“Los coreanos son los primeros sorprendidos del éxito de su cultura popular en el mundo”
Nacido en Colombia, ciudadano honorario de Seúl desde 2019, el escritor Andrés Felipe Solano se ha convertido, entre otras cosas, en intérprete para Latinoamérica de la idiosincracia y cultura de Corea del Sur, un país al alza en el imaginario global ya sea por su presencia constante en los noticieros como por la arrolladora fuerza del “hallyu”.
El término, acuñado en China en los 90 a propósito del reinicio de las relaciones diplomáticas entre ambos países y el éxito de las teleseries coreanas en la television de la República Popular, se traduce como “ola coreana”, y en ella surfean hacia las costas del mundo tanto bandas de K-pop como BTS, como una serie que logró un récord en Netflix como “El juego del Calamar”.
En el cine, películas como “Parásitos” o “Decision to leave” (La decisión de partir), que son parte de una cinematografía con una larga historia y probada calidad, son premiadas en los festivales internacionales.
Un cineasta como Bong Joon Ho hizo historia como ganador del Oscar a mejor director en 2020, compitiendo con leyendas como Martin Scorsese y Quentin Tarantino. Lo mismo que Yuh-jung Youn, ganadora en 2021 del Oscar a mejor actriz secundaria, la primera proveniente de Corea del Sur.
Según cifras de las autoridades coreanas, los fan clubs asociados al K-pop y otras expresiones de la cultura popular del país suman unos 100 millones de personas en todo el mundo.
En las noticias diarias, ya sea la última prueba de misiles de Kim Jong-un, la estricta estrategia surcoreana ante el covid o el servicio militar del BTS Jin (Kim Seok-jin), Corea del Sur es presencia constante, y la curiosidad y fascinación por su cultura es un fenómeno en ascenso.
“En pocos días en Corea pasan muchas cosas. Es una montaña rusa. Y es curioso para un país tan pequeño, digamos en términos geográficos. La población coreana es más o menos del tamaño de la de Colombia, y las personas que hablan coreano en el mundo no son tantas. Pero hay algo, un pequeño motor que genera un montón de tensiones en esta esquina del mundo y eso es muy interesante”, le dice Andrés Felipe Solano desde Corea del Sur.
Las pruebas de misiles y de otras armas en Corea del Norte son ampliamente cubiertas en las noticias internacionales. ¿Qué reacción generan en Corea del Sur, que está directamente al otro lado de la frontera?
Mi primer año acá no entendía bien qué pasaba. Hace mucho tiempo que cada mes de marzo Corea del Sur y Estados Unidos hacen ejercicios militares, y Corea del Norte siempre responde a ellos.
Recuerdo que al principio a muchas personas, familias y amigos, me preguntaban que qué pasaba. Y yo le pregunté a mi esposa si eventualmente tendríamos que buscar un refugio o algo así. Entonces ella me explicó, muy tranquilamente, que siempre pasaban cosas así en primavera, que así ha sido por años. Y que la gente de Corea que no está en la política, en el gobierno o directamente involucrada con las amenazas norcoreanas, vive su vida tranquilamente.
Yo he aprendido a vivirla así también. Obviamente trato de estar enterado de las noticias, y hay momentos de cierta tensión, pero también estas noticias sirven para vender miedo afuera y titulares.
Solano se trasladó a Seúl en 2013, tres años después de ser reconocido por la revista literaria Granta como uno de los mejores narradores jóvenes en español, y ha descrito parte de sus experiencias en el país asiático en dos libros de no ficción, “Los días de la fiebre” (2020) y “Corea, apuntes desde la cuerda floja” (2015), que se suman a novelas de ficción como “Sálvame, José Luis” o “Los hermanos Cuervo”.
El autor dejó el periodismo hace ya algunos años, aunque ocasionalmente vuelve a la crónica, como hizo a propósito de la tragedia que tuvo lugar en el barrio donde vive, Itaewon. En octubre de 2022, durante la primera celebración de Halloween tras la pandemia, más de 150 jóvenes murieron en una estampida en el lugar.
Casualmente el día anterior había estado allí. Yo vivo a unos 15 minutos de distancia, pero ese día me invitaron a una fiesta. Y desde el edificio donde estaba veía el callejón. Era el día antes de la emergencia, y ya se veía muchísima gente. Lo más preocupante era que desde la estación de policía también estaban viendo lo que ocurría. Todo el tiempo.
Pero la fuerza especial que enviaron fue muy limitada, y la enviaron principalmente para tratar de controlar crímenes de tipo sexual y posiblemente de drogas, que en este país son muy extraños, porque las drogas están muy penalizadas.
Su libro “Los días de la fiebre”, editado con el subtítulo “Corea del Sur, el país que desafió al virus”, arranca con los primeros casos de covid-19 identificados en el país, y relata las rigurosas medidas de control que se aplicaron desde entonces.
En el texto recuerda cómo volvieron a ser obligatorias las mascarillas que él ya debía usar cuando viajaba a dar clases a la ciudad de Busan, la misma del filme coreano sobre una epidemia zombie “Tren a Busan” de 2016, y describe especialmente las peculiaridades de un sistema de vigilancia sanitaria tan minucioso como inquietante.
“Ni siquiera una agencia de detectives tendría datos tan precisos, pero entonces recuerdo que este es un país donde aún hay espías, desertores norcoreanos, leyes de emergencia en caso de violación de la seguridad nacional”, cuenta en las primeras páginas del libro.
