El surgimiento real de la red social I

Por Carlos Rodriguez San Martín
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Cómo un movimiento seglar rediseña el modelo digital de que el cerebro es un ordenador (“el cuerpo de Cristo de la compañía de Jesús)

Cuando se habla de red social la primera reacción es que si no estás no existes. Hay quienes pasan críticas entre oídas de repudio. Cuando la reacción es esa el rasgo dominante es que las plataformas que componen la red están creando cámaras de eco, propagando falsedades y facilitando la circulación de ideas extremistas. Cuando no, su novedosísimo desarrollo podría definir el surgimiento de la prensa, la radio y la televisión.

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La cadena que siguió la escritura desde sus orígenes (piedra, láminas de plomo, escritura de los egipcios en papiros y el pergamino; el conocimiento de la palabra escrita) también levantó alboroto por su significado que dio lugar a la imprenta. Pero nada sacudió los cimientos de la comunicación tanto, como la interacción en la red social desde un ordenador: (“Un ordenador es un ordenador y el cerebro humano también es un ordenador. En consecuencia, el ordenador es a su vez un cerebro”).

televisión

Alrededor de 1950 un profesor católico llamado Marshall McLuhan compiló en pleno -sin decirlo- el descubrimiento de la “noosfera” de Pierre Teilhard –sacerdote jesuita de la Compañía de Jesús declarado heterodoxo por la Iglesia por convenir con la teoría de la evolución. Lo que fascinaba al converso de McLuhan era que la televisión contribuyera a hacer realidad el sueño de Teilhard: (“Gracias a la tecnología, el concepto cristiano de cuerpo místico –según el cual todos los hombres forman parte del cuerpo de Cristo- se convertía en un hecho irrefutable en un medio electrónico”).

A McLuhan le fascinaba la televisión: (“la unidad cristiana de todas las almas de la Tierra”). Presentó su teoría en términos seglares afirmando que un medio nuevo como la televisión transformaba la conciencia humana, mediante la alteración del “equilibrio sensorial” del sistema nervioso. McLuhan murió en 1980 más de una década antes de la creación del Internet.

Desde allá para acá se han documentado cientos de manifiestos sobre el desarrollo de los medios de comunicación y más recientemente de que de la red propaga falsedades más rápido y más ampliamente que el contenido similar que incluye información precisa. Aunque los usuarios no exigen información errónea, los algoritmos que determinan lo que la gente ve tiende a favorecer el contenido sensacionalista, inexacto y engañoso, que compone esa unidad porque eso es lo que genera “interacción” y, por lo tanto, ingresos publicitarios.

Eli Pariser, activista de Internet dice que Facebook crea burbujas de filtro, o sea refuerza las inclinaciones ideológicas de gusto, sesgo y tendencias. Y una investigación más reciente ha demostrado que este proceso tiene una gran influencia en el tipo de información que ven los usuarios.

Empero, las opciones algorítmicas no son exclusivas de Facebook, el ecosistema más amplio –red social- permite a las personas encontrar submundos que se alineen a sus intereses. Leo el efecto de los usuarios de TikTok y, claro, refuerzo la creencia de que puede servir como guía práctica a una comunidad de migrantes a atravesar el desierto para llegar al sol. Este no es necesariamente algo malo, si lo que de verás quieres es llegar al sol. La red unifica sectores de interés. Actúa como el gran catalizador de la estructura de un solo cuerpo.

Si eres la única persona en tu comunidad interesada en el estudio de la mirmecología: (“Las hormigas se comunican mediante el olor de unas viscosas sustancias químicas denominadas feromonas, formando la perfecta 0rganización de funciones y jerarquías sociales en la que viven”); ya no tienes que estar solo, podrías conectarte con entusiastas de la mirmecología de todo el mundo.

En otro plano ya nadie discute que las plataformas de la red son un conducto importante para el discurso de odio, la desinformación y la propaganda. YouTube es un caldo de cultivo para el extremismo de derecha. Cierto, algunos encuentran estas observaciones alarmistas, señalando que los grandes jugadores como Facebook y YouTube (que son propiedad de Google/Alphabet) hacen mucho más para vigilar el discurso de odio y la desinformación que sus rivales más pequeños, especialmente ahora que se han desarrollado mejores prácticas de moderación. Otros investigadores han cuestionado el hallazgo de que las falsedades se propagan más rápido en Facebook y Twitter, al menos en comparación con otros medios.

Aún otros argumentan que incluso si el entorno actual de la red social es traicionero, el problema es transitorio. Después de todo, las herramientas de comunicación novedosas siempre han sido mal utilizadas. Martín Lutero usó la imprenta para promover no solo el protestantismo sino también el antisemitismo. La radio demostró ser una herramienta poderosa en manos de los nazis en Alemania. Tanto los medios impresos como los de radiodifusión siguen llenos de desinformación. La pregunta que hay que hacerse es si la sociedad ha logrado contener sus efectos negativos.

 

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