Francia y la rebelión contra la austeridad en Europa
La cúpula europea sostiene que el aumento de la incertidumbre económica en la región deriva fundamentalmente de la inestabilidad geopolítica en Ucrania y Medio Oriente. De este modo, los dirigentes políticos del llamado viejo continente pretenden evadir su responsabilidad ante el agravamiento de la crisis.
El segundo trimestre del año en curso, las tres economías mayores de la Eurozona obtuvieron pésimos resultados en términos de crecimiento económico: Alemania registró una contracción de -0.2 por ciento (primera caída desde 2012), Francia tuvo una tasa de crecimiento cero e Italia una recesión de triple hundimiento. La gran noticia es que el motor de crecimiento, Alemania, no marcha más y todo indica que la Eurozona continuará padeciendo recesión crónica en los próximos meses.
“Es mejor admitir lo que es, a mantener la esperanza en algo que no será”, se lamentó Michel Sapin, ministro de Finanzas francés, quien de manera inédita rechazó que las políticas de austeridad fiscal y las reformas estructurales sugeridas por la troika (FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea) vayan a revertir la tendencia recesiva de la economía francesa. De este modo, Francia tomó distancia de las políticas de ajuste exigidas por el gobierno de Angela Merkel y abandonó el límite de 3.8 por ciento de déficit fiscal como porcentaje del PBI aprobado por la Comisión Europea con el respaldo de Berlín. “Me niego a subir los impuestos para cerrar cualquier brecha presupuestaria”, remató Sapin.
El aparente viraje francés ocurre en un momento crítico de gran calado: dos trimestres consecutivos sin crecimiento y un aumento del descontento social sin precedentes. En enero de 2012, la confianza puesta en el gobierno de François Hollande era de cincuenta y cinco por ciento. Actualmente se ubica en menos de veinte por ciento, según diversas encuestas. La baja inflación para el conjunto de la Eurozona, que se ha mantenido en 0.4 por ciento, podría provocar la bifurcación política en el proceso de integración, según el tipo de medidas para enfrentar la crisis: Francia de un lado promoviendo políticas contracíclicas para revertir la caída de la actividad económica, y Alemania de otro apuntalando y marcando los ritmos del ajuste. No obstante, si el gobierno de Hollande decide mantener la austeridad fiscal y la contracción salarial, la debacle electoral del Partido Socialista francés sería inminente y el ascenso al poder de la extrema derecha podría concretarse en breve con el apoyo de grandes grupos empresariales.
De otro lado, el aumento de las tensiones en la relación con Estados Unidos también tuvo un efecto multiplicador negativo sobre la economía gala. La multa de 8, 900 millones de dólares impuesta por el Departamento de Justicia estadounidense en contra de BNP Paribas aumentó en más de cien por ciento el saldo deficitario de la cuenta corriente el mes de junio. Por añadidura, provocó pérdidas trimestrales al banco por un total de 4,300 millones de euros (5,750 millones de dólares). En enero, el precio de una acción de BNP Paribas oscilaba entre cincuenta y cinco y cincuenta y siete euros, en tanto las primeras dos semanas de agosto cayó a menos de cincuenta euros (una reducción de quince por ciento). El banco Crédit Agricole, también de origen francés, y los alemanes Deutsche Bank y Commerzbank están siendo investigados actualmente por Washington para determinar si violaron, al igual que BNP Paribas, los embargos establecidos por la ley del dólar.
En el marco de la cooperación multilateral y con el objetivo de evitar angustias económicas derivadas de multas bancarias futuras, Francia realizó un llamado a discutir el tema de las acciones judiciales del gobierno de Estados Unidos en la próxima reunión del G-20, a realizarse a finales de año en Brisbane, Australia. Es decir, si bien Hollande evitó un conflicto diplomático de grandes proporciones con el gobierno de Barack Obama, nada le ha impedido cuestionar los términos y el alcance extrarregional de las multas aplicadas por la jurisdicción de Nueva York. “Debe haber una coordinación entre los reguladores”, declaró un alto funcionario europeo, quien confirmó además que ha habido algunas discusiones sobre el tema entre los países del G-20, aunque de carácter “informal”. En caso de nuevas sanciones, las repercusiones sobre el nivel de capitalización del sistema bancario europeo serán desastrosas. Dicha situación incrementaría las restricciones en el otorgamiento de crédito y el fomento a la inversión, reduciría aún más las perspectivas de recuperación de mediano plazo y, finalmente, la conformación de la Unión Bancaria podría enfrentar nuevas resistencias.
En definitiva, un cambio de rumbo económico sustancial requiere de algo más que declaraciones promisorias de altos funcionarios: es urgente rebelarse a través de acciones que alivien de raíz el malestar económico en la Eurozona, castigada desde hace cuatro años por la crisis y la austeridad. En sintonía con los discursos, Francia estaría llamada a convertirse en la protagonista de semejante transformación. Ojalá.
Ariel Noyola Rodríguez es miembro del Observatorio Económico de América Latina (Obela) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Texto preparado para la revista Contralínea.