Elecciones Perú: “golpe lento” o un “golpe blando” ¿Se ha normalizado  en algunas élites la idea de que hubo fraude electoral?

BBC Mundo
0
524

El candidato de Perú Libre obtuvo el 50,125% de los votos frente al 49,875% que obtuvo su rival, Keiko Fujimori, de Fuerza Popular, de acuerdo con los resultados de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE).

Pero desde que acabó el conteo, la declaración oficial del vencedor se ha retrasado y el proceso ha causado más incertidumbre de la usual debido a la renuencia de Fujimori a aceptar su derrota, a las acusaciones de fraude electoral —sin pruebas— que lanzó Fuerza Popular, a sus pedidos de anulación de actas electorales, a las protestas en las calles, a la inesperada renuncia de un funcionario electoral, e incluso a la difusión de una carta de militares en retiro que les pedían a los mandos en actividad desconocer al presidente que proclame el JNE.

Estas y otras circunstancias han despertado preocupación por la estabilidad de la democracia peruana, al punto que algunos analistas las describieron como parte de un “golpe lento” o un “golpe blando”.

Cuando la JNE termine de revisar los pedidos de nulidad de actas, si no falla en favor de Fujimori, podrá entregarle las credenciales de mandatario a Castillo, quien asumiría el cargo el 28 de julio para gobernar hasta julio de 2026.

BBC Mundo habló con el analista internacional peruano Farid Kahhat, autor de los libros “El eterno retorno” y “Seguridad internacional”, sobre la conducta de su país en estas elecciones, sobre qué hay detrás de la resistencia a aceptar el triunfo de Castillo y sobre qué pueden esperar sus compatriotas del próximo periodo presidencial.

El periodista peruano César Hildebrandt habla de “trumpismo andino” y la historiadora Anne Applebaum comparó a Keiko Fujimori con Donald Trump, en la revista The Atlantic, por negarse a aceptar su derrota. ¿Qué opina de estas comparaciones?

Hay similitudes y diferencias con el caso de EE.UU. Dos artículos comparan lo que hizo Keiko Fujimori con lo que hicieron Donald Trump y Benjamín Netanyahu. La diferencia más evidente es que Netanyahu y Trump lo hicieron estando ellos en el ejercicio del gobierno. Fujimori lo hace desde la oposición.

Uno esperaría que un alegato de fraude tenga menos peso desde la oposición que desde el gobierno.

Pero lo que compensa esa diferencia es que en Perú lo que podrían llamarse poderes fácticos, es decir, grupos que ejercen poder más allá de lo que establece la Constitución —medios de comunicación, militares en retiro, empresarios—, todos aquellos que en EE.UU. o en Israel pudieron haber contribuido a poner coto a los alegatos sin fundamento de fraude, en Perú, en vez de poner coto a esos alegatos, se sumaron a ellos.

A causa de estos alegatos y otras circunstancias, Steven Levitsky y Alberto Vergara dijeron en The New York Times que estaba ocurriendo un “golpe lento” en Perú. El reconocido periodista peruano César Hildebrandt habló de un “golpe blando”. ¿Está de acuerdo con estas descripciones?

Una carta en la que aparecen los nombres de gente que ha ocupado los más altos cargos de las Fuerzas Armadas, pidiéndoles a los mandos en actividad que desconozcan un resultado electoral legítimo, proclamado por la autoridad electoral competente, es un llamado al golpe de estado.

Fue un intento de golpe, eso es lo que era. Fracasó porque los altos mandos no hicieron caso. Pero el intento de golpe estuvo ahí. Fracasó también porque las entidades de observación electoral y los gobiernos aliados de Perú validaron el proceso del JNE y creo que también por la filtración de las conversaciones de Vladimiro Montesinos, hablando de la posibilidad de sobornar a los miembros del JNE para que fallen de una determinada manera.

Al igual que en EE.UU., la única evidencia de fraude era en favor de quien denunciaba el fraude, no al revés, como Trump hablando con el secretario de Estado de Georgia, pidiéndole 11.000 votos.

