Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll) | Sexta entrega

De cómo se pasaban kilos de cocaína por los aeropuertos. Cómo funcionaba el pudiente negocio del tráfico de droga. Las dictaduras militares en el Cono Sur. Cómo ser por unos días piloto de F1. El policía argentino armado hasta los dientes.
El consumo de drogas estaba en pleno apogeo. El Hotel Chelsea en Nueva York mantenía la escena Underground de una generación autodestructiva, pero imaginativa y creadora. Bob Dylan, Paty Smith ocupaban habitaciones y otros artistas geniales. Los conciertos de los Rolling Stones en los Estados Unidos estaban precedidos de detenciones furiosas por posesión de estupefacientes. Maldox, imaginaba la escena descrita por Keith Richards en su libro Vida en la que John Lennon vomita en el baño de su departamento lúgubre después de un pico de heroína. Jimmy Hendrix, Janis Joplin sucumbieron a los 27 años por sobredosis. Jimmy Reed cantaba “Don´t take no subway, I´d rather you pull a train” (no tomes el subte, prefiero que vayas en tren), que él mismo explicó más tarde significaba no te metas heroína, prefiero que te emborraches o la cocaína.
A estas alturas Maldox ya había cumplido la mayoría de edad y junto a las novedades del consumo de drogas que se escuchaban casi a diario con el estridente balanceo del rock n´roll, los dealers comenzaron a aparecer en las esquinas donde se juntaba la juventud nueva olera para vender marihuana o algún alucinógeno: LCD o cocaína.
El blues en los Estados Unidos había atrapado a los Rolling Stones, que sin los melindres que pesaba sobre la decorativa academia de Oxford irrumpieron con ritmos salvajes conquistando a millones de jóvenes. Los Rolling Stones se volvieron negros por decirlo de alguna manera. El blues de Chicago fue un disparo en lo más alto de la época. Como lo explica Keith Richards en Vida.
“Habíamos crecido escuchando lo mismo con lo que había escuchado el resto, rock and roll y demás, pero mientras estábamos juntos podíamos simular que éramos negros. Nos empapamos de la música, pero eso no nos cambió el color de la piel. En todo caso, alguno, inclusive acabó estando más blanco. Brian Jones era un Elmore James rubio ¿Y por qué no? Se puede venir de donde sea y ser de cualquier color. Eso lo descubrimos más tarde. Nos importaba un carajo ganar dinero, despreciábamos la higiene. Lo único que queríamos era convertirnos en unos hijos de puta negros. Por suerte cambiamos el rumbo, pero esa fue la escuela. El grupo nació ahí”.
Tuvieron que pasar miles de años para que el guitarrista de los Rolling Stones explicará la corriente de moda, en su libro, pero la señal ya estaba volando sobre las fronteras de todo el mundo. También llegó a La Paz. A los izquierdistas (no a todos), les interesaba más la guerra de guerrillas del Che Guevara en Ñancahuazú que la grifería de Led Zeppelin, Uriah Heep, Jethro Tull y de los propios Stones; estaba bien, pero de alguna forma eso se fue convirtiendo con el tiempo en una inversión ominosa para facilitar artes decorativas con la corrupción y la impunidad. Los ideales se cuajaron en alguna habitación donde se discutía cómo cambiar el mundo.
No es que tuvo que pasar mucho para que los mismos dealers iniciaran su recorrido por las calles ofreciendo gramos de cocaína pura que en un denominativo más común se denominaba “ala de mosca”. Era tan transparente que parecía salir volando. La Paz se convirtió en un centro de consumo y, de hecho, una gran cantidad de turistas llegaban a la ciudad más alta del mundo a esnifar cocaína. De esa manera muchos pasaron del consumo al tráfico; “no juntes ambas cosas a la larga se convierte en un gran problema”, decía alguien, pero no, había que experimentar también con grandes cantidades. Los amigos y los amigos de los amigos se tomaban aviones a Miami o a París con cantidades más grandes de cocaína.
Un policía armado hasta los dientes. El tráfico de pequeñas cantidades de cocaína se pone de moda en círculos pudientes de la sociedad.
Los carteles de la droga colombianos y mexicanos transportaron a fines de los 70´y durante la década de los años 80´ un promedio de 40 toneladas de cocaína por semana a los Estados Unidos. Te puedes imaginar la cantidad de droga que había en las calles. No era poco el poderío económico que estaban ganando los carteles colombianos. Maldox se preguntaba si las proporciones eran parecidas a las fortunas que ganaban Coca Cola, Ford, Philip Morris International, Canon, Cessna, Boeing, o las tantas marcas de la revolución industrial. El mundo estaba progresando a un claro capitalismo post industrial.
