Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´Roll) | Decimotercera entrega 

Por Carlos Rodriguez San Martín
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maldox 13 revista life en español

El abogado para la defensa. Maldox es aclamado por los reos. El viaje de la señora Williams a BH. La audiencia dispone su libertad.

 En la celda hacinada apenas se abría un corredor por donde transitar a un espacio en común que podría definirse como la cuadratura del círculo. El recinto no era superior al tamaño de un cuadrado de diez por diez; en la parte lateral un baño y una lavandería y al centro el círculo donde inevitablemente todos los nuevos detenidos debían llegar. Una voz le ordenó que permaneciera parado en ese espacio. El piso en su totalidad estaba cubierto con frazadas y algunos colchones. El ambiente mal olía una combinación húmeda de sudor concentrado y tabaco. Cuando se cerró la reja detrás de él, escuchó risas y murmuraciones. Como sea, no fue un recibimiento amigable. Algunos presos golpeaban objetos metálicos contra los barrotes de fierro. El mismo ejercicio se repitió varias veces durante su estancia en el lugar, cada vez que arribaba un nuevo detenido. La suerte era distinta para cada uno. Los recibimientos no eran siempre buenos.

El carcelero que minutos antes había conducido a Maldox a la celda se acercó y pidió silencio. Nadie pareció escucharlo. ¡Merda! – berró tratando de encontrar una repuesta, mirando de un lugar a otro, sin conseguir su propósito, hasta que decidió retirarse.

Los presos se reunieron curiosos alrededor de Maldox como si por primera vez estarían frente a una persona de carne y hueso; quizá la diferencia consistía en la euforia que no cambió hasta que el mismo preso que había ordenado a Maldox permanecer parado al centro de la celda, un espacio que por minutos se convertía en la frontera de salvaguarda de los extremos, dio un grito para que todos guardaran silencio. El grupo obedeció de inmediato y poco a poco fue retornando contra la pared. Uno de ellos desacató la orden; se rascó la barba tupida pronunciando palabras indescifrables. El hombre que llevaba la batuta lo zurro de un grito y este se arrodilló pidiendo que no lo castigara. El cabecilla lo levanto de un jalón y tiró con tanta fuerza que el malparido chocó contra el muro. Maldox atinó a volcar la mirada y se encontró con los ojos brillosos de aquel hombre de mediana edad que infundía una combinación de respeto y terror sobre el resto. Corpulento como era, permaneció inmutable apoyado contra la pared. Maldox estaba quieto.

El jefe del grupo seguido de cerca por un negro alto, más bien delgado, dio un paso adelante. Se dirigió a Maldox, evitando aproximarse demasiado, hasta que finalmente le preguntó: ¿Por qué voce ta´ aquí? Maldox debía hablar para cerrar en la esfera de las probabilidades neutras, algo que no reflejara necesariamente la realidad, una interpretación convincente, una suposición que diera lugar a una salida. En ningún caso debería pronunciar las razones que pesaban su detención con un porte menor de maconha. Pensó que no era un argumento. Cada uno cargaba sus miserias, una historia del drama que transcurría en forma física en el mismo lugar. Quién se hacía más fuerte y quien más débil. Sin pensar más, miró fijamente los ojos de aquel condenado a expurgar la servidumbre del resto y planteó una hipótesis más que una verdad, un argumento imaginativo y riesgoso.

¡¡Soy terrorista!!, exclamó acentuando su pronunciación en español para acentuar con claridad el peso de la mentira.

Un terrorista es en rigor un delincuente. Maldox había sido un testigo viviente de que los métodos empleados por la policía para combatir a las guerrillas urbanas en los 70´, a las que el Estado definía como terrorismo, eran estrictamente una cuestión de vida o muerte. Valga la definición para quién usaba el término, incorporaba un sistema de autodestrucción simplificado en tres palabras: ¡Patria o muerte, venceremos! La palabra terrorista era destructiva, capaz de dirimir los extremos desde el pequeño círculo donde se encontraba. La frontera que rosaba entre el bien y el mal, la mirada implacable fijada en su rostro.

Maldox recorrió con la mirada al grupo cargando en sí una señal de salvación. Había dado el primer paso y en la abrupta secuencia posterior nadie exigió nada, ninguna explicación. El terror era la composición de la parte física que se respiraba ahí adentro, su turno era fomentar ese extremo. Maldox, había aprendido desde que era chico, la capacidad de memorizar extractos completos de poesías y narraciones que leía en las revistas Life de la colección del señor Williams. Como la centella de un rayo luminoso que cae del cielo, le vino a la memoria un trecho de “Tengo un Sueño”, aquel famoso discurso pronunciado por Martin Luther King del despertar negro. Era el momento adecuado para repetirlo.

Entonó sus palabras reforzando su acentuación en español. ´Muchos de ustedes han llegado aquí marcados por pruebas y tribulaciones, otros han llegado de sitios donde en su búsqueda de libertad han sido golpeados por la brutalidad policial. Ustedes saben lo que es el sufrimiento…´, citó. El que se las daba de jefe aplaudió. Acudió con la mano extendida al centro del recinto carcelario para dar la bienvenida al nuevo huésped e inmediatamente le pidió que lo siguiera para incorporarlo al grupo. El resto siguió el ejemplo. Todos aplaudieron. Ya entrada la noche se extendió un mantel limpio sobre dos frazadas corridas en el suelo, platos de cerámica recién lavada en los que se tendieron trozos de pollo cocido y pan, en señal de respeto.

