fénix. Erguida. Ha decidido dedicarle su vida a la danza, en realidad lo decidió desde que cumplió tres años. Llego como el aire, entró por la ventana y desde entonces nunca la ha abandonado. Para seguir el vuelo y no parar decidió irse a Buenos Aires.

Hay algo terrible en la vida de una bailarina de ballet. “La gente incluso los organizadores de espectáculos y los técnicos no tienen la más remota idea del giro, la barra y el espejo; en la ´clase´ que debes hacer antes de la función”. Fernanda lo expresa sin perder el aliento. Pisos sin condiciones de rebote para el salto, tapetes raidos, camarines sin condiciones y escenarios que no calzan la dimensión de un bailarín profesional. Una tarea solitaria y titánica se cierne como una sombra entre aquellos que han decidido por voluntad dedicarse como ella al ballet clásico.

Fernanda comenzó a “girar” desde muy tierna edad. Lo hacía con naturalidad. Apenas tuvo tiempo para entablar amistad con sus compañeros del colegio San Ignacio donde estudio. Un taxi la esperaba afuera y la llevaba sinuoso a la Escuela de Ballet Cubana Boliviana, donde perfeccionó la técnica. Cuando tenía 15 años participó en el XV Encuentro Internacional de Academias para la Enseñanza de Ballet realizado en La Habana, Cuba. El evento afianzó su vocación y no paró hasta consolidar su relación íntima con el ballet.

Estudió Comunicación Social en Universidad San Francisco de Asís. Pero confiesa que lo que de verdad hubiera querido es integrar alguna compañía de ballet en Bolivia como las hay en el mundo. “Aquí lamentablemente esa posibilidad no existe. Es utópico decir que vives del ballet”.  A fuerza de estímulo, en 2015 ella y dos bailarinas conquistaron el Premio Eduardo Abaroa al mejor grupo de Danza Clásica. La puesta en escena fue  “Verse, de la obra “Cartas a un joven bailarín” de Maurice Béjart.  Volvió a sufrir una decepción cuando le negaron la posibilidad de escribir su tesis sobre “La importancia del ballet como lenguaje universal”. “Es un tema que  no tiene relevancia, me dijeron”, confiesa.

En medio de tantos esfuerzos por lograr su meta, prepara maletas para viajar a Buenos Aires. Allí pretende ´audicionar´ para alguna compañía que sea el  boleto de lograr su sueño: convertirse en una bailarina profesional y poder dedicarle su vida al ballet.

¿Qué se necesita para ser una bailarina profesional de ballet?

Dedicarle tu vida, hacer ´clase´ que dura entre una hora a una hora y media y después los ensayos, descansar, disciplina, corazón y presencia.

¿Piensas dedicar tu vida a esto?

Si, voy a dormir bailando.

¿Admiras a alguien en el baile?

A la primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba Viengsay Valdés a quien tuve oportunidad de conocer y al ruso Baryshnikov, es fantástico.

¿Qué opinas de algunos programas de televisión que supuestamente “estimulan” el canto, el baile…?

Me parecen un insulto, pero la gente ve y consume eso.

¿Le ves futuro a lo que haces?

Sí, claro. Quiero hacer lo que hago de verdad. Mi intensión es hacer el ballet completo. Ha sido una bendición hacer “El Quijote”.  La obra se presentó recientemente, puesta en escena que demandó la presencia de más de 30 bailarines y tuvo funciones en varias capitales del país.