Las tecnológicas entraron en caída, no es una caída libre como la del petróleo por la pandemia a precio de nada, llegó el Brent a marcar 0. Esta, la de las tecnológicas es fuerte, estimulada por la desmedida ambición de sus ejecutivos poderosos. Mark Zuckerberg se la pasó tratando de reinventar la realidad virtual con el metaverso y tuvo un contundente fracaso en su intento. Él de las T-shirt gastadas aseguraba hace menos de un año que nos espera un futuro similar a ese en el que naufragas si quieres naufragar, vistes de Armani si nunca has podido comprar una pañoleta de diseño -nada gratis. pero por peanut´s-; montar una casa con sistema de aire ambiental como has soñado – digamos a los 23° -, remotos para entrar, cantar, subir, bajar y abrir las puertas.
El delirante Elon echó por la borda el simulacro para recuperar los 44 millones que le valió Twitter de un plumazo y logró más reacciones adversas que aceptación. Así que de sus 19,99 por suscripción, la gravitación espectacular de precios que te ofrece centavos que se acercan, pero no llegan, se bajó a 8 dólares. Stephan King –el autor de novela negra con un patrimonio cercano a los 500 millones- levantó la mano en señal de rechazo y se sumaron todos los habitantes del planeta que ya llegaron a 8 mil millones. Twitter tiene algo más de 200.000 usuarios que se pueden monetizar por día, en cambio Facebook llega a 2.5 mil millones de usuarios.
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La respuesta de los milmillonarios fue aplicar recortes de gastos, despidos para evitar que sus empresas sigan cayendo en Bolsa. La ecuación es simple, al parecer los dueños infalibles de las tecnológicas fallaron sus cálculos, pero siguen siendo tan miserables –o poderosos véalo de la manera que quiera- como siempre fueron, aplicando planes de publicidad lograron que la mass media desapareciera, le paguen encima y se metan a sus bolsillos las enormes ganancias que alguna vez fueron de ellas.
“Me equivoqué, las cosas no han salido como esperaba”. Así entonaba Mark Zuckerberg el mea culpa hace unos días al anunciar el primer plan de despidos masivos -11.000 trabajadores, un 13% de la plantilla-. El error que reconocía el gran pope de las redes sociales fue dar por hecho que el boom de las tecnológicas, que alcanzó su clímax durante la pandemia tras años de extraordinaria bonanza, había llegado para quedarse.
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En Twitter las cosas van por igual camino. El nuevo consejero delegado de la compañía, Elon Musk, acaba de despedir al 50% de su plantilla, mientras Amazon, Google y Apple han congelado las contrataciones y han echado el freno a algunos proyectos. La caída de los ingresos publicitarios, la desaceleración económica, la vuelta de las compras en las tiendas físicas y el desplome bursátil de los valores tecnológicos en los últimos meses han sacudido a un imperio cuya fortaleza parecía irresistible.
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Pero siempre hay uno, si las tecnológicas fueron las grandes beneficiarias del confinamiento pandémico que benefició a todo lo que era online—, el cambio hacia un escenario totalmente opuesto las convierte en las mayores perjudicadas.
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