La disputa por las energías verdes llevó a una empresa desconocida de Texas a Bolivia

Por Clifford Krauss | The New York Times
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Salar Uyuni, litio,cambio energético
Foto: Meridith Kohut

SALAR DE UYUNI, Bolivia — La misión era quijotesca para una pequeña empresa emergente energética de Texas: ganarle a los gigantes industriales chinos y rusos para desentrañar las riquezas minerales que un día podrían alimentar decenas de millones de vehículos eléctricos.

Un equipo viajó de Austin a Bolivia a finales de agosto para reunirse con líderes locales y nacionales en un complejo de litio del gobierno y convencerlos de que la empresa, EnergyX, tenía una tecnología que haría realidad el potencial de Bolivia de convertirse en una fuerza mundial de la energía verde. Al llegar, descubrieron que la conferencia a la que habían planeado asistir se había cancelado y que los guardias de seguridad habían bloqueado el lugar.

Sin embargo, la verdadera atracción estaba a la vista: un gigantesco mar calcáreo de salmuera en lo alto de los Andes llamado salar de Uyuni, que es rico en litio, entre varios minerales con un valor creciente en todo el mundo porque se necesitan en las baterías utilizadas en los carros eléctricos y en la red eléctrica.

Rodeado de equipos oxidados, estanques de producción vacíos y bombas desacopladas de las tuberías, parecía un lugar desolado. Sin embargo, para Teague Egan, director ejecutivo de EnergyX, solo había promesas.

“Esta es la nueva Arabia Saudita”, prometió.

Los quechuas veneran el salar de Uyuni, más de 6000 kilómetros cuadrados de salinas que sus antepasados creían que eran la mezcla de la leche materna de una diosa y las lágrimas saladas de su bebé. Para Egan, el lugar es “pura belleza blanca hasta donde alcanza la vista”.

Con una cuarta parte del litio conocido en el mundo, este país de 12 millones de habitantes se encuentra potencialmente entre los nuevos ganadores ungidos en la caza global de las materias primas necesarias para alejar al mundo del petróleo, el gas natural y el carbón en la lucha contra el cambio climático.

Ocho empresas extranjeras han competido en los últimos meses para instaurar proyectos piloto de litio aquí, incluyendo cuatro de China y una de Rusia, países que han tenido relaciones más amistosas con el gobierno de Bolivia que Estados Unidos.

Al igual que durante mucho tiempo los buscadores de petróleo han procurado riquezas en la exploración de pozos, la revolución de la energía limpia está generando una oleada de emprendedores que esperan aprovechar el nuevo auge y entrar en la intersección de la geopolítica y el cambio climático. Algunos son nombres conocidos, como el de Elon Musk con Tesla, mientras que Egan y otros son luchadores que buscan su primera oportunidad en lugares ricos en minerales como Bolivia, la República Democrática del Congo y el Pacífico Sur.

Egan es uno de los más decididos. Su empresa, con 30 empleados, es una de las dos compañías de Estados Unidos, entre ocho aspirantes, a explotar las reservas de litio de Bolivia.

El litio es un componente básico de las baterías de iones de litio, que permite el flujo de la corriente eléctrica. Debido a la ligereza del metal, su larga vida útil, su gran capacidad de almacenamiento y su facilidad de recarga, se espera que la demanda crezca exponencialmente durante la próxima década para alimentar una flota cada vez mayor de vehículos producidos por Tesla, Ford Motor, General Motors y otros fabricantes de automóviles, así como para extender el almacenamiento de baterías en la red eléctrica para las energías renovables. Solo este año, los precios de los compuestos de litio han subido más del 200 por ciento en varios mercados mundiales.

Egan, de 33 años, nunca había trabajado en la industria energética antes de poner en marcha EnergyX en 2018 para llevar a cabo proyectos de litio. Con la cabellera peinada hacia atrás, a menudo sin afeitar y con un gorra de béisbol al revés, proyecta exuberancia juvenil y confianza en sí mismo.

Creó un club de lectura en su empresa y asignó una biografía de Thomas Edison como primer título para enviar un mensaje a sus colegas: “Puedes intentarlo 100 veces y rendirte. Edison lo intentó 17.000 veces para producir caucho doméstico”.

