
Mateo Romay Salinas /Andadolu/picture alliance
Muchos bolivianos clasemedieros creen firmemente de convicción que el triunfo de Paz Pereira en las elecciones de segunda vuelta disputada ayer en Bolivia es el retorno encubierto del MAS que en la primera vuelta decidió votar nulo. Esa migración del voto le alcanzó a Rodrigo Paz para llegar a la presidencia con una clara ventaja sobre Tuto Quiroga de cerca los 10 puntos. Más allá de estas conjeturas anecdóticas que dejan un país polarizado y con ambiente a pocas rosas, la hora de la cordura se ha impuesto al reconocimiento tácito de que el líder del MAS Evo Morales ya había sido derrotado antes de la contienda por sus propios compañeros de partido, los que tuvieron la conducción del Estado los pasados cinco años con resultados desastrosos para la economía. En 2000 cuando Luis Arce alcanzó la presidencia lo hizo prometiendo la reconciliación que ya entonces el país necesitaba, pero decidió gobernar para unos cuantos, desatando uno de los periodos de corrupción e ineficiencia más oscuros de la historia en Bolivia. Peleado hasta con su almohada y mala consejera de la política, la enemistad a cualquier precio impuso un esquema de gobierno siniestro y corrupto que precedió un ciclo de impunidad azarosamente desafortunado.
Ayer, Arce salió de su escondite para felicitar al ganador de las elecciones con la misma hipocresía de quien puede celebrar la muerte de un adversario. Deja el país en bancarrota y con índices de calificación de menos tres dígitos. En este ambiente no parece razonable tomar partido adverso y profundizar las diferencias en pugna, siguiendo la cuenta a Morales que alcanzó la presidencia y se dedicó de lleno a abanderar la persecución y definir a todo lo diferente como al enemigo que había que destruir.
El esquema secante y autoritario que impuso comenzó a erosionar al pretender convertirse en dictador eterno. Hay que precisar con énfasis que el MAS -dividido irreconciliablemente por el mismo fragor de su autodestrucción- es el principal derrotado. Los votos que alguna vez respaldó el pueblo en su apoyo singular tenían que optar por una opción y encontró no por un problema de naturaleza racial como se quiere posesionar, sino por una simple ley de gravedad a Rodrigo Paz Pereira, como bien habrían migrado a Jorge Tuto Quiroga. No le llegó a él, aunque incluso en una de las partes más duras de esta segunda vuelta -cuando se dio cuenta que no le alcanzaría el voto de los centros urbanos donde se hizo fuerte-, pidió abiertamente el respaldo de la militancia masista que no se circunscribe a las áreas rurales y periurbanas, sino que, como se vio en esta elección, representa el conglomerado de la nación que en su buena gente quiere dejar ese pasado oprobioso de discriminación racial y alevosía a mansalva donde se asaltó las instituciones públicas y hasta se secuestraba a empresarios para extorsionarlos impunemente. Todos debemos estar convencidos de conciencia que ese periodo ha pasado y que la construcción es una alternativa real. Como decía Friedrich Nietzsche, “es sencillo hacer que las cosas sean complicadas, pero es difícil hacer que sean sencillas”.