Además, (el intento de golpe) era parte de una serie de actividades, como el intento de cuestionar la elección ante el JNE y ante el Poder Judicial y el intento del Congreso de cambiar a los miembros del Tribunal Constitucional (TC) con fines que son fáciles de intuir.

¿El cambio de los miembros del TC sería parte de estas actividades?

Lo preocupante en este momento es que el Congreso quiere nombrar a seis miembros del TC con un proceso viciado.

Si se planteara el pedido de anular las elecciones en el Poder Judicial, ese pedido podría llegar a un nuevo TC, bastante más cercano a los intereses de quienes piden anular las elecciones. Me parece un escenario altamente improbable, pero dado lo que estamos viendo difícilmente puedo decir que es imposible.

¿Teme que la situación en Perú se deteriore como en EE.UU., donde incluso hubo un asalto al Capitolio por parte de seguidores de Trump?

La derecha radical ya está actuando al margen de Keiko Fujimori y esa derecha tiene un componente racista, que es velado más que explícito. Apelar a símbolos asociados con la colonia, como la Cruz de Borgoña (que apareció en una marcha en Lima), tiene un subtexto racial. Pero el racismo es más velado, no es explícito como en el caso de EE.UU.

Trump apela a los blancos no hispanos de EE.UU., sobre todo de clase trabajadora, que son todavía la mayoría de la población.

Apelar a los blancos de origen europeo en Perú es apelar a una pequeña élite minoritaria, por eso la apelación no puede ser tan explícita, porque automáticamente excluye a la gran mayoría del país y te condena a la derrota política. Es un movimiento que tiene límites en su capacidad de convocatoria. Esa es la peculiaridad del caso peruano.

Pero ya ha habido llamados explícitos de dar muerte a miembros de las fuerzas rivales, no muerte física, sino muerte política, y ya tenemos hechos de violencia a menor nivel, como el ataque a Piero Corvetto (jefe de la ONPE).

Se ha normalizado en sectores de la élite la idea de que hubo fraude y que ante ese fraude cabe cualquier medio. Si la inteligencia del Estado no está monitoreando a grupos como La Resistencia (al que algunos medios acusan de haber atacado a simpatizantes de Perú Libre en Lima), después que no nos sorprenda que haya enfrentamientos o que apelen a armas de fuego.

Sobre el racismo que menciona, ¿cómo se ha manifestado en estas elecciones?

Si tú quieres crear una fuerza política en el país, con posibilidades de éxito electoral, tu racismo no puede ser explícito, porque a diferencia de EE.UU. el racismo no afecta a una minoría, afecta a una gran mayoría.

Es un racismo soterrado, pero se hace explícito en redes sociales. Ahí es cuando lo ves descarnado. Gente que te dice “no voy a volver a ir a Cusco (una de las regiones en las que ganó Castillo), y si voy, voy a ensuciar las calles, voy a violar a las mujeres” o gente que te dice “los niños de Puno que se mueran de frío” porque esa región eligió a Castillo.

O un excandidato que dice que el Banco Central de Reserva debería permitir que la moneda se devalúe y que los pobres sientan las implicaciones en su bolsillo del triunfo de Castillo.

Todo eso tiene un subtexto racista. La pobreza rural es todavía mucho mayor que la pobreza urbana y tiene color de piel en mucha mayor proporción que la pobreza urbana.

¿Qué tan cierto es que las élites limeñas le tienen miedo a los habitantes de la sierra?

(El sociólogo y ensayista peruano) Gonzalo Portocarrero estudiaba las pesadillas de las élites limeñas.

Una pesadilla recurrente era la posibilidad de que estando en una reunión social en una de sus casas en una zona pudiente de Lima ingresara una turba de indígenas y se apoderara de la ocasión. Literalmente esos eran sus temores.

Hay que ver esta parte de Lima donde hay un cerro donde en un lado están las casas de 1.000 metros cuadrados con piscina y en otro lado están viviendas a medio construir separadas por un muro.

