Un atentado con coche bomba mata a la hija del principal asesor de Putin
El atentado ha conmocionado a la élite política y al nacionalismo ruso. El golpe –dicen los amigos de la familia- sugiere que nuestros enemigos temen el componente espiritual de nuestra lucha.
Darya Dugina, de 30 años, hija de Alexander Dudin, principal asesor del presidente Vladimir Putin, conocido como “Rasputín de Putin” murió este domingo tras la súbita explosión al abordar un Land Crusier en Óblast de Moscú, Rusia. Alexander Dugin, filósofo, de 60 años, ha sido durante años el gran ideólogo del imperialismo ruso. “Pienso que hay que matar, y matar y matar a los ucranios. No hay nada más que decir. Como profesor, así lo creo”, dijo en una videoconferencia en 2014, cuando Rusia se anexionó a Crimea. El atentado ha avivado la propaganda rusa contra los ucranios.
Se ha atribuido el atentado a un desconocido grupo ruso llamado Ejército Nacional Republicano, que prometió en un comunicado que Putin “será derrocado y destruido”. La muerte de Darya ha causado un estado de confusión en Europa y por las reacciones de represalia del Gobierno de Moscú en plena guerra. Dugin, fundó en los ´90 el Partido Nacional-Bolchevique junto al intelectual Eduard Limónov que acuñaron dos ideas que calaron en cierto modo en el conservadurismo ruso: el eurasianismo, donde ve a su país como la Roma eterna y a las democracias liberales como Cartago. “Y Cartago debe ser destruida”, es el lema de su portal en el que emula a Catón.
La otra idea de Dugin es la llamada “cuarta teoría política”, una superación del liberalismo, el fascismo y el socialismo en la que se recogería “lo bueno” de cada ideología. Uno de los puntos del pensador es articular el Estado en torno a la lengua y la religión, argumento con el que ha justificado emprender guerras en otros países como Ucrania.
Dugin ha sido uno de los principales defensores del proyecto irredentista de Novorrosiya (Nueva Rusia), la ocupación de gran parte de la zona oriental de Ucrania. Para su decepción, el Kremlin finalmente no se atrevió en 2014 a entrar con todo el ejército y solo ofreció ayuda financiera y militar indirecta a los separatistas, dejando la región de Donbás en un limbo sin reconocimiento internacional. “Si Putin no manda las tropas será el fin de Rusia y al mismo tiempo el fin de Putin”, escribió en 2014 Dugin en internet.
Aquel fue su gran año de gloria con la incorporación de la península de Crimea y el inicio de la guerra en el este de Ucrania, espoleada por paramilitares cercanos a la camarilla más ultranacionalista del Kremlin. Entre ellos, el empresario Konstatín Maloféyev, dueño de la cadena de televisión ultraortodoxa Tsargrad (Constantinopla, en lenguas eslavas), y al que Occidente y círculos nacionalistas rusos señalan como uno de los patrocinadores de la irrupción de paramilitares en Donetsk hace ocho años para promover una irrupción armada.
“Los amigos de la familia no tienen dudas: este es un ataque terrorista cometido por los servicios de inteligencia occidentales mediante saboteadores ucranios”, ha asegurado el medio ultranacionalista de Maloféyev. Tsargard llegó incluso este domingo a promover una caza de brujas contra los ucranios. “Todo ‘transucraniano’ debe ser considerado un terrorista potencial. Y no más “acuerdos de caballeros” con las figuras públicas”, escribió el periodista Volodímir Kuznetsov.
El atentado ha conmocionado a la élite política y al nacionalismo ruso. “El hecho de que se asestara un golpe contra Alexander Dugin sugiere que nuestros enemigos temen el componente espiritual de nuestra lucha. Esta lucha es lo más importante”, afirmó Andréi Klishas, jefe del Comité del Consejo de la Federación sobre Legislación Constitucional y Construcción del Estado.
Dugin entró en las listas de sanciones occidentales en 2014. Su hija, politóloga fiel a sus ideas, fue añadida a la lista negra este año. Uno de sus últimos ensayos fue presentado esta semana en el foro militar Armiya-2022 (Ejército-2022, en ruso), en el que aseguraba que la matanza de Bucha, en marzo en la periferia de Kiev, fue escenificada por Occidente para introducir en el imaginario colectivo “los crímenes sangrientos de los rusos”, según subrayó entre comillas. “Expertos en lingüística señalan el parecido entre Bucha y butcher (carnicero, en inglés)”. Uno de sus argumentos.