A pesar de sus alardes, parece un personaje poco probable para conducir el futuro energético de Bolivia. Nunca ha trabajado en América Latina y prácticamente no habla español.

Pero lo único realmente importante para Egan es su convicción de que su tecnología para extraer el litio de la salmuera andina es la mejor para convertir finalmente a Bolivia en una potencia energética.

“En Bolivia son tan sensibles a la política”, dijo. “No entiendo por qué no harían lo que es mejor para el país. Yo solo puedo controlar lo que puedo controlar”.

Hay muchas cosas que Egan no puede controlar en este país largamente plagado de golpes de Estado y divisiones raciales, ideológicas y regionales.

El partido gobernante en Bolivia, el Movimiento al Socialismo, está dirigido por el expresidente Evo Morales, quien intentó acercar el país a China antes de que las protestas y los militares lo obligaran a abandonar el poder hace dos años.

El actual presidente, Luis Arce, quien fue ministro de Economía de Morales, encabeza una coalición de socialdemócratas e izquierdistas más doctrinarios. Se enfrenta a los desafíos de los movimientos locales que se oponen al gobierno socialista y desconfían de los intereses extranjeros, a los que consideran explotadores de la riqueza mineral de Bolivia desde el siglo XVII.

Hace solo dos años, un acuerdo sobre el litio entre Morales y una empresa alemana provocó protestas que acabaron por extenderse por todo el país. Morales se vio obligado a descartar el contrato solo una semana antes de huir del país.

Marco Pumari, un político local que encabezó las protestas, exigió que se triplicaran las regalías para el departamento de Potosí y que la población local participara en la propiedad de las empresas de litio. Dijo que sus demandas no habían cambiado, y que su oposición a los socialistas gobernantes seguía siendo firme.

“En cuanto elijan públicamente a las empresas extranjeras, el departamento se movilizará”, dijo en una entrevista. “El gobierno está jugando con fuego”.

En agosto, unos 80 manifestantes tomaron dos carreteras, impidieron que Arce visitara las instalaciones de litio del gobierno y exigieron que despidiera al nuevo jefe de la empresa estatal de litio y diera a los residentes locales una mayor participación en las decisiones sobre la producción de litio. La protesta obligó a cancelar la conferencia a la que tenían previsto asistir Egan y su equipo de EnergyX.

“Necesitamos carreteras asfaltadas y fábricas textiles”, dijo Rosa Belén Julaca, una agricultora de quinua de Potosí que se unió a la protesta a pesar de que generalmente apoya al gobierno. “Si no nos escuchan, seguiremos bloqueando las carreteras”.

Funcionarios del gobierno no tardaron en acudir para calmar las tensiones.

Algunas mujeres lanzaron confeti a los funcionarios y cubrieron sus cuellos con coronas de flores. Entre los visitantes se encontraban Franklin Molina, ministro de Hidrocarburos y Energías, y el director de la empresa estatal de litio, a quien los manifestantes querían destituir.

En una reunión comunitaria, en donde había música, danza y poesía indígenas, prometieron puestos de trabajo y programas sociales de una industria del litio que algún día incluiría la fabricación de baterías e incluso de automóviles eléctricos.

Entre aplausos, Molina dijo que el litio era para los bolivianos.

Expertos en energía afirman que un gran aumento de la producción de litio boliviano mantendría bajos los precios de las baterías, lo que ayudaría al presidente de Estados Unidos Joe Biden, a alcanzar su objetivo de electrificar la mitad de los vehículos nuevos que se vendan en el país en 2030, frente al cuatro por ciento actual.

“La cantidad de litio que necesitamos en cualquiera de nuestros objetivos climáticos es increíble”, dijo Anna Shpitsberg, subsecretaria de Estado estadounidense para la transformación energética. “Todo el mundo está intentando construir sus cadenas de suministro y pensar en cómo ser estratégicos”.

Pero Washington tiene poca influencia en Bolivia, cuyos líderes llevan mucho tiempo en desacuerdo con el enfoque estadounidense sobre la política de drogas y Venezuela. Eso puede explicar por qué algunos ejecutivos del sector energético no creen que Bolivia vale la pena el riesgo.