 Un muchacho de poco menos 15 años con el dorso denudo, actuando bajo órdenes del jefe, extendió un cigarrillo humeante de maconha que Maldox rechazó con autoridad. No era el momento de aceptarlo. Muchos momentos no volvieron a ser los mismos desde entonces. El cabecilla y aquel negro alto que lo secundaba resultaron dos peligrosos asaltantes de un banco; está, su tercera detención, por la que esperaban pasar las siguientes horas a la espera de su traslado a una prisión federal para una condena de 10 años.

Dos días después de todos estos sucesos particulares, la guardia de la prisión llamó por Maldox Williams. El asaltante de bancos que tomó a su cargo los cuidados de Maldox lo alentó con palmadas en la espalda a encarar con aliento las noticias por la que era convocado. En la oficina del delegado de Lagoinha se encontraban el profesor Cassio Gomes, la bibliotecaria de la carrera de Comunicación Social de la FAFICH, Regina Pires y el abogado Bruno Kanaut, quienes aguardaban por Maldox. Cassio. permaneció sobrio, tratando de aportar al igual que Regina cuando el letrado tomó la palabra.

 Hemos venido para ayudarlo – dijo en un perfecto español, solicitando al delegado que los dejará un rato a solas. Consideró que la imputación por ´tráfico de drogas´ que se pretende vehicular en su contra no tiene absolutamente ninguna consistencia. Los policías que lo detuvieron improvisaron un “motivo infundado” basados en las declaraciones de su amigo Mauricio Alexander al que encontraron portando una pisca insignificante de cocaína que, según ha declarado, le ha proporcionado usted. Por eso el allanamiento a su vivienda en busca de pruebas que sustenten esa acusación. Por lo tanto, estamos ante un supuesto sin sustancia del que no existen pruebas; habrá que pelear un poco en esa dirección, pero estoy seguro que lograremos el consentimiento del juez, en cuanto al porte de maconha encontrada en sus bolsillos la noche de su detención, se trata de una figura que puede dar lugar a una condena porque el consumo de drogas; la maconha propiamente está incluida en la lista de sustancias controladas en Brasil. Sea como fuere es más sencillo en este caso argüir que usted no consume ningún tipo de drogas, que se trató de un error el haber ido a parar a sus bolsillos. Quiero que se sienta tranquilo, es peligroso, pero lograremos su traslado a la parte posterior de la prisión donde gozará de más facilidades y menos riesgos.

Es una acusación sinsentido – observó el profesor Cassio Gomes, tomando el brazo de Maldox para transmitirle confianza. Dessa nos saimos bem – repetía una y otra vez.

Ha pedido del abogado, Maldox contó las circunstancias de la detención y una vez concluido el relato quien a partir de ese momento representaría al detenido dijo. El sistema de protección evita los excesos policiales y los mecanismos que confiere la ley a las víctimas de apresamientos abusivos. Precisó detalles de una inmediata excarcelación, pero señaló que había que manejar el caso con prudencia por la terquedad y ensañamiento de la PM. Iniciaría una defensa basada en los derechos del detenido y trataría de desbaratar la imputación por “tráfico de drogas”.

Cassio permaneció de pie aprobando las decisiones mientras el abogado planteaba asuntos propios del caso y los pasos que seguiría en el juzgado penal donde radicaría la causa ´Williams – Alexander´.  Hablando siempre en un correcto español, se ofreció transmitir la mala noticia a la familia y Regina se puso a disposición para actuar de nexo ante cualquier imprevisto. Se lo puso al tanto de la actividad política que cumplía la señora Williams, por entonces senadora por el MNR-I en Bolivia. Tal situación podría servir si es que así lo recomendaba el abogado, aunque dio a entender que no sería necesario. De acuerdo a su planteamiento ensayaría la defensa en una jurisdicción en la que mantenía control y contactos. Finalmente, intercambiaron abrazos y se despidieron.

Tres días después de aquél alentador encuentro, la señora Williams estaba abordando un avión a BH. En el aeropuerto la esperaba Regina que había dispuesto su recibimiento con muchísima discreción dado el motivo de su viaje. Fue un día extenuante y conmovedor para ella; no pudo contener las lágrimas durante la reunión con el abogado. El letrado la tranquilizó indicando que la imputación no tenía sustento por lo motivos ya expuestos. – Su hijo ha sido víctima de una detención abusiva, debe estar tranquila porque desbarataremos la acusación por ´tráfico de dogas´ que no tiene ningún sustento-, indicó. Kanaut era un abogado penalista, considerado uno de los mejores de BH. Esa misma impresión le causó a la señora Williams que luego de reunirse con Kanaut se dirigió al hotel a descansar. Antes de despedirse quedaron que la recogería a las 10 para la cita programada en Lagoinha a las 11 de la mañana.

 

Cada lunes una nueva entrega de la obra Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´Roll)

Acceda a las anteriores entregas en los siguientes enlaces:

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Primera entrega

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Segunda entrega

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Tercera entrega

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´Roll) | Cuarta entrega

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Quinta entrega

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Sexta entrega

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Séptima entrega

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Octava entrega

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Novena entrega

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Décima entrega

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Onceava entrega

Las Pistas de Maldox (Guerra Fría, Drogas y Rock n´ Roll)| Duodécima entrega

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