China: la completa liberalización de su economía
A pesar de las turbulencias en su economía, China parece estar dispuesta a seguir adelante con su proceso de reformas. Uno de los capítulos más espinosos para el régimen, la completa liberalización de su moneda y de la cuenta de capitales del país, se debatirá durante la próxima semana en el cónclave de los líderes chinos, que establecerá las prioridades de la política económica en los próximos cinco años. De esta reunión podría salir el compromiso de lograr un yuan plenamente convertible y la libre circulación de capitales en 2020, según informó una fuente cercana a las conversaciones a Bloomberg.
De cumplirse el pronóstico, sería la primera vez que China pone fecha para alcanzar este fin. Hasta ahora las autoridades se han limitado a prometer que “acelerarían el proceso”. Su inclusión en el 13º plan quinquenal -el documento que esbozará el camino a seguir entre 2016 y 2020- daría un empuje a la voluntad de reforma de las autoridades chinas, que ha quedado en entredicho después de que este verano Pekín decidiera intervenir en los mercados bursátiles para controlar su caída.
Aunque el yuan es una moneda convertible en la balanza por cuenta corriente (el comercio de bienes y servicios), la cuenta de capital está controlada por las autoridades. Los individuos están sujetos a una cuota máxima de 50.000 dólares anuales para mover dinero desde China y las inversiones de las empresas necesitan del visto bueno del Gobierno. La cotización del yuan en los mercados internacionales depende del tipo de referencia que establece diariamente el Banco Popular de China y solamente puede fluctuar un máximo del 2% por sesión. El pasado verano, un cambio en el sistema de cálculo para determinar esta tasa desembocó en la mayor devaluación del yuan en dos décadas y provocó un terremoto en las Bolsas mundiales.
Incluso tras esta devaluación, la mayor en más de dos décadas -del 4,6% y dividida en tres etapas-, en el último año y medio el yuan se ha revalorizado casi un 20% respecto al euro -la divisa de su mayor socio comercial- y el peso mexicano; un 15% respecto al yen japonés y un 10% respecto al won surcoreano.
La contradicción entre las palabras y los hechos del banco central chino refuerzan la tesis de estos expertos. Hace no tanto, el instituto emisor negaba tajantemente la posibilidad de devaluar su moneda para plantar cara a las cada vez más evidentes señales de agotamiento de su economía. Hasta el martes. Ese día, el organismo sorprendió con un nuevo sistema para determinar el tipo de cambio del yuan que vino acompañado de una devaluación de la divisa del 1,86%, la mayor en dos décadas. Al día siguiente volvió sobre sus pasos e incendió las Bolsas asiáticas y europeas con un recorte adicional del 1,6%. Las alarmas se dispararon: el Banco Popular de China parecía refrendar así la debilidad de su economía, daba argumentos a los que temen que el crecimiento real diste mucho del 7% oficial y alentaba una guerra de divisas en la región. Este miércoles la devaluación continuó -un 1,1% adicional-, pero las Bolsas respondieron con tímidas ganancias.
Pekín justifica sus movimientos de los últimos días con un argumento irrefutable desde la perspectiva occidental y que le ha merecido el aplauso unánime de la Comisión Europea y del FMI: quiere dejar que el mercado fije libremente el cambio del yuan. Sin embargo, son muchos los que ven detrás de este giro un intento de relanzar su competitividad exterior, severamente dañada por la fortaleza de la moneda china.
Lucha contra la volatilidad
Los analistas locales ven probables ambas tesis. “Desde la última gran reforma de los tipos de cambio han pasado casi diez años y la comunidad internacional pide constantemente más decisión en este ámbito. Además, el yuan se ha apreciado de forma significativa y, en un momento en que la economía china está en apuros, se ha apostado por devaluar la moneda”, asegura Hu Xingdou, catedrático de Economía del Instituto de Tecnología de Pekín.
Con esta jugada, las autoridades habrían matado dos pájaros de un tiro: por un lado muestran su disposición a una mayor liberalización de su moneda -clave para que el yuan sea incluido en la cesta de divisas del FMI y juegue de una vez por todas en la liga de las grandes divisas, en la que ya están el dólar, el euro, el yen y la libra esterlina- y, por otro, los productos chinos recuperan competitividad en el exterior.
Pero para que este plan llegue a buen puerto, las autoridades chinas tendrán que afrontar un mal del que ya han tenido un aperitivo en los últimos días: la volatilidad. “El límite lo pondrá el propio banco central, en función de la volatilidad que quiera aceptar”, apunta Simon Baptist, economista jefe de The Economist Intelligence Unit, en un correo enviado a sus clientes. De momento, las dudas y el desconcierto generalizado ya está servidos.