La música me llena de compasión, Pirai Vaca

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“Porque no te vienes”, suena la voz al otro lado de la línea. Es Patricia Mariaca, la artista plástica invitando a un ensayo privado de Pirai Vaca en su domicilio poco antes del concierto que el artista ofreció en La Paz junto al también guitarrista Carlos Fisher. En 15 minutos estoy estrechando la mano por primera vez a Pirai. La audiencia privilegiada -no somos más de 10 personas- las cuerdas parecen transformarse en una sinfónica. La sensación rítmica es sobrecogedora. Pirai Vaca exhala y apoya el instrumento en una de sus piernas. Los acordes suenan en espiral ascendente, trepando por el aire e invadiendo el ambiente. Con naturalidad innata. Más tarde me enteraría cuando hablé con él que esta fuerza motora adquiere especial importancia en el ambiente que se llena como un todo. Una fuerza que sale de todos los costados, de arriba y también de abajo. Viene como un torrente sobrenatural e invade e invita a escuchar. Es la misma sensación que sentí esa primera vez al escucharlo cuando le tocó la exposición musical a solas; mientras Fisher se inclinaba para decirle que es lo máximo.

No puede haber un orden en las superposiciones del espacio mientras los músculos de sus manos apenas actúan guiadas por una fuerza que alienta la respiración del cuerpo. Que poco a poco se ubican en un punto al que el músico lo denomina “comunicación”. “El ser innato de comunicar que lo herede de mi padre Lorgio Vaca; un afán de decir algo que interese, que cambie en algo a los demás”. El mismo se pregunta cómo hacer para que ese afán llegue al corazón. “Las manos son apenas un conductor. Van muchos años que mi trabajo de interprete define mi vida. Todo lo que esté conectado acerca de la música mi razón de ser, hacen que la vida de una manera completa y arrolladora”.

Días después del concierto que Vaca y Fisher presentaron en La Paz, estoy sentado junto al guitarrita en una pizzeria en Santa Cruz. Me recibe con un saludo de “hermano”. Poco después estamos hablando de su carrera. 25 años ausente del país por circunstancias diferentes, todas perfeccionando su dominio en la guitarra. “Estoy en este mundo por la música, vine aquí por la música, es la fuerza más grade que existe; me conmueve, nada puede revelarme tanto, es mi método de conocimiento no de una manera poética, es literal”, afirma. Luego me pregunta si lo estoy siguiendo en su pensamiento.

“A través de la música mi mente se aclara y me permite ver lo más importante de la condición humana, a través de la música mi conciencia se aclara y me permite entrar en realidades profundas que me producen experiencias que, como la física cuántica o en algunas culturas del mundo, me corroboran experiencias personales que luego tienen grandes similitudes con otras culturas y la cosmovisión andina”. Pirai Vaca es un torrente de inspiración cuando habla. Ese flujo de emociones se despliega de manera intensa en un escenario. Habla de física cuántica, el reino del más allá. Atravesar el espacio y lo que siente. “Me permite entrar en un reino más allá de la dimensión en la que vivimos”. Las esferas juegan en un aura encima de su cabellera negra que perfora las limitaciones y se abre para llegar al corazón en su faena de comunicar. “Una dimensión que esta creada por la limitación de nuestros sentidos”, dice.

Entonces pasa a desglosar la proyección de lo que él llama las seis direcciones. “Cada una de las partes de la música que toco tienen un lugar en las seis direcciones ´arriba, abajo, detrás, delante, izquierda y derecha´ y la coloco en cada uno de esos espacios”. Lo que él denomina sistematización. “La música así adquiere un poder de convencimiento mucho más grande; ubico estructuralmente los espacios de la música que toco, alargando mi columna como si de un hilo me jalaran la cabeza y así logro que esa melodía flote encima de la cabeza del público y llegue al corazón del oyente”.

Recuerda escenas mágicas. Lo que él denomina los “Estados de Gracia” donde desaparece el ego. Él dice que ese vigor concentrado proviene de algo poderoso. “Sea lo que fuere, toco con la energía que me rodea”. Tratando de establecer una conexión con las limitaciones del día a día. Habla de stress, de choques emocionales; de la ausencia de solidaridad entre las personas. Su mente se aclara aún más entonces. Se siente útil. Es como si de repente la música incorporando melodías se acercara a la gente para persuadirla de la grandeza terrenal. Las ganas y la fuerza de voluntad que permite vivir. “Eso hace que la música que toco llegue al corazón de otra manera, que la música sirva”.

