
Un debate abierto como el del pasado domingo por una de las redes de televisión, deja abierto el reencause que permite después de mucho tiempo conocer la oferta electoral de quienes se integran al grupo de presidenciables para las elecciones que se realizarán en agosto. Retrotrayendo el tiempo implacable que ha pasado desde el último en 2005 las posturas no difieren mucho de las que conocimos cuando en el país vivía otra realidad en una elección previa.
Todos los postulantes a la presidencia sin excepción regularon (moderaron) sus palabras en gran parte del debate dejando apenas poco para los que estaban ahí, a saber, mostrar con palabras inclusivas y con lenguaje enriquecedor de su oferta electoral en términos de manejo de orientación doctrinaria, no apenas en la línea de lo que se proponen, sino en un debate que transparente sus capacidades cognitivas y de comunicación moderna, con conceptos de la filosofía política, algo medular del cambio que ellos mismo se proponen. En cambio, su tono discurrió en lo mismo.
Los postulantes a la presidencia no presentaron nada nuevo, y si ellos no han cambiado, la esencia de cualquier debate no aportará en la construcción de un genuino aporte de ideas. Escuchamos los mismos argumentos fallidos de antaño con la misma idea de que al frente tienen un elector que tampoco ha cambiado (y están equivocados si es que piensan así); si los candidatos no se han dado cuenta que tienen al frente a un público menos formado intelectualmente, porque el país ha sufrido un retroceso intelectual de dimensiones descomunales, ninguno parece advertir esa penosa realidad, sino su objetivo es llegar al mando de un país que parece dibujado de un cuento de hadas y se lo puede repintar con dos pequeñas pinceladas para cambiarlo.
Los seis de esa noche deberían esforzarse y permitirse convencer de que el votar por ellos servirá para una acumulación rica de nuevas experiencias en el campo de la revolución intelectual, cultural y tecnológica por la que está atravesando el mundo, a pesar de las guerras y las hipérboles que nos plantean los líderes mundiales. Un debate de altura con ideas sin derivar al ataque o pretender pulverizar al enemigo cuando eso ya se sabe no dio buenos resultados. Quedan muy pocos días para concebir en ellos un cambio, porque las cartas o al menos la mayoría de ellas se han abierto para dejar en el primer debate la mejor impresión que a veces es definitiva en una competición electoral.