De ahí que el florecimiento new wave de los 80´, acuñó en algunos círculos de la sociedad el tráfico de cocaína también como una fórmula mágica de hacer dinero. No era que de Bolivia los aviones salieran cargados de cocaína, pero de pronto era tan usual empaquetar un kilo corriendo pocos riesgos. En la década de los 80´ lo aeropuertos no tenían los controles de ahora. Ni agentes antidroga especializados detrás de espejos siguiendo en lectura corporal el movimiento de los pasajeros, ni perros, ni lo incómodos escaneos de los equipajes en los puntos de embarque cuando tomabas un avión.
Así funcionaba en la época el tráfico de cocaína en La Paz, Bolivia, contado de primera mano por alguien que vivió esa experiencia: “Pocos pasajeros dormían en sus asientos de un vuelo regular de Santa Cruz de la Sierra a Buenos Aires, era primero de enero de 1976. Los funcionarios de la Aduana seguían bostezando la noche mal dormida del día anterior sin percatarse que, en los equipajes de Juan y Johnny, amigos desde épocas de colegio, estábamos pasando escondidos en el doble fondo sus maletas con un kilo de cocaína pura, cada una”.
Sigue el relato: “En Buenos Aires nos hospedamos en una de las suites del hotel Sheraton, al lado del departamento en el que vivía el embajador de Israel. El piso estaba siempre fuertemente custodiado por dos policías que hacían turnos de 48 horas. En la época, los grupos guerrilleros urbanos Tupamaros o Montoneros tenían un apreciable brazo armado que mantenían a la policía alerta ante secuestros o amenazas terroristas. La violencia era tal que los policías que resguardaban al diplomático israelí en el Sheraton usaban armas capaces de aniquilar a un ejército. Los servicios de seguridad estaban compuestos por grupos de elite en casi la mayoría de los países del Cono Sur (Brasil, Argentina, Chile, Uruguay)”.
“Teníamos tantos dólares que propusimos al policía que resguardaba al embajador hacer de nuestro guardaespaldas en sus días libres, él aceptó de inmediato, la situación económica no era buena, así que por 100 dólares al día nos facilitaba seguridad y servicios extras que le reportaban más ingresos en transporte privado y custodia especial que lo que ganaba en un mes; nos ofrecía también protección durante nuestras salidas nocturnas a las discotecas. El policía portaba un revólver 500 S&W Magnum, que podía matar de un tiro a un elefante.
“En ese mismo viaje tuvimos la suerte de compartir en el hotel con los corredores de F1. En enero de todos los años el calendario de la FIA arrancaba con la carrera en Buenos Aires. No faltaban a diario en las afueras del hotel fanáticos que se agolpaban en busca de un autógrafo firmado por sus ídolos de entonces: Niki Lauda, Alain Prost, Jacky Ickx, Nelson Piquet, Carlos Reutemann y el resto de competidores que paseaban por la piscina del hotel en sus momentos libres. Allí pudimos hacer amistad con algunos pilotos y los técnicos de las escuderías”.
“Una noche Juan pidió al policía que hacía de guardaespaldas nos presente en la recepción de un local de moda como integrantes del equipo McLaren. Inmediatamente nos llevaron a un reservado con los protocolos de recepción incluidos. “Es un honor tenerlos, están en su casa, blablabla…”
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“Ricky y Arthur, llegaron al aeropuerto de El Alto en La Paz, para embarcar a Santiago de Chile. Los amigos transportaban un kilo de cocaína pura, camuflados en cintas adhesivas pegadas al pecho. Frente a los espejos del baño de la terminal aérea acomodaban el cargamento respirando con naturalidad imaginando que lo hacían en la sala del pre embarque. Salieron sin ningún problema de El Alto y pasaron sin inconvenientes a su llegada a Chile”.
Más aventuras del tráfico y el negocio de cocaína…
“Bill era un excombatiente de la guerra de Vietnam que resultó con heridas de muerte en un enfrentamiento en Saigón. Conservaba una cicatriz a la altura de la clavícula que la mostraba haciendo gala de su orgullo como soldado del Ejército estadounidense. Una bala calibre 33 mm se había incrustado encima de la insignia de su uniforme en una emboscada tendida por las tropas vietnamitas. Bill conocía a un amigo que vivía en Kentucky, que a su vez era primo del novio de una chica de familia acomodada en La Paz, que le facilitó contacto con vendedores locales para comprar un de kilo de cocaína. Bill y el de Kentucky embarcaron a La Paz en la tarea de cumplir su objetivo. Con la venta de la droga, Bill podría comprarse la propiedad de sus sueños a orillas del río San Lorenzo en Kingston donde se retiraría placenteramente dedicado a la pesca”.
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