¿Cuál ha sido el método que te ha llevado a esta tercera dimensión en la que existes con tu música, lado a lado? Sí, las experiencias que me produce la música para comprender mi existencia y nuestro afán en el mundo. Es una forma de cambiar la angustia, el stress que causa el tipo de vida en la que estamos inmersos, a través de la música mis respuestas al stress son diferentes, me cambia la perspectiva, me parece ver el sufrimiento y la angustia del stress. La música hace que no responda a los estímulos de violencia, por ejemplo.  Veo al ser humano y veo su sufrimiento, la música me llena de compasión. La música es capaz de hacerme ver realidades más profundas.

Pirai reafirma, se mueve casi con método en su silla, estira las manos, suelta los músculos y vuelve a exhalar como si en la respuesta se estaría jugando la vida. “Mi experiencia más lejana con ese “Estado de Gracia” la viví por primera vez en un festival allá por 1992. Entonces sus ojos se fijaron en un punto luminoso y se desplazó por encima llenando el ambiente y formando un solo cuerpo entre los espectadores. “Las cosas difíciles se hicieron fáciles”, dice. “Al mirar esa luz mis manos volaban sobre la guitarra como si estuviera impulsado por una energía superior, luego me desvanecí y ya no estaba, cuando reaccione era la vida, era Dios, era un canal de expresión a los demás. Me pareció que el público dejó de ser público, que las personas no eran lo que son, yo ya no era Pirai, había perdido el ego; la noción del tiempo y espacio”.

Esa narrativa que parecería una alegoría hace inconfundible su vocablo musical.  Sus palabras cobran sentido; su expresión es transcrita a un manifiesto espacial. Y sigue: “Sentí desde ese momento una armonía entre todos. Así como lo oímos de los grandes profetas: que todos somos uno, un mar de energía. Que la sensación de sólido es una ilusión”. Habla de la materia y él instante fecundo como alguna vez lo describió Violeta Parra en sus querubines. “La música me revela la vida en otras dimensiones. La afición a la música me trajo al mundo.”

Otra experiencia de su “Estado de Gracia” la vivió en el Washington Center. “Percibía que había invocado a alguna fuerza específica que me acompañaba, cuando termine sentí que ese espíritu se iba, me abandonaba para recordarnos lo más importante que somos la volatilidad de esta nuestra vida ínfima en este universo vasto”.

Habla de la Cosmovisión Andina

“Hay dos cosas que influyen en mi vida, el movimiento itinerante que define mi vida, mi trabajo y el movimiento de mi cuerpo. Una cosa que me apasiona es bailar, son las dos cosas que más influyen mi vida. Tengo una imagen de mi padre antes de que naciera, él pasó de pintar obras pequeñas con acceso limitado a pintar paredes; él estaba luchando por su existencia social, es como estar fuera de tu cuerpo”. “Pasaron años para que me diera cuenta que la cosmovisión andina contempla la llegada; los hijos escogen al padre, tres meses antes de la concepción existe un embarazo espiritual. Tuvieron que pasar años para darme cuenta. La música lo es todo para mí”.

“La música me protege, me guía, me enseña; es un ente al que no le puedo dar otro nombre. No quiero llamar energía, espíritu, ni Dios; es un ente que me protege. Muchas veces me he arrodillado llorando por el privilegio de que este conmigo”.

¿Puedes citar si ha habido un motivador en tu carrera? Lo que me motivo es la idea de que el espíritu se me exprese de una mejor manera para lo que hay que entrenar las manos, la mente. La motivación ha sido siempre tratar que lo difícil sea fácil. En los últimos 6 años he vivido bajo presiones muy grandes por mi trabajo en Bolivia y el extranjero, presiones que han acortado mi paciencia y como todo tienen un precio, sus consecuencias han cambiado mi vida para tomar un camino más consciente. En los últimos años se ha acabado mi tolerancia por hacer las cosas mejor. He estado 25 años fuera del país buscando fuentes en las personas que admiro. Me fui a la Argentina pero el nivel no me satisfizo, en el conservatorio era el mejorcito porque me tomaba el trabajo muy en serio, me fui de ahí a La Habana donde pase a ser el último de la fila. Fue un shock del que me recuperé con mucho trabajo, con inflamación muscular crónica; hasta que un año y medio después estudie como desaforado, me nivele y en ese medio tan exigente gané mi primer premio internacional

 

 

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