“En Bolivia se han llevado a cabo proyectos durante 30 años y no se ha conseguido casi nada”, dijo Robert Mintak, director ejecutivo de Standard Lithium, una empresa minera que cotiza en bolsa con sede en Vancouver, Columbia Británica, al referirse a los esfuerzos de desarrollo del litio que se remontan a 1990. “Es un país sin salida al mar, sin infraestructuras, sin mano de obra, con riesgos políticos y sin protección de la propiedad intelectual. Así que, como promotor, elegiría otro lugar más seguro”.

Egan ve las probabilidades de manera diferente.

Que Egan haya llegado hasta aquí es asombroso. Supo sobre el litio boliviano por mera casualidad, cuando él y un amigo recorrieron Sudamérica como turistas en 2018.

Cuando llegaron al salar, un guía les explicó que estaban parados sobre la mayor reserva de litio del mundo. “Pensé: ‘No sé cómo voy a hacer esto, pero tengo que participar’”, dijo Egan.

Había probado suerte como agente deportivo y musical y dirigía un pequeño fondo de inversión en esa época. Había invertido en Tesla en 2013, cuando las acciones valían nueve dólares; ahora cada acción cotiza en alrededor de 975 dólares. (No quiso revelar cuántas acciones había comprado y cuántas tenía todavía).

Pero sentía que no estaba logrando mucho. Antes de que Egan viajara a Sudamérica, su padre, Michael, fundador de Alamo Rent A Car, le aconsejó que hiciera dos listas: la de sus cinco mayores pasiones y la de las cinco industrias que creía que crecerían más rápido en las próximas décadas. Las energías renovables estaban en ambas listas.

Egan leyó sobre el litio. Se decantó por las membranas de filtración como el eslabón vital que faltaba para que los estanques de evaporación de litio fueran más productivos y rentables. Entonces dio con un artículo de 2018 escrito por Benny Freeman, profesor de ingeniería química de la Universidad de Texas en Austin, y algunos científicos que trabajaban en Australia sobre un nuevo tipo de membrana con poros del tamaño de un átomo que podría emplearse para separar y purificar las sales de litio de las rocas y las salmueras.

Viajó a Austin y Australia, y Egan y Freeman congeniaron.

Los dos formaban una pareja improbable. Freeman, de 60 años, nació en la pobreza en una zona rural de Carolina del Norte y fue la primera persona de su familia en graduarse de la secundaria. Egan se crio en la riqueza en el sur de Florida. Freeman se apasionó por la química manejando pesticidas en la granja de manzanas de su familia. Egan dijo que había aprendido las habilidades empresariales de su padre en la mesa de casa.

Egan regresó una y otra vez a Bolivia, pero hizo pocos progresos en la venta de su tecnología a los funcionarios. “Toda esta gente tiene las manos atadas a la espalda”, dijo, refiriéndose a que tenían miedo de ofender a los líderes en la cima.

La gran oportunidad llegó en abril de 2020, cuando Diego von Vacano, profesor boliviano de ciencias políticas en la Universidad de Texas A&M —y asesor informal de Arce, entonces uno de los principales candidatos a la presidencia— se puso en contacto con Freeman para pedirle consejo sobre la extracción de litio. Freeman puso en contacto a Von Vacano y a Egan, y el profesor de la A&M de Texas se convirtió en el puente vital de Egan con Bolivia.

Tras la victoria de Arce, Egan asistió a la toma de posesión. Con la ayuda de Von Vacano, Egan hizo conexiones cruciales en el nuevo gobierno.

Sin embargo, no pudo conseguir una reunión con el nuevo presidente. Durante un viaje, localizó a Arce cuando ambos estaban en Santa Cruz. Acompañado por Von Vacano, Egan consiguió finalmente ver al presidente comiendo en los puestos de madera cubiertos de lona de un mercado de pescado.

Pero al acercarse al mandatario, Von Vacano lo detuvo. Arce estaba comiendo con un congresista antagónico a Estados Unidos. Para evitar una escena, Egan se alejó. Volvió a casa, pero no era la última vez que lo intentaría.

En agosto, tras la cancelación de la conferencia, Egan y su equipo volaron a La Paz, la sede del gobierno, y siguieron llamando a las puertas, con la esperanza de aprovechar los contactos que Egan había hecho entre los altos funcionarios del Ministerio de Hidrocarburos y Energías.