El autor colombiano describe y reflexiona sobre la fiereza del invierno, las comidas, paisajes y costumbres del país donde se va asentando. Algo similar a lo que ya había hecho en “Corea, apuntes desde la cuerda floja”, publicado en Chile en 2015, distinguido con el premio Biblioteca de Narrativa Colombiana y reeditado en coreano y español.
¿Por qué crees que “Corea, apuntes desde la cuerda floja” ha tenido esta resonancia especial?
Creo que básicamente porque no hay muchos libros sobre Corea. Las películas coreanas son de más fácil acceso, pero libros escritos directamente sobre el país no hay tantos, comparado con lo que hay, por ejemplo, sobre Japón o China. Eso es lo primero. La oferta es muy limitada y las personas lo compran porque quieren saber más sobre lo que pueden encontrar sobre Corea.
Además, me enteré después por los comentarios, no solo lo leen sudamericanos, hispanoamericanos casados con coreanas o coreanos; también gente que vive en otros países, en Asia, en Europa. Porque traté de mezclar también un relato íntimo sobre la vida de alguien que empieza a abrirse camino en un país extraño o muy lejos al propio.
Uno de los aspectos de la cultura surcoreana que se ha ido globalizando es el K-pop. ¿Cuánto de Corea crees que se refleja efectivamente en esa industria musical?
El mundo del K-Pop es una industria cada vez más grande y cada vez cuenta con más dinero que le entra por otras fuentes, no solo por la música.
El K-pop esta presente en todos lados y hay mucho interés por entrar en esta empresa. Desde muy chiquititos, a muchos se les muestra que es el único camino.
¿Cómo crees que la sociedad coreana ve este proceso de globalización de su cultura?
Pues, en muchas ocasiones, los coreanos son los primeros sorprendidos de todo el éxito de su cultura popular en el mundo. Cuando comenzaron a transmitir “El juego del Calamar” en otros países y se dio este fenómeno, ya se habían emitido aquí algunos capítulos. Y solo cuando los coreanos vieron las reacciones empezaron a ponerle más cuidado a la serie, y a muchos ni siquiera les convenció del todo.
En 1999, el gobierno coreano decidió impulsar una ley para promover la cultura coreana y hacer de ella un producto de exportación. Desde entonces, se ha creado una industria valorada en millones de dólares. Pero, para Solano, ese no es el factor principal.
Se trata de algo muy azaroso. Siempre se dice que hay un proceso muy bien armado de apoyo a la cultura desde el gobierno y, si bien existen esos programas desde hace muchísimo tiempo, en todo esto que se conoce como la ola coreana, o “hallyu”, también hay un componente muy azaroso.
Pero hay ciertos eventos en que los gustos coreanos sí se encuentran con los gustos y las valoraciones de otros países, como me parece que sucedió con la película que ganó en Cannes este año, “Decision to leave”, de Park Chan Wook, que es una historia muy, muy coreana”.
El nuevo rol de Corea del Sur en el ámbito de la cultura popular empieza incluso a revertir ciertas dinámicas de la industria audiovisual, plantea Solano.
En vez de producciones occidentales que crean ficciones ambientadas en países asiáticos, empiezan a surgir fenómenos como “Narcosantos”, donde los países occidentales son escenario de historias coreanas.
Es curioso, hace unos años tuvo mucho éxito esta serie de Netflix, “Narcos”, en Corea. Y hace unos meses los coreanos hicieron una serie, también para Netflix, sobre un traficante coreano en Surinam. Y es interesante porque durante mucho tiempo occidente, y entre occidente obviamente está Sudamérica, proyectó muchas fantasías orientalistas.
Ahora son los coreanos, que hoy son un poco dueños de la cultura popular, los que proyectan sus propias fantasias sobre países como Surinam, y sobre los problemas relacionados con las drogas desde un país que, como decía al principio de la entrevista, se precia de no tenerlas en su territorio.
Como escritor colombiano en Corea, ¿cómo influye el entorno en tu escritura?
Al principio sentía esa extrañeza. Hoy también, pero he aprendido a moverme. Poco a poco he aprendido a habitar esta zona liminal, que no es de aquí ni es de allá, la de ser un inmigrante latinoamericano en Corea. Hoy siento que este es el único lugar desde donde me puedo mover hacia otro lado. Hacia Colombia, Corea, hacia el exterior.
De hecho, la nueva novela de Solano, “Gloria” (2023) no se ambienta ni en Corea ni en Colombia, sino en la Nueva York de los años 70. De ella hablará como invitado los días 27, 28 y 30 de enero en el Hay Festival en Cartagena de Indias, así como de temas como la migración o las relaciones familiares, que forman parte sustancial de su trabajo literario y de no ficción.
¿Cuál es la historia de Gloria?
Gloria es la historia de una chica colombiana muy joven, de 20 años, que trabaja en un laboratorio fotográfico. Y es un día en su vida, en el que va a un concierto de Sandro en el Madison Square Garden.
Gloria comparte algunos datos con mi madre, pero es un libro que no quiere ser una memoria de mi relación con mi madre. Tampoco quería novelar su vida del todo. Es un libro que, así como “Apuntes desde la cuerda floja”, se mueve en varios registros… Es un libro que tenía planeado hace tiempo, pero quizás vivir 10 años acá me ha dado el coraje de escribir.