Gary Stevenson: “Los economistas llevan 15 años equivocándose: tratan los síntomas, no las causas”

El País
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El juego del dinero Stevenson

Con 12 años, Gary Stevenson vendía caramelos. A los 16, le echaron del instituto por vender cánnabis. A los 23, Citigroup le dio un bonus de 47.000 euros por vender… dinero, préstamos. Era el doble del sueldo anual de su padre, empleado de Correos. A los 26, era millonario, pero tenía agujeros en los zapatos y era incapaz de comprar un sofá para su casa vacía. Agotado mental y físicamente, decidió dejarlo, pese a que asegura que le amenazaron para que se quedara. Ahora, con 36, el economista británico se ha convertido en activista. Dedica su tiempo a alertar del colapso de la economía debido a la desigualdad. Cuenta su historia en El juego del dinero. Un intruso en la cima del mundo (Península).

Pregunta. ¿Por qué ha escrito este libro? ¿Es una alerta o una confesión?

Respuesta. Las dos cosas. Forma parte de un proyecto político. La economía va a peor y a peor sin que la mayoría de los economistas se dé cuenta. Intento alertar de eso escribiendo en periódicos, con mi propio canal de Youtube… pero para conectar con la gente tienes que contarles una historia y escribí sobre mi experiencia. Creo que es mucho más efectivo que cualquier libro puramente de economía que pudiera escribir.

P. Cuenta que poco antes de entrar en Citigroup un empleado se suicidó tirándose desde el piso 20. ¿Pensaba en ese hombre mientras trabajaba?

R. La verdad es que no. Me lo contó uno de mis colegas allí. Los bancos tienen un largo historial de suicidios desde rascacielos. Podía haber saltado por fuera, pero saltó por el patio interior, quería que lo vieran. La gente iba a mirar al hombre que se había suicidado y luego volvía a su mesa a trabajar. Eso habla de cómo funciona ese mundo, del nivel de obsesión. Yo también pensé: ‘Cosas que pasan’. Es un ejemplo de la deshumanización que produce ese sitio.

P. ¿Cómo debe ser un intermediario financiero de la City? ¿Qué necesita para sobrevivir?

R. Hay un libro Trampa 22, que cuenta qué hace cada uno para sobrevivir a la guerra: unos se obsesionan con el dinero, otros con escapar y otros con disfrutar todo lo que puedan. Había intermediarios financieros, traders, que se emborrachaban, se drogaban, se iban a Las Vegas…la adicción a la cocaína está bastante extendida, al juego también. Otros, como yo, se obsesionaban con ser el mejor. Y mucha gente no sobrevive porque se deshumaniza, se convierte en alguien agresivo que odia al resto.

P. Dice: “Mucha gente rica espera que la gente pobre sea boba”. ¿Lo usó como ventaja?

R. Absolutamente. Asumían que era un idiota. Me pasó en la London School of Economics, en Oxford… Pero, precisamente en la planta de intermediarios financieros, me di cuenta de que pensaban: ‘Si este tío con este acento está aquí es porque debe ser muy listo, porque si no, ¿cómo ha llegado aquí?’. Yo no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero pensaban que iba a ser el mejor y al final me convertí en el mejor.

P. Una vez perdió ocho millones antes de ganar mucho más. “Las mejores operaciones se hacen con la nariz. Huelen a estupidez”. ¿A qué se refiere?

R. Cuando eres intermediario financiero no haces dinero cuando aciertas, sino cuando tú aciertas y los demás se equivocan. Yo me especialicé en eso, en oler la tontería. Mi gran operación fue en 2011 porque todo el mundo pensaba que las cosas iban a mejorar y todo el mundo se equivocó. Con la crisis nuclear de Japón todo el mundo se volvió loco: nadie sabía bien de qué iba aquello, pero todos hacían como que sí. Los economistas llevan 15 años equivocándose. Gente muy inteligente, con los trajes y cortes de pelo más caros y que fue a las mejores universidades, se equivoca todo el rato. Yo gané mucho dinero gracias a eso.

P. Apostaba al desastre. ¿Qué habría pasado si no hubiera habido gente como usted que apostaba a que la economía iba a caer?

R. La historia de la economía de los últimos 15 años es la del optimismo equivocado porque hay una crisis estructural sin diagnosticar. Si tienes cáncer y no te diagnostican, si tratan los síntomas, pero no la causa, empeorarás. Eso es lo que está pasando en la economía. Nadie mira a la distribución, la desigualdad. Los intermediarios financieros no cambian las cosas, aunque les pagan mucho dinero. A los políticos no les pagan para que hagan lo correcto, para que acierten, sino para ganar elecciones. No hay incentivos en el sector público para acertar, para hacer lo correcto.

