Juan Rimsa: El explorador del nuevo edén

0
958

El espacio Simón I. Patiño inauguró su nueva sala de exposiciones con un homenaje a la vida y legado del artista lituano Juan Rimsa en Bolivia, a través de una retrospectiva de sus cuadros, bocetos, dibujos y pertenencias personales. La exposición está a cargo de la curadora María Isabel Álvarez Plata, investigadora y especialista en patrimonio, que destaca la versatilidad, técnica e identidad diversa del artista en cada etapa de su obra. A la vez, la exposición cuenta con testimonios de amigos y discípulos del pintor, que se impregnaron de su espíritu y visión.

El estallido de la Primera Guerra Mundial había provocado el traslado de una ola migratoria de europeos a distintas latitudes del mundo.  Los barcos y ferrocarriles habrían sido, en la segunda fase de la Revolución Industrial, el móvil que embarcaría a familias y aventureros hacia una nueva vida.  Uno de estos viajeros sería Juan Rimsa (1903 – 1978). Originario de Svendasal (Lituania), un país báltico de ascendencia letona en Europa del Norte,  desembarcaría en las costas de América en 1925 para iniciar un recorrido a través de los pinceles.

Al igual que muchos europeos, el joven Wania (Juan) venía de un pueblo cansado de centenares de vidas que había cobrado la guerra, con la ocupación alemana. Atrás quedaban los bosques medievales de su natal Lituania, los fortines y edificaciones góticas de iglesias y viviendas de su infancia, ya por entonces devastadas también por el enfrentamiento bélico de su país con Polonia a inicios de 1920. Ese intento violento de Lituania por obtener su soberanía, llevó a Juan a  tomar la valija y dirigirse a América.

Fue así que zarpar en los años 20, sería un descubrimiento y diálogo cultural. Su recorrido por geografías y microclimas únicos le regalaría la posibilidad de desarrollar la destreza de la luz, el movimiento, así como la composición del aire y las sombras en la atmósfera de sus pinturas. Tras un tiempo de estudio y preparación en la Academia de Bellas Artes en Buenos Aires, cruzaría las fronteras de Bolivia, Perú y Brasil, para descubrir en el trayecto nuevas expresiones que alimentarían su talento curioso y autodidacta. Bajo la influencia de las vanguardias latinoamericanas,  desarrollaría en  acuarela,  óleo,  carbón y tinta china, una estética propia que en palabras del artista Gil Imaná, “buscó ser fiel tan  a sí misma”.

Asimismo trabaría amistades, intercambios epistolares y viajes con intelectuales como Cecilio Guzmán de Rojas, Gregorio Reynolds, Marina Núñez del Prado y Raúl Mariaca entre otros. Tras haberse instalado en la ciudad blanca (Sucre) por un tiempo, realizaría un gran aporte docente al colectivo artístico Ateneo. Los discípulos que saldrían de sus talleres serían Graciela Rodo de Boulanger, José Ostria, Gil Imaná y Josefina Reynolds entre otros exponentes, que describieron al maestro como un ser dulce, apacible y generoso.

En Bolivia pintaría un sinnúmero de paisajes, personalidades, bocetos, así como escenas de festividades populares, entre las que se destaca “Fiesta Andina”, que retratan la ritualidad del altiplano y Sorata, así como la vida cotidiana de las tierras bajas,  la selva, las aldeas de los valles y las regiones más agrestes del país. Con un lienzo en blanco, las ideas en febril actividad, el lituano se desplazaría a varios nortes, al igual que ese antropólogo del siglo XIX, que en “el otro autóctono” busca encontrarse a sí mismo.

La exposición  rescata también correspondencia de Rimsa con la poeta y escultora Yolanda Bedregal. Musa de sus cuadros,  ella sería  protagonista y testigo  de su evolución como artista. La exposición recrea ese amor dramático que por desencuentros, viajes, y una carta de propuesta matrimonial de ella sepultada en el piso polvoriento del departamento del pintor, no llegaría a su destino, solo años más tarde, cuando la pareja estaba separada.  Aunque la amistad y el respeto entre ambos se mantuvo vivo a través de los años, hasta el punto en que Yolanda Bedregal esculpiría un busto con el rostro de él. Cada quien seguiría su curso. Yolanda formaría una familia con Gert Konitzer, mientras que Rimsa continuaría viajando alrededor del mundo con exposiciones, el recibimiento de galardones y ovaciones por parte de la crítica, hasta terminar sus días en Baja California (Estados Unidos).