Hace más de 200 años el economista inglés David Ricardo lanzaba la premisa que durante años ha servido para explicar la competitividad de los países:
Aun si un país es más eficiente que otro en la producción de todos los bienes, ambos países podrían mantener un ventajoso intercambio comercial si cada uno se especializara en la producción de aquel bien para el que cuenta con mayores ventajas comparativas.
Por ventaja comparativa Ricardo se refería al menor costo de oportunidad de producir un bien (o sea, cuánto se debe dejar de producir de un bien para producir una unidad de otro).
Ventajas comparativas
Durante décadas esta idea fue la piedra angular del comercio internacional y sustentó la idea de que los países deben llevar al mercado solo los bienes en cuya producción tienen ventajas comparativas. Así, un país abundante en capital exportará bienes intensivos en capital (innovación tecnológica, por ejemplo), mientras que si es abundante en mano de obra exportará bienes intensivos en mano de obra. Cada país exporta, pues, ese bien que produce relativamente mejor que el otro país.
En este modelo, las ventajas comparativas serían el resultado de las diferencias en la dotación de factores de producción entre países. Por tanto, el intercambio comercial siempre sería entre diferentes industrias (interindustrial o complementario).
Economías de escala
A mediados del siglo pasado la lógica ricardiana y la teoría clásica quedaron alteradas ante la evidencia del comercio de productos de una misma industria (aunque no el mismo producto) entre países con la misma dotación de factores y tecnologías de producción.
La justificación teórica de este cambio está en las economías de escala, esto es, en la capacidad de unos países de producir mayor cantidad de productos a un menor costo de producción. Esto es así porque a medida que crece la producción sus costos se reducen.
Entonces, dos países sin grandes diferencias tecnológicas o de factores de producción pueden mantener un intercambio comercial provechoso entre industrias de un mismo ramo como resultado de las economías de escala que se derivan de la diferenciación de productos.
Invención e innovación
De este razonamiento surgió, en la segunda mitad del siglo pasado, una nueva teoría del comercio internacional, que explica las razones de la rápida evolución del comercio intraindustrial (ocupa alrededor de un 60 % del intercambio comercial mundial) y el rápido crecimiento económico de países como los del sudeste asiático. No obstante, no todos los países están capacitados para este desarrollo.
Hay que tener presente que la diferenciación de productos y las economías de escala resultantes derivan de la invención y la innovación. Si un país no posee dichas capacidades innovadoras, el único intercambio comercial que podrá desarrollar será el interindustrial. Este es de menor impacto para su crecimiento económico pues se limita a un número más o menos fijo de productos a intercambiar.
Gracias a la continua diferenciación de productos, solo el comercio intraindustrial permite crecer comercialmente en el número de productos intercambiados. Mientras, el comercio interindustrial solo permitirá complementar aquellos productos que los países no quieren o no pueden producir.
Para entender qué comercializan los países, se debe identificar antes qué tipo de flujo comercial domina en cada país. O sea, si es complementario o competitivo.
Intercambio complementario (y limitado)
En un estudio reciente sobre un grupo de países de América Latina he podido constatar que sus diferencias, en cuanto a dotación de factores de producción (capital y trabajo), hacen que los posibles intercambios comerciales sean del tipo complementario y, por tanto, de un limitado crecimiento.
Para contrastar esta conclusión resulta útil conocer cómo evoluciona el comercio entre dos países. Si la importancia de su flujo comercial disminuye con respecto a su total exportado, está claro que se trata de un comercio complementario (interindustrial) y su crecimiento será limitado.
En el cuadro anterior vemos cómo, salvo el acuerdo entre los países centroamericanos (SICA), el resto no ha logrado mantener constante la importancia del comercio intrabloque. Este resultado muestra la capacidad limitada de los acuerdos comerciales para generar una dinámica expansiva relativamente constante para los países que los conforman.
Esto es así porque, más allá de los acuerdos, lo que define las relaciones comerciales son las diferencias entre las ventajas comparativas de los países.
Tipo de cambio
Además del limitado crecimiento en los flujos comerciales que se deriva de la complementariedad, otra consecuencia es que los países con tecnologías intensivas en capital y sin trabas comerciales suelen generar una dinámica de depreciación en sus tipos de cambio tanto nominal como real.
Esto obedece a la combinación de la ley de un solo precio, que define un precio internacional relativamente estable para los productos transables, con la ganancia en productividad en el sector no transable (servicios).
La dinámica de depreciación en el tipo de cambio refuerza la mayor competitividad inicial, que se origina por la tecnología intensiva en capital.
Para concluir, nuestra principal recomendación es que los acuerdos comerciales deben buscar un mayor grado de coincidencia en ventajas comparativas que su simple complementariedad.
Este artículo, publicado por The Conversation, es un resumen de la Nota sobre la Economía Venezolana número 20 (Noviembre 2023) “Lo que los países comercializan”, del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, Universidad Católica Andrés Bello.