El surgimiento real de la red social II

Carlos Rodriguez San Martín
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internet, redes sociales, tecnología

Comencé a contar en la columna El surgimiento real de la red social I la influencia de la Iglesia Católica en la red social apoyado en la concepción secular de que “Gracias a la tecnología, el concepto cristiano de cuerpo místico –según el cual todos los hombres forman parte del cuerpo de Cristo- se convertía en un hecho irrefutable en un medio electrónico”. La cita del profesor Marshall McLuhan quien difundió el mensaje y dio al universo digital su primer y memorable nombre: “la aldea global”. Luego conté la influencia de la red social en la misma movilidad corpórea a partir de que un ordenador es un ordenador y el cerebro humano también es un ordenador. En consecuencia, el ordenador es a su vez un cerebro.

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Este argumento implica que una combinación de reglas y de nuevas tecnologías puedan superar los desafíos que plantean las redes sociales. La columna de ayer se hacía al cierre la pregunta si la sociedad logrará contener sus efectos negativos. Por ejemplo, si las plataformas podrían brindar mejor información sobre la procedencia de los artículos; o disuadir de impulsar algoritmos incendiarios o contener información errónea. “Las redes sociales no solo están creando cámaras de eco, propagando falsedades y facilitando la circulación de ideas extremistas, está sacudiendo los cimientos de la comunicación humana y la cohesión social”, afirma Daron Acemoglu, profesor de economía en el MIT.

El periodismo como actor transmisor de información debe tener la capacidad de convertirse en el nodo por el que los flujos de atención han de pasar. Y esto es solamente posible transmitiendo certezas, valores; cediendo espacios y atendiendo el conocimiento con los actores comprometidos en desarrollo; ofreciendo veracidad y calidad. Que hace distinción en la prueba de las satisfacciones individuales y colectivas de la sociedad. Un sistema institucional de valores, principios y reglas en los que gira nuestra actividad empresarial productiva en pro de la cohesión social y la comunicación humana.

Nuestras ideas más profundas y nociones apreciadas no provienen de forma aislada o de la lectura de libros, sino al estar en un cuerpo o entorno social. Las fuentes confiables juegan un papel indispensable. Las innovaciones anteriores en los medios (léase prensa escrita, radio y la televisión) capitalizaron esto, pero ninguno modificó la naturaleza misma de las redes humanas de la forma en que lo han hecho las redes sociales.

“¿Qué sucede cuando plataformas como Facebook o Twitter manipulan lo que percibimos como nuestra red social? La preocupante verdad es que nadie lo sabe. Y aunque eventualmente podríamos adaptarnos a este cambio y encontrar formas de neutralizar sus perniciosos efectos, ese no es un resultado con el que debamos contar, dada la dirección que ha tomado la industria”, afirma Acemoglu.

“Los efectos más corrosivos de las redes sociales están comenzando a parecerse exactamente a lo que el crítico cultural Neil Postman anticipó hace casi cuatro décadas. Comparando 1984 de George Orwell con Un mundo Feliz de Aldous Huxley, Postman anotó que ´lo que Orwell temía eran aquellos que prohibirían los libros. Lo que Huxley temía era que no hubiera razón para prohibir un libro, porque no habría nadie que quisiera leerlo. Orwell temía a aquellos que nos privarían de información. Huxley temía a aquellos que nos darían tanto que nos reduciríamos a la pasividad y el egoísmo. Orwell temía que se nos ocultara la verdad. Huxley temía que la verdad se ahogara en un mar de irrelevancia´”.

“Mientras que Postman estaba más preocupado por un futuro huxleyano que por uno orwelliano, las redes sociales han dado paso a ambos al mismo tiempo. Mientras los gobiernos adquieren los medios tanto para manipular nuestras percepciones de la realidad como para reducirnos a la pasividad y el egoísmo, nuestros “amigos” virtuales controlan cada vez más nuestros pensamientos. Pero ´virtud´ es lo que el círculo social artificial en línea de uno diga que es; y en muchos casos, se basa enteramente en mentiras”, asegura el profesor del MIT.

Hannah Arendt, otra pensadora del siglo XX, advirtió a dónde puede conducir esto. “Si todo el mundo te miente siempre, la consecuencia no es que te creas las mentiras, sino que ya nadie cree nada”.

 

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