Conmemoración al Día D reúne a protagonistas de crisis ucraniana

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Veintiún jefes de Estado, ocho momentos fuertes y un casi acuerdo para zanjar la crisis en Ucrania, la conmemoración del septuagésimo aniversario del desembarco de los aliados en las playas francesas de Normandía abrió perspectivas que estaban cerradas hasta ahora. La foto quedó en la historia: el presidente francés, François Hollande, invitó a almorzar en el castillo Château de Benouville, uno de los emblemas de la resistencia francesa en el período de la Segunda Guerra Mundial, a los 21 presidentes. Durante ese almuerzo, los protagonistas de la crisis, sobre todo Estados Unidos, Francia, Alemania, Rusia y Ucrania, se encontraron por primera vez frente a frente luego de la prolongada escalada de amenazas, ultimátum y sanciones producto de la imprudencia europea, de la anexión de Crimea por parte de Rusia y del hostigamiento de las milicias prorrusas muy activas en el Este de Ucrania. El presidente ruso Vladimir Putin y el norteamericano Barak Obama se encontraron por primera vez cara a cara después del almuerzo. Antes había tenido lugar el otro encuentro entre el recién electo presidente de Ucrania, Petro Porochenko, a quien Putin no reconocía como tal, y el mismo Putin. La escenografía estaba preparada desde hacía varios días, pero la entrevista fue mantenida en secreto: “La discreción era una condición del éxito”, explicó la presidencia francesa. Así, los grandes protagonistas de la gesta que hace 70 años erradicó al nazismo, Estados Unidos, Rusia y la Ucrania que en ese entonces era una república de la Unión Soviética, se pusieron a la altura de los hechos que estaban conmemorando.

Al cabo de la primera conversación Porochenko-Putin, un portavoz del Kremlin adelantó que ambos hombres “se pronunciaron por el cese rápido de la efusión de sangre en el sureste de Ucrania”. A su vez, la presidencia francesa calificó el dialogo de “normal y grave” y reconoció que éste simbolizaba un “avance provisional”. La misma fuente adelantó que ambos responsables políticos pactaron un nuevo diálogo en los próximos días con el propósito de discutir sobre las “modalidades de un alto el fuego” entre los militares ucranianos y las milicias prorrusas que operan en el Este de la república. Quedó pendiente el reconocimiento oficial por parte de Putin de la victoria presidencial conseguida el pasado 25 de mayo por Petro Porochenko. Esto también parece en vías de solución. El mandatario ruso habría decidido enviar el sábado a Kiev a un embajador ruso para asistir a la investidura de Porochenko. Luego, en una declaración ante la televisión rusa, Vladimir Putin se mostró satisfecho por esta entrevista de un cuarto de hora a la que también asistió la canciller alemana Angela Merkel. “El enfoque me pareció justo en su conjunto, me gustó”, dijo el jefe de Estado.

Durante la entrevista Obama-Putin, el hombre de la Casa Blanca le pidió al mandatario ruso que “apaciguara” las tensiones en Ucrania para evitar que Rusia se vea aún más aislada ante los occidentales. Pese a estos esbozos de compromisos, los combates entre fuerzas ucranianas y separatistas rusos no cesaron, particularmente en la frontera. El alcance real de lo que se fue dibujando en Normandía es aún una incógnita. Hay, con todo, actos concretos que precedieron estos diálogos. Moscú retiró hace rato las tropas rusas que estaban estacionadas en las inmediaciones de la frontera con Ucrania y, sobre todo, en ningún momento maniobró para impedir que las elecciones que terminaron con la victoria de Porochenko se llevaran a cabo. Occidente sigue vociferando como si no llevara una enorme responsabilidad en el desencadenamiento de los hechos. Su apoyo a los “pro occidentales de Ucrania” durante las sangrientas revueltas que precipitaron la caída del ex presidente Victor Yanukovich, y sus intentos precedentes para que la república firmara un acuerdo con la Unión Europea son factores determinantes de esta crisis.

Nada parece poner límites a la gula imperialista de los Estados Unidos. En el discurso que pronunció en Normandía, Barak Obama puso bajo el mismo terreno de valores a los hombres de la llamada “gran generación” que participaron en el derrocamiento de Hitler con los militares posatentados del 11 de septiembre desplegados en Afganistán e Irak. La barrabasada es tan enorme como desproporcionada. Objetivamente, la Segunda Guerra Mundial y los episodios centrales del desembarco en Normandía son los pocos espejos históricos en los que Estados Unidos puede mirarse con heroísmo. El resto es un eslabón de papelones y fracasos: Corea, Vietnam, Somalia, la terrible aventura iraquí, el fiasco sangriento de Afganistán. François Hollande fue más justo en sus intervenciones. El presidente francés dijo que “Francia no olvidará jamás lo que les debe a esos soldados de los Estados Unidos”. Muy a menudo silenciado por los historiadores y la prensa Occidental, Hollande también recordó el papel que desempeñaron los soldados de la Unión Soviética en la derrota final del fatídico nazismo. El homenaje se hizo también extensivo a los olvidados de las ceremonias pasadas, o sea, a los 20.000 muertos civiles que dejó el desembarco entre la población normanda. Hubo 10.500 soldados muertos en los rangos de los aliados y 10.000 del lado alemán. Pero hasta este septuagésimo aniversario, nunca antes se había mencionado el tributo que pagaron los civiles caídos entre el 6 de junio y el 22 de agosto de 1944.