P. Pero si no hacen lo correcto, pueden perder las siguientes elecciones.

R. Sí, y David Cameron ganó 10 millones de libras al año de abandonar. El hijo de Tony Blair es uno de los hombres más ricos del mundo. El suegro del primer ministro actual es uno de los hombres más ricos del mundo. Políticos que pierden elecciones acaban siendo extremadamente ricos.

P. Cuando le trasladaron a Japón estaba devastado. Su novia, que solo le acompañó cuando tuvo su propio trabajo e ingresos, le pedía que dejara Citigroup, pero en ese momento, usted dejó a la chica, no el trabajo. ¿Cambió dinero por felicidad?

R. Ahora podría estar en una playa en Filipinas, no tendría por qué estar haciendo este libro o vídeos para Youtube. Vengo de una familia humilde, de un mal barrio, de una infancia complicada. No hago lo que hago por dinero, sino porque no quiero que ganen los malos. A veces me pregunto por qué los chicos de buenas familias no están peleando contra el sistema. Yo lo hago porque no quiero que el mundo se vaya al garete. Ese dinero por el que peleaba entonces [un bonus que le debían] es lo que paga el trabajo que hago ahora.

P. ¿Quiénes son “los malos”?

R. Mucha gente que lea el libro pensará que son los bancos. Hay una tendencia a personalizarlo en ellos, pero no es lo que yo quiero decir. Siento mucha empatía por mis antiguos colegas, aunque son millonarios y pueden cuidarse solitos. Estoy convencido de que la pobreza va a crecer masivamente en los próximos 10 años porque el sistema garantiza un flujo de riqueza lejos de la clase media, aumentando la desigualdad. Sus nietos vivirán en la pobreza. Podríamos decir que los malos son tipos como Elon Musk o Soros, pero así no llegaremos a ningún lado. Quemamos brujas mientras vamos caminito al infierno. Yo no quiero estar a bordo del Titanic y señalar el iceberg, quiero apartar el barco e impedir que se hunda. Trabajar en un banco ayudó a sacar a mi familia de la pobreza. Los malos no son ellos, es el sistema.

P. Caleb, su mentor, se retiró a los 29 años, pero después volvió. ¿Ha tenido la tentación de volver?

R. Aún sueño que sigo siendo intermediario financiero. Miro los mercados todos los días. No echo de menos el dinero, sino ser conocido como el mejor. Pero no creo que vuelva nunca. Lo que hago ahora es importante.

P. ¿Qué relación tiene con el dinero ahora?

R. No gasto mucho. Vivo frugalmente. No me levanto y pienso en dinero, pienso en cómo ganar esta pelea. En mi vida pasé muy rápido de ser juzgado por ser pobre a ser juzgado por ser rico.

P. Dice: “Los ricos se quedan con el patrimonio, los pobres, con la deuda”. ¿Cómo ve el futuro de la clase media?

R. Va a encoger y encoger. ¿El futuro? Mire a Colombia, a México, a Brasil… Los europeos son algo naif. Piensan que lo que pasa en esos lugares no puede pasar aquí, pero los países con mucha desigualdad terminan así. Cuando lees a Dickens ves la pobreza de mi país hace 150 años. Estamos perdiendo los estándares de bienestar por los que lucharon nuestros padres.

P. Firmó una carta con otros millonarios británicos pidiendo al primer ministro que les subiera los impuestos. Pero gente que nunca olerá esa cantidad de dinero que ustedes manejan se opone a que los ricos paguen más. ¿A qué lo atribuye?

R. Hay varios motivos. La derecha ha construido una narrativa que no es la correcta, pero es convincente: ‘Usted es pobre por culpa de los inmigrantes, que ocupan su casa y su trabajo’, cuando es por la desigualdad, porque los ricos son los hijos de los ricos, que son los que se llevan el dinero, no los inmigrantes. Y la izquierda no tiene un mensaje claro, no es capaz de explicar que se pueden cambiar las cosas. Hay mucha gente rica que posee muchos periódicos capaz de convencer a la gente de que el problema son los inmigrantes. Vamos a una Europa más xenófoba y podemos terminar donde estábamos hace 100 años.

P. Habla de la economía de la herencia, pero contra eso también está la educación, ¿no? Usted es una prueba viviente: de un barrio pobre a la London School of Economics y de ahí a Citigroup.

R. Sí, vengo de un barrio pobre y conseguí un buen trabajo y mucho dinero. Pero casi todo el mundo que conozco es tan rico como su padre y conozco a mucha gente que no se puede pagar una casa solo con su salario. No es una meritocracia. El patrimonio es hereditario.