La única solución para el conflicto que atenaza Oriente Próximo es una negociación entre todas las partes, incluido el Estado Islámico
“Un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”. Winston Churchill
Si hay un lugar del mundo en el que existe el potencial para que las fuerzas armadas de Occidente se involucren en una nueva guerra — y donde para muchos de sus habitantes la guerra ya es una atroz realidad — ese lugar es Oriente Próximo. Ofrecemos hoy una guía para intentar ayudar a interpretar el caos que aflige a esta región.
1. No se equivocaron los que pronosticaron que los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington cambiarían el mundo. Pese a que 15 de los 19 integrantes de Al Qaeda aquel día procedían de Arabia Saudí, y que el extremismo religioso que profesaban también tiene su raíz en Arabia Saudí, el presidente George W. Bush se fue a la guerra contra Irak y derrocó a su dictador, Sadam Husein, que no tuvo ningún vínculo con aquellos atentados en Estados Unidos.
2. La caída de Sadam quebró el equilibrio de poder en Iraq entre los musulmanes chiíes y suníes, cuya enemistad evoca la de los católicos y protestantes en las guerras religiosas europeas de los siglos XVI y XVII. Hoy un desordenado y brutal conflicto entre chiíes y suníes se extiende por toda la región, con Estado Islámico en su sangriento epicentro.
3. La buena noticia parecía ser que de la confusión general surgió la Primavera árabe. Tiranos cayeron y la democracia iba a llegar por fin a la región. En occidente muchos lo celebraron. Lo que no entendieron fue que todos los países tienen su edad; que para que florezca la democracia se requiere un cierto grado de madurez histórica y cultural. En Egipto, en Irak y en Libia la mayoría vivía mejor y con mayor tranquilidad cuando Sadam, Mubarak y Gadafi – todos en su día apoyados por Occidente — estaban en el poder.
4. Se arrepentirán también algunos de los que se alzaron contra Bachar el Asad en Siria, hoy el foco de un convulso conflicto que cada día suma más tintes geopolíticos. Algunos de los países involucrados directa o indirectamente en la guerra siria son: Turquía, Iraq, Irán, Arabia Saudí, Rusia, Estados Unidos y, bajo el paraguas de la OTAN, las principales potencias militares europeas.
5. Estados Unidos y la OTAN se han aliado contra Estado Islámico, cuyas bases en Irak han bombardeado desde el aire, no sin matar también a muchos civiles. Pero a partir de ahí todo se vuelve confuso. Al atacar al Estado Islámico, están apoyando implícitamente a El Asad, al que desean ver derrocado. O eso dicen. Si le dijeran a Barack Obama o a los jefes de Gobierno de le Unión Europea que se podría retrasar el reloj y volver a la época cuando El Assad gobernaba con mano de hierro pero con estabilidad ¿qué contestarían?
6. Estados Unidos y la OTAN tienen como aliado a Arabia Saudí, que (recordemos) durante décadas financió la expansión del islamismo fundamentalista wahabi que incidió en la creación de los dos monstruos, Al Qaeda y el Estado Islámico. Arabia Saudí ha instalado institucionalmente en su reinado la decapitación y la crucifixión, castigos que Estado Islámico impone de manera más anárquica en el territorio que ha conquistado, el llamado califato.
7. Irán, nación chií, es el enemigo más temido y odiado de Arabia Saudí y, desde la llegada al poder del Ayatolá Jomeini en 1979, es enemigo también de Estados Unidos. Irán apoya a El Asad en Siria pero, como Arabia Saudí, se opone al Estado Islámico.
8. Turquía, miembro de la OTAN, mantiene antiguos lazos de amistad con Irán pero se opone a El Asad, con lo cual se ha sumado al bombardeo del Estado Islámico, aprovechando la ocasión para atacara los kurdos, sus enemigos internos. Los kurdos, que reciben apoyo de Estados Unidos (aliados de Turquía en la OTAN), representan el único grupo autóctono en Siria o en Irak capaz de montar una oposición militar eficaz frente al Estado islámico.
9. Rusia, aliado de Siria y de Irán, se sumó con especial violencia al bombardeo del territorio en conflicto hace 10 días, concentrando su fuego en grupos conocidos en Occidente como “moderados” opositores de El Asad, algunos de los cuales han recibido entrenamiento militar de Estados Unidos.
10. La cuestión ahora es si la política de bombardeos tanto de los rusos como de los de la OTAN va a contribuir a la destrucción del Estado Islámico o, al generar terror entre civiles previamente indecisos o apolíticos o mansos en su compromiso religioso, va a conducir al reclutamiento de más efectivos yihadistas, fortaleciendo al Estado Islámico.
11. Un nuevo factor en la complicada ecuación es el papel beligerante que ha asumido Rusia. El aventurerismo militar de Vladímir Putin tiene como objetivo acabar la guerra de Siria y afianzar a su aliado El Asad en el poder. Pero puede que resulte en una escalada de ataques yihadistas en territorio ruso y puede también propiciar un enfrentamiento peligroso con la OTAN, que ya alertó la semana pasada de la violación del espació aéreo turco por aviones militares rusos.
12. Simplificando, y para resumir, en un lado del conflicto están Estados Unidos, Europa, Turquía, Arabia Saudí; en el otro, Rusia, Irán, Siria. Irak, un estado fallido, ocupa un lugar entre los dos. Pero todos tienen intereses propios, muchas veces discrepantes, y lo único que une a ambos bandos es el enemigo común que representa el Estado Islámico.
13. La única forma de vencer al Estado Islámico militarmente sería ocupando el amplio territorio que hoy controla. Durante años. Pero eso ya se probó en Irak y en Afganistán y no funcionó. No es una opción realista ya que el precio en sangre no lo querrán pagar ni los habitantes de Estados Unidos, ni de Europa Occidental, ni – seguramente — de Rusia.
14. La única solución imaginable sería una negociación entre todas las partes, el Estado Islámico incluido. Curiosamente, son expertos militares, no políticos, los que proponen esta eventual salida. Hoy parece imposible. Lo único que queda claro es que reina la muerte, el terror y el caos — con el peligro de que todo vaya a peor.