Esa es la representación gráfica de esos miedos. A eso hay que añadirle el elemento del miedo al comunismo. Hay algunas experiencias comprensiblemente traumáticas para las élites y no solo para las élites: Sendero Luminoso (grupo armado maoísta) y la Reforma Agraria. Eso ayuda a entender este tipo de temores.

¿Es por estos miedos que algunos sectores no terminan de aceptar el triunfo de Castillo?

Castillo está dando muestras de moderación todos los días, aunque va a tener que validar lo que está diciendo ahora con su ejercicio del gobierno, pero creo que una de las razones por las que no termina de calar en las élites es que por primera vez en décadas recientes hay un presidente que no proviene de esas élites ni tiene vínculo alguno con esas élites.

Es campesino, cholo. No siempre este elemento en el discurso está explícito, pero hay estudios sociológicos que demuestran que está presente. Están los temores históricos al tema indígena, que no van a cambiar mucho con Castillo, probablemente empeoren.

Pero sí creo que puede haber un proceso progresivo en el que se establezca un modus vivendi. Castillo nunca va a ser su opción política. Simplemente el punto es buscar que ninguno haga realidad los peores temores del otro.

Getty Images

Además de las acusaciones de fraude y del racismo, ¿qué tanto puede pesar la presencia de Vladimir Cerrón, el fundador del partido de Castillo y condenado por corrupción, en su gobierno y en su estabilidad?

Le piden a Castillo una ruptura explícita con Cerrón, pese a que ya dijo que Cerrón no iba a ocupar ningún cargo en su gobierno.

No me parecería mal (la posibilidad de la ruptura), por lo que Perú Libre representa, un partido marxista-leninista en el que sus principales dirigentes han tenido expresiones antidemocráticas al decir que en el caso de llegar al gobierno no lo dejarían y al apoyar dictaduras como la cubana o la venezolana.

Pero para que Castillo pueda decir “pierdo parte de mi bancada por enfrentarme a Cerrón, pese a que no cuento con la minoría necesaria para evitar una vacancia” tendría que haber un escenario en el que la derecha le tienda la mano.

Pero si algo queda claro por la conducta de la derecha es que lo último que van a hacer es tenderle la mano a Castillo y probablemente lo que intenten a la primera sea vacarlo.

En ese escenario, es pedirle peras al olmo que Castillo rompa con un partido que según reportes de prensa tiene de su lado a la mayoría de los congresistas de Perú Libre, en un contexto en el que Perú Libre, junto con sus aliados de Juntos por el Perú no tienen una minoría necesaria para evitar una vacancia.

Probablemente lo que espere Castillo es que el Poder Judicial le saque las castañas del fuego, inhabilitando políticamente a Cerrón y a Keiko Fujimori. En ese contexto, uno podría esperar razonablemente una ruptura con Perú Libre, pero hacerlo en este momento podría ser suicida.

¿De concretarse, por qué sería histórico el triunfo de Castillo, como dijo en una entrevista?

En América Latina y particularmente en el mundo andino, cuando uno quiere medir calidad de la democracia, encuentra una paradoja ostensible. Es la “paradoja andina”, que no es un término académico.

La paradoja es que los líderes populistas, generalmente con aristas autoritarias, hagan esfuerzos por incorporar al sistema político a quienes han estado históricamente marginados de él.

Gobiernos de izquierda con mayores o menores aristas autoritarias, como los de Rafael Correa y Evo Morales, van en contra de los principios de una democracia representativa cuando subvierten la división de poderes. Intentan controlar el Ejecutivo, el Legislativo, el Poder Judicial y las autoridades electorales.

Eso es antidemocrático. Pero simultáneamente cuando uno ve encuestas en Bolivia o en Ecuador, la tasa de participación electoral crece. Hay más gente —indígenas y pobres— que va a votar que antes de esos gobiernos.

El gran drama latinoamericano, y en particular andino, es que incorporar al sistema político a sectores que se sienten excluidos casi siempre ha ido de la mano con algún grado de autoritarismo.