Como siempre, hubo obstáculos.

Cuando se reunieron con Carlos Humberto Ramos, el recién nombrado director de la empresa estatal del litio, para convencerlo de las ventajas de su enfoque, descubrieron que no conocía la tecnología de membranas de EnergyX.

El equipo de Egan volvió a ver a Ramos al día siguiente y, tras explicar su tecnología a sus técnicos más importantes, le dijeron que podía visitar el complejo de litio y que el acuerdo inicial por el que se aprobaba el proyecto de EnergyX era prácticamente un hecho.

Esa noche, el aliado más fuerte de EnergyX en el gobierno —Álvaro Arnez, viceministro de Altas Tecnologías Energéticas, que supervisa el desarrollo del litio— dio su bendición al acuerdo. Se unió al equipo de Egan para una celebración en un elegante restaurante de La Paz, con platos de bagre amazónico seco y cerdo asado con kimchi de pera.

A la mañana siguiente, Egan y su equipo volaron de nuevo a las salinas.

Inspeccionaron varios estanques que brillaban, hechos artificialmente, que contienen salmuera para la evaporación, un método de extracción de litio que se ha visto obstaculizado por las fuertes lluvias de la temporada.

Incluso cuando está seco, el litio debe separarse químicamente de otros minerales, un proceso que desperdicia gran parte del deseado litio.

Egan dijo a los técnicos que su tecnología podría aumentar y acelerar enormemente la producción.

Hubo desacuerdos sobre dónde ubicar el proyecto piloto propuesto, y cuando Egan sugirió formas de avanzar hacia la comercialización, los técnicos le dijeron que esperara hasta que estuvieran los resultados de las pruebas iniciales. Pero se conformó con recorrer las instalaciones antes que otras empresas.

En una entrevista, Molina, el ministro de Hidrocarburos y Energías, dijo que los diplomáticos chinos y rusos estaban presionando en nombre de sus propias empresas, sin embargo, insistió en que hay espacio para quien quiera invertir siempre que respete la soberanía de Bolivia.

China tiene ventajas. Ya controla activos de litio importantes en Sudamérica, y sus empresas han realizado inversiones de alrededor de 4500 millones de dólares en litio en los últimos tres años en Sudamérica y México. Los bancos chinos conceden préstamos a bajo interés a las empresas mineras y de construcción chinas que operan en el extranjero para impulsar los planes del presidente Xi Jinping de dominar las industrias del futuro.

En cuanto a Rusia, el presidente Vladimir V. Putin ha hablado por teléfono con Arce al menos dos veces sobre el litio y otros asuntos, dijeron funcionarios rusos.

Egan dijo que no estaba recibiendo prácticamente ninguna ayuda del gobierno de Estados Unidos. Y los funcionarios estadounidenses dicen que su mejor esperanza es presionar sutilmente para que haya igualdad de condiciones.

La paciencia ha dado sus frutos para Egan, al menos hasta ahora. Firmó un acuerdo para iniciar el proyecto piloto y en octubre envió un contenedor a Bolivia equipado con bombas, válvulas, tanques y membranas para separar el litio de la salmuera. Si el proyecto piloto da resultados prometedores, podrá seguir adelante con un proyecto comercial.

De las 20 empresas que competían a principios de año, el gobierno ha designado a ocho para llevar a cabo los proyectos piloto, incluida otra pequeña empresa estadounidense, Lilac Solutions de California.

Todas las empresas —la octava es de Argentina— competirán por la atención del gobierno boliviano y por recursos como conexiones eléctricas y técnicos locales cualificados en los próximos meses, antes de que alguna pueda ser aprobada para avanzar hacia las operaciones comerciales.

“Todavía tenemos que hacer una demostración y ampliarla”, reconoció Egan. “Todavía tenemos que pasar a la fase comercial. Quiero decir que esto es solo el primer día”.

Clifford Krauss es corresponsal nacional de negocios de energía con sede en Houston. Se unió al Times en 1990 y ha sido jefe de la corresponsalía en Buenos Aires y Toronto. Es autor de Inside Central America: Its People, Politics, and History. @ckrausss

Esta nota fue publicada originalmente por The New York Times