Es una tragedia que eso casi nunca se haya podido hacer en democracia. No digo que este sea el escenario más probable con Castillo. Lo único que digo es que con él surge la posibilidad de hacer eso en democracia.

Si eso llega a ocurrir, eso sería claramente un cambio histórico. Sería el primer ejemplo que yo pueda pensar en el área andina en lograr eso en democracia.

No estoy apostando necesariamente a que sea lo más probable, pero Castillo abre esa posibilidad, por quién es él, por el tipo de relación que tiene con su base social.

Los mítines de Castillo en la sierra sur eran apoteósicos. Eso no se veía en Perú desde los años 80, que yo recuerde.

¿Por qué dice que el gobierno de Castillo puede ser el gobierno más importante en 50 años en Perú?

Tiene el potencial de ser un desastre o de ser un parteaguas. Castillo puede ser un presidente transformador para bien o para mal.

En un escenario ideal, que no necesariamente es el más probable, es que este termine siendo un país que sea más justo de lo que era antes de Castillo sin sacrificar derechos fundamentales ni crecimiento económico.

En ese escenario ideal, que no necesariamente es el más probable, Castillo transformaría el país para mejor.

Dice también que temer o anunciar un gobierno autoritario de Castillo podría terminar por convertirse en una profecía autocumplida. ¿Por qué?

Si Castillo tiene una oposición como la que vimos entre 2016 y 2019, el escenario que más temes, que Castillo se vuelva un dictador de izquierda, se hace más probable.

Porque si la derecha ha sido una oposición abiertamente autoritaria y golpista, como está siendo, va a pasar lo que le pasó a Chávez, a Morales y a Correa.

Lo que la derecha no quiere admitir es que al margen de que si Chávez siempre quiso ser un dictador, intentaron derrocarlo por vía inconstitucional, a través de un golpe.

No ver que tu conducta puede influir en la conducta de terceros es ceguera. Sobre todo cuando Castillo está dando señales de moderación claras. Tal vez no lo suficiente, pero claramente van en esa dirección. Estimúlenlo a seguir en esa dirección. No lo fuerces a retroceder.

¿Qué efectos puede tener la falta de preparación de Castillo?

Es un tema y no es un tema menor. Pero creo que lo mismo se pudo haber dicho de Evo Morales y de Lula en Brasil.

La diferencia es que ellos tenían mucha más experiencia política que Castillo. Su experiencia es gremial, pero no política. Eso es un problema serio. Yo tiendo a coincidir con Steven Levitsky cuando dice “el mayor riesgo inmediato con Castillo no es que se vuelva un gobierno autoritario, es que se vuelva un gobierno caótico”.

Pero eso se podría corregir sobre la marcha. El punto es si tu gobierno es de un individuo que no es consciente de sus limitaciones o si es un gobierno que intenta agrupar organizaciones políticas y gremiales y en donde el presidente es consciente de sus limitaciones y escucha a gente capacitada en los temas relevantes.

Castillo está dando muestras de estar más cerca a este segundo escenario. Pero no me parece probable que el gobierno esté condenado a fracasar por las limitaciones de Castillo. El éxito o fracaso de su gobierno no va a depender únicamente de eso.

Los eventos de las últimas semanas han causado preocupación por la democracia peruana. Si sobreviviera a toda esta crisis, ¿sería una buena señal?

Las instituciones fundamentales están deslegitimadas (presidente, congreso, poder judicial). Pero con todos los problemas del Perú, desde Fujimori hasta ahora, nunca se cuestionó la legitimidad de la elección, salvo Keiko Fujimori en 2016.

El hecho de que, pese al embate, el JNE sobreviva y declare ganador a Castillo es una prueba de que algunas instituciones con todos sus bemoles siguen funcionando.

Si nos traemos abajo lo poco de institucionalidad que queda, si se traían abajo la legitimidad del JNE, ahí sí que la democracia estaría cayendo porque lo más importante para la democracia es que haya elecciones libres.

Si no hay eso nada más importa. No basta, pero ese es el punto de partida.